Rafael Ortega | 18 de marzo de 2017
Una procesión, sin saetas pero con mamporreros del poder y con capirotes, no sea que se les vea mucho la cara. Ahora, habrán notado enseguida que ese grito de ¡ya no hay Misa! ha sido meramente testimonial y hecho por aquellos que se arriman al posible ”plus” que les pueda dar en su día un presidente de la Corporación afín a Iglesias -qué gran contradicción que un Iglesias luche incluso contra lo que representa su apellido-, pero que son capaces de cambiar de “capilla” si el que manda en el futuro pueda ser del color del arco iris.
Si el ¡ya no hay Misa! triunfa, el Estado tendría que atarse los “machos”, porque después vendría el “ya no hay Cáritas, ni Manos Unidas, ni colegios religiosos, ni capellanes»
Pero el grito podemita de “ya no hay Misa” ha hecho mella en los de siempre, que no han valorado la labor de una Radio Televisión Pública que regula la transmisión de los programas religiosos sobre la base de unos acuerdos aprobados por el Consejo de RTVE, en septiembre de 1981, por los entonces presidentes de la Comisión de Medios de la Conferencia Episcopal Española, el arzobispo Antonio Montero y el director general de Radio Televisión Española, Eugenio Nasarre. Muy pocos de estos que gritan conocen la labor de una Radio Televisión pública, que en materia religiosa, por ejemplo, transmite también programas dedicados a las otras confesiones.
Si el ¡ya no hay Misa! triunfa, el Estado tendría que atarse los “machos”, porque después vendría el “ya no hay Cáritas, ni Manos Unidas, ni colegios religiosos, ni capellanes«, etc, etc. Y digo lo de atarse los “machos” porque la labor social de la Iglesia es impagable y, si algunos piensan que se podría “pagar”, pues a sacudirse todos los españolitos el bolsillo.
Una Radio Televisión Pública que regula la transmisión de los programas religiosos sobre la base de unos acuerdos aprobados por el Consejo de RTVE, en septiembre de 1981
Los del grito, queridos compañeros, son los mismos a los que, cuando había que transmitir algún acontecimiento de gran calado como la visita a España de un papa, había que explicarles -textualmente- “que si veían a alguien con una gorra roja, era un cardenal, y si era una morada, un obispo». Y esto no es broma. Como no lo es el que alguien indocumentado diga desde Roma que los cardenales van vestido de rosa por lo del “rosso” italiano -rojo español- y que se oiga una risita desde Madrid.
Menos mal que el buen sentido triunfará y “sí que habrá Misa”, porque para cientos de miles de ancianos y enfermos es la única posibilidad dominical de acercarse al Señor.
De cualquier forma, repito, gracias a los compañeros de RTVE que hacen posible que reine la profesionalidad, a pesar del pasilleo y del miedo a perder las migajas de un “plus».