Idoia Salazar | 28 de mayo de 2018
6 a.m. Lunes. Las persianas del dormitorio de María comienzan a elevarse, dejando entrar los primeros rayos de sol de la mañana. «Buenos días, María. Son exactamente las 6 de la mañana del lunes 1 de marzo de 2042. Su agenda para hoy le requiere levantarse a esta hora». La voz que suena clara y serena corresponde a Sophia, la asistente virtual «inteligente» que la ha acompañado en los últimos 10 años de su vida. Ha ido creciendo, junto a su dueña, compartiendo datos, asimilando vivencias, aconsejando en los momentos de necesidad y, lo más importante, siempre está a su lado, nunca está ausente ni ilocalizable. Para el trabajo, para su vida personal, María es consciente de que le resultaría tremendamente difícil ahora aprender a vivir sin su agente. Se despereza y se dirige al baño. Mientras se cepilla los dientes, la imagen virtual de Sophia, predefinida por ella, se dibuja en un extremo del espejo. Le vuelve a saludar con una cálida voz y le cuenta las noticias más relevantes sobre tecnología en todo el mundo, además de enseñarle las imágenes más destacadas de la actualidad. Además, le dice que debe apresurarse con el desayuno porque ha habido un accidente, en su camino habitual al trabajo, y tardará más de lo habitual en llegar. Cuando María llega a la cocina, el olor a café recién hecho impregna el lugar. Sophia sabe bien cómo le gusta el café. Sus gustos no son fáciles de cumplir pero, para su fortuna, su hogar «inteligente», repleto de lo que se llamó en el pasado The Internet of Things, está personalizado e interconectado al 100%, y el agente de María es capaz de comunicarse con los electrodomésticos de la casa para ofrecerle la mayor comodidad.
Una vez llega a su empresa, Sophia le informa de las reuniones del día, de los emails urgentes que debe responder y de los informes que debe realizar, por supuesto, con su ayuda. Tiene acceso a toda la información que la empresa considera que necesita, a la de sus clientes y a comparativas con informes parecidos de todo el mundo. Sus análisis siempre son precisos y cargados de conclusiones interesantes. María es consciente de que la ayuda de Sophia es inestimable. Gracias a ella puede dedicar más tiempo a las reuniones presenciales y a otro tipo de temas que requiere la empatía que genera aún el contacto físico. Es feliz de vivir en el año 2042… Pero hasta llegar hasta allí, el periodo de transición no ha sido fácil…
2018. Un año en el que inteligencia artificial son unas de las palabras más usadas y buscadas del mundo. Se habla de la Cuarta Revolución Industrial, de la Singularidad Tecnológica en la que los robots llegarán a ser más inteligentes que nosotros, de la suplantación de trabajos por seres mecánicos más capaces. Empresas de todos los ámbitos son cada vez más conscientes de la necesidad de apostar por «tecnologías inteligentes». Un hecho que acredita el último informe publicado por Accenture a este respecto. En él se afirma que la inteligencia artificial tiene el potencial de duplicar las tasas de crecimiento económico anual para 2035, además de aumentar la productividad laboral hasta un 40%. La inversión actual, en todo el mundo, en estas tecnologías crece a un ritmo exponencial… imparable. Incluso los gobiernos son conscientes de esta auténtica revolución y están dispuestos a sumarse, y a invertir en investigación. Algo realmente necesario si tenemos en cuenta que no todo es “oro” en este momento de transición en nuestra historia.
Inteligencia Artificial . Retos e interrogantes de esta tecnología, más allá de las exageraciones
La explosión del big data hace unos años dio el “pistoletazo de salida” a la carrera por liderar el mercado de la inteligencia artificial, que utiliza esa inmensidad de datos que generamos y que son cada día más accesibles. Es una realidad. Cada día generamos más datos que puede aprovechar la tecnología para mejorarnos la vida o, por el contrario, para empeorarla. Cuestiones como la privacidad, e importantes dilemas éticos que aún ni nos hemos cuestionado, nos acompañarán en ese camino hacia nuestro futuro, hacia 2042.
Sin duda, los agentes inteligentes son y serán usados por las empresas para ganar clientes, elevando considerablemente el nivel de fidelización. Pero también, y principalmente, para facilitar la vida de sus usuarios hasta unos niveles inimaginables hasta ahora.
Now available: The Invoke intelligent speaker
— Microsoft (@Microsoft) October 27, 2017
? Premium sound by Harman/Kardon
? Voice Assistance by Cortana
? Hands-free calling by Skype pic.twitter.com/QLfp3giur2
Si nos trasladamos a un futuro, no muy lejano, raro será el internauta que no tenga su asistente virtual, como el caso de María que comentábamos al principio, en el que podrá confiar para delegar su agenda, sus citas e incluso pedir consejo a la hora de tomar una decisión sobre el mejor lugar para pasar sus vacaciones. Interactuará con el internet de las cosas para facilitar la vida en el hogar, avisar de que el coche necesita una revisión o de que se ha publicado un artículo de gran interés para su dueño. Serán su memoria y fiel consejero y, muy probablemente, llegará un día en que consigan simular empatía con sus sentimientos.
Actualmente, en 2018, el mundo de María es aún ciencia ficción, pero el sendero se está sembrando y la dirección es cada vez más claramente vislumbrable… mientras caminamos hacia 2042.