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Historia

Homenaje a Hugh Thomas . El gran historiador de la Guerra Civil y del Imperio Español

María Saavedra | 13 de mayo de 2017

Historia

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El pasado 6 de mayo nos dejaba Hugh Thomas, uno de los grandes maestros historiadores que hicieron de España y lo hispano el objeto prioritario de sus investigaciones.

Pronto se redactaron notas de prensa algo apresuradas sobre el fallecimiento del británico. La mayoría de los titulares en medios españoles, basados en una nota de agencia, eran similares y se centraban en destacar a Hugh Thomas como el historiador que narró la Guerra Civil española. Entiendo que como noticia tiene más “gancho” el hecho de que Thomas y su obra sobre la Guerra Civil española, publicada por vez primera en 1961, sea considerada un clásico en los estudios sobre el siglo XX en España.

Sin embargo, como americanista, querría destacar lo que otros han descrito en lugar secundario: el profundo amor de Thomas a España (pasó varios veranos en Asturias, como destaca La Nueva España) le hizo interesarse por todo lo español y, por tanto, por todo lo que afecta a la historia de España, y ahí entran de modo decisivo sus estudios sobre la historia de la América española. En una entrevista publicada por el Herald Tribune en su edición para Latinoamérica, decía Bella, la hija del historiador: “For the British historian and writer Hugh Thomas, Spanish history was a life-long passion”. Y esa pasión se concretó en un amplísimo conocimiento de la Historia Moderna de España.

La primera vez que coincidí con Thomas fue en un curso de verano en Guadarrama, donde participó como ponente en una mesa sobre el tema “Europa en tiempos inciertos”. Hasta entonces, para mí Thomas era ante todo el autor de los dos primeros volúmenes de la Trilogía sobre el Imperio Español. Pero aquellos días de sierra madrileña se me reveló como el convencido europeísta que era. Con aquel castellano marcado por un fuerte acento británico,  señalaba  las excelentes aportaciones que podría conseguir el proyecto europeo e insistía en la necesidad de poner la vista en la relación que mantiene España con los países de Latinoamérica y del otro lado del Atlántico. Y, escuchándolo, se me quedó bien grabada la imagen de aquel gentleman cuya pasión por Europa competía con su arraigado americanismo. Europa, América, y uniéndolas… España. Así podría resumir la impresión que me dejó el conocimiento personal del historiador y escritor. Recuerdo verlo caminar, despacito pero con prisa, hacia la zona de descanso y aún tuvo tiempo para contestar brevemente a una duda que varios de mis alumnos me habían planteado sobre uno de sus libros, Yo Moctezuma, breve pero preciosa novela sobre los últimos días del mundo mexica.

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Años más tarde, volví a asistir a una intervención pública de Thomas. Esta vez se trataba de una mesa redonda con motivo de la exposición “Itinerarios de Hernán Cortés”, organizada por la Fundación Canal. Podríamos hablar de un “reparto de lujo”. El comisario de la exposición, Martín Almagro-Gorbea, flanqueado por Hugh Thomas y otro gran hispanista, Joseph Pérez, que acababa de recibir el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales. El tema, en este caso era, lógicamente, Hernán Cortés. Thomas centró su exposición en el juicio de residencia hecho a Cortés y lamentaba que un documento tan vital para la historia de España y América no hubiera sido editado en su totalidad. Después supe que el juicio se desarrollaba en seis mil folios, conservados en el Archivo General de Indias; realmente era una proeza plantear esa publicación, aunque el propio ponente se consolaba diciendo que le habían llegado noticias de que un historiador mexicano se había entregado a la ardua tarea de poner en marcha la edición. El juicio de residencia, como es sabido, era la investigación que se realizaba a funcionarios de la Corona una vez que habían terminado su gestión. Era uno de los mecanismos desarrollados para impedir abuso de poder o corrupción en el desempeño de oficios públicos. El historiador se preguntaba con cierta sorna si no estaría justificado recuperar ese tipo de mecanismos de control en la política actual…

En esa misma sesión, Joseph Pérez realizó un breve pero iluminador análisis acerca de la Leyenda Negra gestada en torno a la conquista de América. Fiel a su tarea de historiador, no negó los aspectos más negativos de la conquista de Cortés, junto a sus logros. Pero, con la misma honestidad, afirmaba que en aquel momento no podría haber actuado de otra manera. Se citaron unas palabras de Octavio Paz que podrían resumir la postura de los tres ponentes: «Apenas Cortés deje de ser un mito histórico y se convierta en lo que es realmente, un personaje histórico, los mexicanos podrán verse a sí mismos con una mirada más clara, generosa y serena.»

Pero pasemos del recuerdo personal a la figura del historiador, de la persona y su obra, cuyo juicio va mucho más allá de cualquier apreciación personal.

