Guillermo Gortázar | 22 de agosto de 2017
Hay que celebrar la edición de este libro colectivo, obra de los historiadores Antonio Manuel Moral Roncal, Antonio Cañellas Mas, Francisco Javier González Martín, Roberto Villa García, Pedro Carlos González Cuevas y Joseba Louzao, por lo que tiene de innovación y por apuntarse a una corriente poco desarrollada entre los historiadores españoles: la historia intelectual.
Sin duda, hay meritorias obras en nuestra historiografía sobre historia del pensamiento y de la filosofía española. Algunas de gran influencia, seguidoras (o actualizaciones críticas) de la obra de Menéndez Pelayo, como la Historia Crítica del Pensamiento Español, de José Luis Abellán (1979); o repertorios bibliográficos como el libro de Elías Díaz Notas para una historia del pensamiento español actual (1937-1973). Pero, hasta nuestros días, han escaseado aproximaciones a una historia intelectual en el pleno sentido del concepto.
«POLÍTICA E INTELECTUALES EN LA ESPAÑA DEL S. XX» | ANTONIO MANUEL MORAL RONCAL Y ANTONIO CAÑELLAS MAS (Coords.). MADRID, UAH, 2017, 214 PP. 18 EUROS.
El libro que nos ocupa se centra en seis personalidades que abarcan casi todo el siglo XX y consigue una cierta continuidad en un tema central: la cultura, la intelectualidad no es patrimonio de la izquierda política, como se ha venido predicando e insistiendo en los últimos decenios. También destaca el libro la influencia de escritores e intelectuales en la vida social y política durante todo el siglo XX, incluido el franquismo, a diferencia de los últimos veinte años, en los que los intelectuales han sido postergados por una suerte de monopolio en la opinión de políticos y periodistas. Es más, los autores del libro que nos ocupa sostienen que políticos y periodistas han marginado a los intelectuales y seleccionado a “opinadores” afines, pues advierten como una amenaza la presencia de intelectuales independientes en los medios de comunicación. A su vez, la inmensa mayoría de los medios de comunicación se encuentran sometidos a los dictados de los aparatos de propaganda de los partidos, reforzando, de ese modo, el vigente régimen partitocrático.
El primer ensayo de González Martín se centra en la poderosa personalidad de Pío Baroja (1872-1956) quien, a fuer de liberal, se acercó en muchas ocasiones a posiciones semi-anárquicas. Sus quejas sobre la clase política y su independencia de criterio lo convirtieron en una personalidad difícilmente asimilable por cualquiera de las dos Españas polarizadas, sobre todo en los años veinte y treinta del pasado siglo. El estudio de González Martín incluye testimonios y opiniones muy relevantes del sobrino de Baroja, Julio Caro, que ayudan a entender los turbulentos años treinta como el resultado de un proceso de polarización evidenciado en 1923 con la Dictadura de Primo de Rivera.
El trabajo de Roberto Villa García sobre Melchor Fernández Almagro (1893-1966) debiera ser de lectura obligada de políticos y periodistas tertulianos, en el marco de la presente crisis política catalana. En los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo, Fernández Almagro se hizo firme partidario de la solución monárquica como salida de la dictadura.
Después de ambos estudios -Baroja y la crisis independentista catalana en la República-, Antonio Manuel Moral Roncal realiza un dibujo muy completo (hasta donde yo sé, el más amplio publicado) sobre el asilo diplomático de intelectuales liberales y conservadores obligados a refugiarse en embajadas y consulados. La nómina de escritores y artistas en peligro de ser fusilados resulta apabullante. Moral Roncal calcula un número superior a las once mil personas que buscaron asilo en consulados y embajadas, lo que “fue un hecho inaudito en la historia de las relaciones internacionales”.
Leyendo el expresivo y documentado trabajo de González Cuevas sobre José Luis López Aranguren (1909-1996), llaman la atención dos cosas. La primera, que Aranguren fue quizás el último y más influyente intelectual español del último tercio del siglo XX. La segunda, que ni sus discípulos ni otros filósofos o intelectuales han tenido el reconocimiento y audición que consiguió el profesor de Ávila.
Sin embargo, en el caso de Aranguren, si se leen sus análisis y propuestas de “subversión moral”, se puede concluir que se adelantó a toda una corriente rupturista, vigente hoy, entre parte de una juventud desencantada, desorientada e indignada, que ha encontrado en Podemos un poderoso vehículo de expresión política. Quizás por ello el autor termina de un modo muy crítico sobre la obra de Aranguren: “En fin, creo que podemos llegar a la conclusión de que José Luis López Aranguren ha tenido, como pensador político, el mérito de ser un ejemplo de lo que, en lo sucesivo, debiera evitarse”.
Antonio Cañellas disecciona la obra y la personalidad del escritor mallorquín Lorenzo Villalonga (1887-1980), autor de la exitosa Bearn o La sala de las muñecas (1956). A Villalonga le preocupó el choque de la modernidad en las sociedades tradicionales y propugnó una solución de equilibrio entre tradición y modernidad, liderada por personas de fuste cultural y profesional. Un proyecto político que enlazaba con las propuestas de “revolución desde arriba” de Aparisi Gijarro y Antonio Maura. Puede afirmarse que, lejos de cualquier tentación nacionalista catalana o de adhesión a propuestas franquistas, Villalonga fue un adelantado de las teorías neoconservadoras elaboradas en el mundo anglosajón en la década de los ochenta.
Por último, Joseba Louzao Villar reflexiona sobre el impacto del Concilio Vaticano II en España a través de la personalidad de José Jiménez Lozano (Langa, Ávila, 1930). Al igual que el historiador José Andrés Gallego, Jiménez Lozano otorga una importancia sustancial al Concilio en lo que se refiere a la evolución de la posición de la Iglesia española respecto al régimen franquista en los años sesenta (el cardenal Tarancón es la mayor expresión de dicho cambio) como a la vivencia religiosa subjetiva derivada de un concepto de libertad personal.
En definitiva, estamos ante un libro de lectura recomendada, que abarca múltiples aspectos de nuestro siglo XX y que analiza la relación entre algunos intelectuales y el poder político desde el reinado de Alfonso XIII hasta nuestros días. Hay que destacar que, en los años iniciales de la Transición, el poder político desplegó una cierta cortesía hacia los intelectuales (la máxima expresión fue la concesión del Toisón de Oro a José María Pemán) y el reparto de cuantiosos recursos públicos a historiadores, escritores, pintores etc., en multitud de congresos, centenarios, conmemoraciones, que más parecía una compra de voluntades que una recompensa lógica y equilibrada de un esfuerzo profesional. Con la crisis económica iniciada en 2007, se redujeron los recursos adormecedores de conciencias independientes y los intelectuales, muchos de ellos críticos con la deriva del Estado de partidos, han pasado a ser considerados incómodos denunciadores del statu quo y, lo que es peor aun, competidores de políticos y “opinadores”, celosos de su monopolio en la influencia de la opinión pública.
Su vida política sirve para explicar el periodo que llevó a España desde la monarquía de Alfonso XIII hasta la Guerra Civil.