De repente, nos hemos percatado de que el lecho de certezas sobre el que se asentaba nuestra comprensión del mundo llevaba demasiado tiempo carcomido por aquellos que han hecho de la política un arte de engaños y maldades.
Las ideas tienen consecuencias y sostener que el valor de la vida de un animal es igual a la de un ser humano es desolador y muy peligroso.
Un tipo educado, inteligente, que parecía saber lo que quería y que se consideraba «un sincero y leal amigo de España».
Afganistán es la prueba evidente de que el refrán «el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra» no ha perdido vigencia y de que el estudio de la Historia tampoco.
Los valientes jóvenes cubanos que salieron a la calle para protestar contra el hambre, la falta de expectativas y el militarismo comunista que los mantiene en la esclavitud sin remisión, desaparecieron súbitamente de «las noticias».
Occidente se retira. Y China toma el relevo. Esta emerge y se postula como la mejor aliada del nuevo Afganistán.
La retirada de Afganistán tiene un significado que va mucho más allá de la coyuntura geopolítica particular. El idiota es como un niño, el imbécil es un intelectual. Uno sale de sí mismo a través de su propio sacrificio, el otro implosiona reduciendo el mundo a su propia estupidez.
La cuestión no era retirarse sino cómo hacerlo. Y ahí fracasó Washington y Joe Biden hizo el ridículo. Lo de Afganistán es un caos.
En 2016, Rodrigo Duterte anunció que Filipinas se va a «separar de los EEUU» para «depender» de China, durante «un largo periodo de tiempo», en contraste con la postura combativa hasta entonces, lógica tras la ocupación del Scarborough.