Íñigo Petit Zarzalejos | 08 de enero de 2018
Disney, la compañía de Mickey Mouse, ha dejado de ser cosa de niños y va camino de convertirse en el mayor fondo de derechos de distribución y propiedad de contenidos audiovisuales del mundo, desde cine a programas de televisión. Un movimiento que parece inteligente en un sector donde los productores se han visto amenazados por plataformas de distribución que canibalizaban la comercialización de sus propios contenidos. Hablamos de plataformas como Netflix o HBO, entre otras.
Pero Disney ha sabido moverse como un ratón en todo el actual embrollo de producción y distribución de contenidos audiovisuales. Su estrategia va más allá: integra intermediarios haciendo suya toda la cadena de valor y controlando de forma exclusiva todos sus contenidos, sin la presión en precios que imponen las grandes tecnológicas. La compra de FOX por la friolera de 52.400 millones de euros es un claro ejemplo de ello. La compañía ha descubierto sus cartas y ha provocado algún que otro escalofrío entre los directivos de las plataformas de streaming. Con esta adquisición se mete en el bolsillo varios canales de pago, una plataforma digital de contenidos y un valor incalculable en derechos de propiedad sobre películas, series o programas de televisión (deportes incluidos). HBO hizo algo parecido apoyado en el éxito de su serie estrella: Juego de Tronos.
Los directivos de FOX hablan claro tras la compra: 'Disney nos apoya. Nos han dicho que les gusta nuestra marca' https://t.co/Vu391GpBfw pic.twitter.com/1xIq2IPFqf
— FormulaTV (@FormulaTV) January 6, 2018
La operación incluye la participación de FOX en la plataforma Hulu (ahora controlada mayoritariamente por Disney) que, dentro de unos años, emitirá en exclusiva los contenidos de la matriz y todas las compañías integradas. Además, en este caso, Disney atesora una larguísima y exitosa trayectoria de producción (al contrario que Netflix, que de distribuidor se ha convertido en productor de unas 60 películas con mediocre éxito, al menos de momento), y es ya propietaria de los derechos de Marvel, de Gran Hermano o de Los Simpson, entre otros muchos. Todo ello contando con todos los clásicos de Disney y sus remakes. A simple vista, no hay rival que pueda con todo esto.
Y es que no se pueden entender estas operaciones sin el contexto, nada favorable para “la antigua” forma de distribuir contenidos. Plataformas como Netflix, que ofrecen todo tipo de contenidos por una tarifa plana, han cambiado por completo la forma de monetizar la industria. Ahora, la compañía de Silicon Valley busca cómo producir de forma interna o subcontratar con mayor exclusividad a otros productos para reducir su dependencia de empresas como Disney. Netflix sabe que, cuando acaben sus contratos de derechos, Disney se convertirá en un competidor directo. O quizá antes.
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Pero aún hay un elemento diferenciador más: el deporte. Disney, que controla los canales de ESPN a través de la cadena americana ABC, posee desde agosto el 75% de BAMTech, empresa que nació para encargarse de los servicios en streaming de la Major League Baseball (MLB), principal liga de beisbol de Estados Unidos. Si a todo lo anterior consigue sumarle los principales eventos deportivos, logrará un salto cualitativo en las plataformas de contenido difícilmente calculable. Ya no se trata solo de los contenidos bajo demanda, es decir, grabados, el partido se juega también en el directo (streaming), pues no tardaremos en ver la televisión por internet. La emisión a nivel global de forma eficiente permite hacer rentables contenidos que no lo serían por canales nacionales como la televisión tradicional, limitados a los nichos de intereses y sin promotores que lo patrocinen por falta de audiencia.
Con todo, uno de los principales argumentos que permiten pensar que la operación resultará un éxito es el elevado nivel de integración financiero que muestran Disney y FOX. Estas sinergias son tan importantes gracias al tipo de negocio. Cuando dispones de una plataforma de distribución y toda la tecnología asociada a ella, la escalabilidad es prácticamente ilimitada. Ser una de las productoras más antiguas y con mayor experiencia en su sector permite, además, realizar fácilmente otros proyectos complementarios que amplíen la gama de contenidos y el público objetivo. Disney integrará servicios (de administración, legales, etc.), recursos (estudios de grabación, equipos, etc.) y puede acabar realizando ajustes importantes en la plantilla en un futuro.
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Tendremos que esperar un tiempo para comprobar cómo Disney hará frente al empuje de las compañías tecnológicas y al desafío en la distribución de contenidos, pero creo que van por el buen camino. El presidente de Disney, Bob Iger, lo tiene claro: “nos gusta el negocio de hacer películas de calidad” y “tenemos la plena intención de seguir en dicho negocio”. Ahora además podrá controlar su distribución y tener mucho más poder de negociación.
La pregunta es: ¿qué harán Netflix o Amazon Prime? Todos sabemos que el contenido seguirá siendo el rey, pero ¿serán capaces de producir con la misma calidad que sus (expertos) competidores? En esta ocasión, el último en llegar puede no tener todas las de perder. La batalla por los contenidos acaba de empezar.