Antonio Miguel Jiménez | 07 de marzo de 2019
El “síndrome Trastámara”. Así denomina Carlos Arenas Posadas, profesor jubilado de la Universidad de Sevilla y autor de Por el bien de la patria. Guerras y ejércitos en la construcción de España, a un proceso tan antiguo como la misma civilización: la construcción de entes políticos, un Estado en este caso, por los vencedores de sus conflictos bélicos, tanto internos como externos. Parece una auténtica perogrullada. Y, ciertamente, lo es.
En estas ocasiones, quienes nos dedicamos a la historia antigua podemos dirigirnos a los modernistas y contemporaneístas y decirles que no han “descubierto América” y, de hecho, ni siquiera la pizza hawaiana. Que ese proceso de construcción de un ente político por los vencedores de sus guerras –pese a tener tan pomposa denominación como “síndrome Trastámara”– es ya muy antiguo.
Digamos, solo por poner un ejemplo, que historiográficamente se atribuye a un solo hombre, Narmer, vencedor de las cuasi míticas guerras entre los protoestados de los antiguos Alto y Bajo Egipto, construir el reino unificado de Egipto hace más de 5.000 años. Y que le pregunten a los egipcios lo que ocurría cuando un faraón caía en desgracia… Borrado de memoria. Si eso no es la construcción del Estado por los vencedores de los conflictos antes de los Trastámara, ¿qué podría ser entonces?
“Augusto Ferrer-Dalmau, pintor de batallas”. La guerra hecha arte
En cualquier caso, en Por el bien de la patria, Carlos Arenas parece afirmar, o esa es la impresión que se lleva el escribiente de estas líneas, que España es el único país del mundo que ha sido construido por sus ejércitos y sus guerras o, como él mismo afirma, por “las mercedes concedidas a los triunfadores de cada conflicto bélico”. Historiadores militares, de los ejércitos y las guerras, apaguemos y vayámonos.
Aun así, he de decir que el libro está muy bien escrito y aporta una ingente información de la historia económica y de las instituciones de España, desde los siglos XI y XII hasta la actualidad. Pero ahí se acaba el libro. Las teorías que presenta son sumamente sesgadas, deterministas y economicistas.
El autor no se plantea en absoluto que la guerra pueda ser algo más que “la continuación de la política [la economía en su caso] por otros medios”, en palabras de Carl Von Clausewitz. Y con esto no se pretende “santificar” la realidad de la guerra, siempre detestable, pero siempre presente también, solo poner en valor que es una realidad mucho más compleja, cambiante y multidireccional de lo que determina el autor; en resumen, mucho más que una mera estrategia extractiva de rentas de las clases privilegiadas hacia el pueblo llano.
El conflicto, como concepto abstracto, es una realidad inherente al hombre. Y la guerra es expresión (masiva, eso sí) de ese conflicto. No voy a suscribir las palabras de Heráclito, a quien se atribuye la máxima “la guerra es el padre de todo”, pero sí merece la pena ser conscientes de la existencia de dicha frase.
Es un error garrafal, motivado por el determinismo materialista (ya sea marxista o liberal) concebir una dimensión concreta del conflicto, como es la guerra, como un hecho económico. Aunque, ciertamente, la economía ha jugado tradicionalmente (y juega) un papel en el desarrollo de las guerras, más importante en unas épocas que en otras, es intrínsecamente erróneo partir de la premisa de que es la economía la propiciadora de la guerra.
Por último, hay que señalar la equivocada utilización de conceptos y denominaciones por el autor. Por ejemplo, es objetivamente erróneo hablar de “yihad católica”, de la misma manera que sería un error hablar de Pascua islámica, ya que cada concepto tiene un significado y una connotación específicos. La yihad (o “el yihad”, como habría que decir correctamente) es un concepto coránico que hace referencia a la lucha interior del hombre, y que solo se puede entender en un contexto islámico.
También encontramos denominaciones directamente anacrónicas, como hablar de comunidad valenciana en 1604 o de Cataluña y Andalucía en el s. XV. Pero, sin duda, la mayor carencia de esta obra es que obvia totalmente el estudio de las mentalidades, las filosofías y las psicologías de las distintas épocas que trata, centrándose únicamente en lo económico. El título más certero para la obra sería: “La construcción económica de España”.
Su vida política sirve para explicar el periodo que llevó a España desde la monarquía de Alfonso XIII hasta la Guerra Civil.