Antonio Manuel Moral Roncal | 23 de marzo de 2019
Su vida política sirve para explicar el periodo que llevó a España desde la monarquía de Alfonso XIII hasta la Guerra Civil.
Hay historias que deben ser recontadas por cada generación, y una buena manera para ello puede ser escribiendo una biografía. Y es que las trayectorias personales son una herramienta de análisis de nuestro pasado histórico, capaz de acercarlo de forma atractiva al ciudadano español, de descubrir su complejidad y pluralidad.
Lerroux. La república liberal
Roberto Villa
FAES
188 págs.
15€
Escribir una biografía es un ejercicio de libertad, en definitiva, tal y como se desprende de la lectura de Lerroux. La República liberal, publicado por FAES, dentro de su colección de biografías políticas. Su autor es Roberto Villa García, profesor titular de Historia Contemporánea de la Universidad Rey Juan Carlos y uno de los autores del libro 1936. Fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular, éxito de ventas en 2017 y 2018.
La biografía de quien fue uno de los políticos más importantes de la Segunda República cruza fronteras geográficas, políticas y disciplinares para aproximarse mejor al laberinto de la historia contemporánea de España. Las mismas normas de la biografía, a la hora de escribirla, parece que exigen enaltecer lo individual frente a lo colectivo y disminuir la importancia del análisis social o cultural más profundo. No resulta así en la escrita por Villa, ya que ha analizado la vida de Alejandro Lerroux (1864-1949) en continuo enlace con las culturas políticas de su tiempo y con la evolución de las distintas maneras de entender la acción de gobierno entre finales del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX.
Las fuerzas de la vida individual y las fuerzas de la vida colectiva no pueden ser divididas ni parceladas, ya que se desenvuelven unas dentro de las otras. Por ello, el autor nos presenta la vida de este político español imbricada con la evolución del movimiento republicano, con los intentos de modernización de la monarquía de Alfonso XIII, con los cambios que supuso la Semana Trágica de Barcelona en 1909 y los años de la Primera Guerra Mundial, así como la dictadura del general Miguel Primo de Rivera y, lógicamente, la llegada de la Segunda República.
Si admitimos que el cambio resulta ser una trayectoria esencial del ser humano en la historia -la naturaleza de la experiencia histórica- podemos comprender mejor la evolución política de Alejandro Lerroux, desde sus inicios en un republicanismo revolucionario e insurreccional, anclado en modelos decimonónicos, hasta su apuesta decidida por el liberalismo y las formas parlamentarias. Sus enemigos interpretaron su evolución personal como muestra de su carácter tornadizo, adaptable a las circunstancias, capaz de sacrificarlo todo por la ambición del poder político: la presidencia del Consejo de Ministros. Su obra principal, la creación del Partido Radical Republicano, fue objeto de duras críticas a derecha e izquierda, fuerzas que utilizaron todo tipo de herramientas, incluida la acusación de corrupción y, como diríamos hoy, tráfico de influencias.
La política, para el historiador británico Geoffrey Elton, ha sido fundamentalmente una actividad social a lo largo de la historia. Por ello, Roberto Villa despliega todo su buen hacer como escritor para hacernos más clara la acción política de Lerroux, preocupado por ofrecer una solución a la cuestión social diferente a la de los anarquistas y socialistas del PSOE, por defender la españolidad de Cataluña frente a los nacionalistas de la Lliga y de la Esquerra, por dinamizar socialmente el liberalismo español. Diputado, sin apenas interrupción, desde 1901 hasta 1936, llegó a ser el líder del partido más dinámico, en opinión de Villa, del republicanismo en todo ese período.
No hay biografía interesante sin uno o varios problemas que la sitúen y alimenten. La historia biográfica se justifica a través de su capacidad para explicar que el estudio de una vida es un modo legítimo para analizar problemas históricos fundamentales y enfocarlos con una luz nueva. A través de este libro -la trayectoria vital de Lerroux- el lector se adentra en varias cuestiones decisivas: las causas de la decadencia del republicanismo hasta 1923, o la capacidad de resistencia del sistema de la Restauración monárquica pese a una de sus más difíciles coyunturas. Y, finalmente, la gran pregunta: ¿por que fracasó la Segunda República?
Villa defiende, argumenta, explica al lector que el jefe radical fue quien entendió mejor en qué condiciones podía haberse consolidado el régimen republicano en España. Antes de pensar en rápidas transformaciones -presentadas irresponsablemente al pueblo español como viables y sin oposición- había que proporcionarle un sólido fundamento y eso suponía entroncarlo con la experiencia constitucional de la monarquía anterior a la dictadura de Primo de Rivera. Había que evitar el exclusivismo político, es decir, hacer lo contrario a lo que impusieron ciegamente la izquierda republicana de Manuel Azaña y el PSOE: el ansiado monopolio del régimen.
Para esas fuerzas políticas, la república debía ser exclusivamente de izquierdas o no sería república. En este último caso, la insurrección o la revolución estaban plenamente justificadas. Como Azaña escribió en sus Memorias, dirigiéndose a un grupo de diputados de la CEDA, les dijo: «¡A ver si se dan cuenta de que la derecha de la República soy yo!» Es decir, lo que estaba más allá de su partido era reconocido como antisistema por la izquierda.
Frente a esa idea, Lerroux intentó promover la integración de la derecha católica en el régimen mediante la reforma de la Constitución de 1931 si era necesario, pero también manteniendo y primando las formas parlamentarias y constitucionales, la aceptación del adversario, la evidencia de que sería necesario un turno político mediante una mejora de la ley electoral. En definitiva, mediante la nacionalización y españolización de la república. Su fracaso final, junto a otra serie de circunstancias que Villa analiza en esta biografía, fue uno de los motivos que explican el grado de tensión social y política a la que se llegó en aquella trágica primavera de 1936.
Toda biografía tiene algo de ejemplar. Desde luego, Villa no oculta las acusaciones de corrupción de concejales republicanos en Barcelona y los casos del estraperlo y Nombela-Tayá. Pero también valora los esfuerzos que Lerroux intentó llevar a cabo para lograr un régimen inclusivo y tolerante que cicatrizase las heridas abiertas por el golpe de Estado de 1923, proyectando valores de generosidad y concordia. Los mismos que fueron el basamento de nuestra experiencia constitucional más exitosa, la de 1978, y que grupos antisistema -que mitifican a la izquierda republicana de los años 30- intentan dinamitar actualmente. Indicativo de la valoración final de la obra de Lerroux por sus adversarios políticos es que, a su entierro en 1949, asistieron numerosos monárquicos y viejos liberales.
Si llegamos a la conclusión de que lo que interesa es el carácter abierto que el estudio de una vida confiere a la historia, la manera en que libera la pluralidad del pasado y permite explicar al lector las posibilidades y los límites de la acción individual a través del análisis minucioso de las condiciones en que esta puede desarrollarse, este libro resulta ser un buen ejemplo de ello. Y por ello totalmente recomendable su lectura.
El padre Corby acompañó a los soldados de la Unión durante la guerra de Secesión estadounidense. Su recuerdos castresnes, en los que se mezclan batallas, fe y misericordia, quedaron recogidos en «Memorias de guerra de un capellán».