David Solar | 22 de octubre de 2018
La guerra del Yom Kippur finalizó a las 18:52 horas del 22 de octubre de 1973, hace 45 años, con la aprobación por el Consejo de Seguridad de la resolución 338 y su aceptación por los contendientes: Israel, Egipto y Siria. Esta guerra, la más dura y sangrienta de las árabe-israelíes, se denomina del Yom Kippur porque comenzó el día de esta fiesta, la más solemne del calendario israelí; los árabes la denominan del Ramadán, pues coincidió con el noveno mes del año musulmán, el mes del ayuno. La doble “santidad del conflicto” no impidió que fuera el más violento y mortífero de cuantos han jalonado las relaciones árabe-israelíes.
La guerra del Yom Kippur comenzó a gestarse tras la victoria israelí de los Seis Días, en junio de 1967, después de seis años de mediaciones internacionales en las que Israel rechazó cumplir la resolución 242, que imponía abandonar el Golán, en Siria y el Sinaí, en Egipto.
#VintageIDF: #IDF soldiers prepare their M60 Patton tank during the Yom Kippur War, 1973 pic.twitter.com/vjvc2udS1b
— Israel Defense Forces (@IDFSpokesperson) February 12, 2014
Durante esos seis años se sucedieron conflictos armados, crisis y cambios que transformaron el Oriente Próximo. Un levantamiento palestino pretendió tomar el poder en Jordania, pero el rey Hussein y su ejército lo aplastaron forzando a los palestinos a abandonar las armas o el país; se refugiaron en Líbano, donde dinamitaron su frágil estructura política, suscitando una guerra que aún rebrota. En Egipto, Annuar el Sadat, ocupó la presidencia tras la muerte de Gamal Abdel Nasser. En la inestable Siria, se impuso el general Hafed el Assad, 1970, quién detentó el poder hasta su muerte, dejando una dinastía que hoy está en el ojo del ciclón. Surgieron o se consolidaron las organizaciones palestinas cuya finalidad era terminar con Israel por medio del terrorismo, puesto que nadie en el mundo árabe defendía la recuperación de las tierras que les fueron arrebatadas. Israel, dirigido por una dama de hierro, Golda Meir, vivía bajo el jaque continuo del terrorismo, olvidando a Egipto y Siria, considerándolos tigres de papel.
Pero estos planeaban tomar por la fuerza lo que les negaban años de forcejeos diplomáticos. Disponían de un potente equipo militar soviético y de un plan basado en la sorpresa y en la suficiencia israelí. Atacarían simultáneamente sobre frentes tan distantes –400 kilómetros- como el Sinaí y el Golán. Luego establecerían fuertes posiciones mientras Moscú gestionabas un alto el fuego en el Consejo de Seguridad; finalmente podrían negociar entre iguales.
A las 14 horas del sábado 6 de octubre, festividad del Yom Kippur, atacaron sirios y egipcios; aquellos, con una superioridad en infantería y blindados de 5 a 1 desbordaron las defensas israelíes en el Golán y avanzaron hacia Galilea. En el Sinaí, centenares de lanchas atravesaron el Canal y, con potentes mangueras, abrieron pistas para sus tanques a través de las dunas, desbordaron las pequeñas fortificaciones judías y penetraron en el Sinaí. El sistema antiaéreo egipcio, a base de una bien estudiada combinación de cohetes de largo, medio y corto alcance y cañones multitubo, causó graves pérdidas a la aviación israelí, que fue retirada.
Israel no advirtió la inminencia del ataque hasta la madrugada del día 6 y, a medio día, aun pensaban sus generales que ocurriría al anochecer. Tratando de taponar todas las incursiones que denunciaban sus avanzadas, lanzó sus fuerzas conforme las iba reuniendo, pero tal improvisación sólo acumuló reveses. El lunes, 8 cambió de táctica: se replegaba unos kilómetros en el Sinaí mientras lanzaba cuanto tenía sobre el Golán, donde, en cuatro días de combates de carros, impuso su mejor adiestramiento y material y el día 12 había recuperado lo perdido.
Los movimientos en el Sinaí estaban paralizados: El Cairo parecía conformarse con lo conseguido, pero Israel estaba moviendo hacia el sur el potencial reunido en el Golán. Durante la noche del 15 de octubre, una fuerza mandada por el general Ariel Sharon penetró entre las mal soldadas alas de los ejércitos II y III, en la zona de los Lagos Amargos, y estableció una cabeza de puente al oeste del Canal y abrió un boquete en las defensas antiaéreas egipcias, por la que se coló la aviación israelí.
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Al tiempo, Sharon, avanzó hacia el sur, amenazando la retaguardia del III Ejército egipcio. La situación era gravísima para El Cairo, que carecía de fuerzas para frenarle y veía sus tropas del Sinaí en peligro de cerco. La situación comenzó a ser tan grave que Moscú consiguió en cosa de horas la aprobación de la resolución 338 que exigía un alto el fuego inmediato y, una vez logrado, la apertura de negociaciones sobre la base de la resolución 242.
Todos aceptaron, pero Israel mantuvo su ofensiva hasta que, el 23 de octubre, se apoderó de Adabiya, al sur de Suez, embolsando a 20.000 soldados egipcios con mucho equipo y pocas reservas. La lucha de la guerra del Yom Kippur cesó en la madrugada del día 25, con resultados aterradores para todos: Israel sufrió 12.000 bajas (2.838 muertos), los árabes, 28.000 (8.528 muertos) y, entre todos, una fortuna en material: 495 aviones y 3.400 tanques (Israel, 103 y 840).
Aunque mantuvo el Golán y el Sinaí, las pérdidas y el miedo sufridos conmocionaron Israel, derribaron a Golda Meir y metieron en la reserva a gran parte del generalato, con la excepción de Ariel Sharon. Las consecuencias políticas de la guerra del Yom Kippur marcaron la región durante la siguiente década y algunas aún perduran.
Su vida política sirve para explicar el periodo que llevó a España desde la monarquía de Alfonso XIII hasta la Guerra Civil.