José Luis Orella | 05 de marzo de 2018
La iniciativa de Marta Sánchez cantando el himno con una letra propia ha puesto en evidencia una laguna. Nuestro himno nacional tiene varias letras encargadas en distintas épocas, pero no se usan. En España se echa en falta un consenso político sobre este asunto.
El himno nacional, junto a la bandera, son los símbolos oficiales de un Estado y por su carácter representativo y oficial se encuentran regulados oficialmente y se han convertido en centro de devoción de muchos ciudadanos amantes de su patria. El origen de los himnos nacionales se encuentra mayoritariamente en los últimos años del siglo XVIII, cuando los reinos proceden a uniformizar sus marchas militares, del mismo modo que el uso del uniforme o la formación de los cadetes en centros específicos. En el siglo XIX, con la aparición de la primavera de los nacionalismos en Europa y en la América hispana, se multiplicaron estos himnos alusivos a importantes hechos bélicos de su historia que dieron origen al nacimiento de sus pueblos como países independientes, junto a llamamientos a la libertad y, en algunos casos, haciendo referencia negativa al país opresor del que se independizaron. Por estas circunstancias, los himnos nacionales suelen proceder de marchas militares de unidades determinadas, como La Marsellesa, que los voluntarios de aquella ciudad cantaban cuando iban a combatir a las tropas austriacas. Muy semejante es la Mazurek Dąbrowskiego de Polonia, que alude a las legiones de voluntarios que lucharon con Napoleón Bonaparte por la promesa de una patria polaca. Estos himnos suelen estar basados en melodías populares que ayudan a una mayor aceptación por la sociedad.
En el caso español, el himno nacional, nuestra Marcha Real o Marcha de Granaderos –si seguimos el trabajo de los estudiosos de la música militar, como el coronel Juan María Silvela Milans del Bosch-, su primera mención sería en 1751, cuando en la época del Rey Fernando VI se procedió a un proceso de unificación de los “toques de guerra” de las unidades militares. Sin embargo, la primera mención escrita estaría en el libro de la Ordenanza de los Toques de Pífanos y Tambores que se tocan nuevamente en la Infantería Española, de 1761, de Manuel de Espinosa de los Monteros, por lo que para algunos expertos sería el compositor de la obra, aunque se la califica de anónima. El Rey Carlos III será quien lo declare Marcha de Honor en 1770, y en la lucha contra el francés durante la Guerra de la Independencia su uso se popularizó entre los combatientes, como pasó con la bandera usada por los infantes de Marina, que se convirtieron en símbolos nacionales.
La Marcha Granadera estuvo a punto de desaparecer bajo la presidencia del Gobierno del general Juan Prim, quien por su fogosidad liberal prefería un himno del momento que hiciese alusión a la patria y a la libertad, como se componían en el mundo germánico, pero sin lograrlo. En 1928, bajo el Gobierno de Miguel Primo de Rivera, en pleno proceso de modernización nacionalista, se puso letra al himno, encargando el asunto al poeta gaditano José María Pemán, cuya composición será la más popular con respecto a otras versiones que aparecieron por el momento, como la de Eduardo Marquina, con ocasión de las bodas de plata de Alfonso XIII.
Durante la Segunda República, su animosidad contra la monarquía decidió asumir el Himno de Riego como himno nacional, que duró hasta nuestra cruenta Guerra Civil. Sin embargo, por su origen partidista, los nacionales recuperaron la Marcha Granadera para diferenciarse de los frentepopulistas. Durante la España del general Francisco Franco, el himno nacional tuvo oficialmente la letra de los versos de José María Pemán, con ligeros retoques del propio autor. Con la actual democracia, se reglamentaron los símbolos nacionales por el Real Decreto de 1997, estableciendo el himno nacional sin letra. Sin embargo, la ausencia de formación histórica de España en los niveles educativos infantiles ha favorecido el desapego a los símbolos nacionales e incluso a la pertenencia a la comunidad nacional, procediéndose en algunas comunidades a un proceso sustitutivo de sus símbolos, pero en calidad de “nacionales”, como en la Comunidad Autónoma vasca, donde los símbolos del partido nacionalista pasaron a ser oficialmente los institucionales. Otra de sus consecuencias es la imposibilidad de mantener la letra del himno nacional por la carencia de consenso en las fuerzas políticas. La crisis del himno nacional no es un problema musical, es una consecuencia más de la ausencia de formación histórica de nuestros futuros ciudadanos.
Su vida política sirve para explicar el periodo que llevó a España desde la monarquía de Alfonso XIII hasta la Guerra Civil.