Ya he mencionado la pasión de Thomas por todo lo hispano, ya sea en territorio europeo o en americano. El legado que nos deja, fruto de su rigor y buen hacer, es un profundo conocimiento de la realidad de la América virreinal, que se condensa en varias obras, de las cuales cabe destacar La Conquista de México (1994) y esa magnífica trilogía compuesta por El imperio español, de Colón a Magallanes (2003), El imperio español de Carlos V (2010) y El señor del mundo: Felipe II y su imperio (2013). No me cabe la menor duda de que durante mucho tiempo vamos a seguir bebiendo en los escritos de Thomas cuando queramos contar la historia de la América virreinal. Sumergido en los archivos, muy especialmente en el de Indias, localizó multitud de documentos inéditos que con generosidad publicó como apéndices a sus libros para que pudiéramos continuar con sus líneas de investigación.

Resulta en ocasiones abrumador ver la cantidad de datos documentales que manejaba Thomas, a la vez que lograba transformar esos documentos en un relato ágil, entretenido y apasionante.

Ciertamente, su objeto prioritario de estudio desde el punto de vista de la historia de América fue la conquista de México. Hablaba con igual rigor y respeto de Cortés (al que en algún momento llama “El gran Cortés”) y su hueste, como de la realidad prehispánica en la región dominada por los mexica. Su obra logra estar despojada de prejuicios y, desde luego, tiene el mérito de ser independiente, no podrá ser utilizada por ninguna ideología, cosa que lamentablemente no sucede con todas las narrativas históricas. Así lo expresaba en una de sus obras:

“Los españoles eran, por supuesto, conquistadores, como lo fueron, en su día, vikingos, godos, romanos (a los que los españoles admiraban), árabes, griegos, macedonios y persas –por nombrar solo algunos de los que los precedieron-, e ingleses, holandeses, franceses, alemanes y rusos –por citar algunos que los sucedieron-. Al igual que la mayoría de esos otros guerreros, sobre todo los europeos que les seguirían, llevaban consigo sus ideas”.

Por esto, señalaría con el tiempo Joseph Pérez que, si hay en la actitud de Cortés actuaciones hoy más que reprochables, no se le podría exigir otro comportamiento en su época. La humanidad ha tardado mucho en sistematizar una declaración de derechos humanos. No podemos juzgar la Historia a la luz de una antropología y una percepción de la dignidad humana que hemos tardado siglos en consolidar, sistematizándola en la Declaración de 1948.

“El Imperio español duró tres siglos y sus últimos vestigios no desaparecieron hasta 1898, tras la guerra hispano-estadounidense en Cuba, cuatrocientos años después de que Colón zarpara rumbo al Caribe. España dejó tras de sí una religión e innumerables monumentos, una  tradición y mucha literatura. Sobre todo, creó provincias y dominios que lograron madurar en los nuevos países independientes de América Latina. Gran Bretaña no lo hizo tan bien en Oriente Medio, África, ni el Lejano Oriente. India y Pakistán son dos países en guerra; México y Argentina, no. (…) La presencia de la madre patria continúa siendo una fuerte influencia sobre todo en la vida literaria. Y la vida literaria sobresale con fuerza en la cultura hispanoamericana”

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Thomas resaltó el mestizaje, la actuación constante de la Iglesia y los misioneros en la difusión de la cultura cristiana europea del Renacimiento y el Barroco. Llegó a afirmar que la conquista de América fue la última cruzada y que los conquistadores actuaron, como muchos de sus contemporáneos, impulsados por las lecturas de los libros de caballerías.

Otro de los aspectos que son admirables en Thomas era su extrema sencillez y honestidad. De la misma manera que censuró a aquellos escritores que relatan una historia sesgada de la conquista y colonización del Nuevo Mundo, olvidando a Las Casas, Motolinía, Sahagún -ejemplos que él mismo pone al hablar de México-, no le duelen prendas en reconocer su deuda intelectual con autores de la talla de Geoffrey Parker, Henry Kamen o Manuel Fernández Álvarez.

En definitiva, se ha ido uno de los grandes. Pero su legado (y no es un tópico) perdura y es un ejemplo para los jóvenes historiadores que comienzan su trayectoria. La Historia se construye no con ideologías o razonamientos en el aire, sino con documentos. Para saber interpretar los hechos, es preciso pasar horas –por miles se podrían contar en el caso de nuestro historiador- en archivo, tratando de leer y transcribir textos (él se quejaba de la endiablada letra procesal de tantos documentos), pero es el único camino para trabajar con rigor y honestidad nuestro pasado.

Imagen de portada: El historiador Hugh Thomas en una conferencia pronunciada en Ciudad de México en 2014 | Agencia EFE
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