Redacción El Debate | 08 de abril de 2018
El cambio del escudo del Atlético de Madrid y su mudanza al nuevo estadio Wanda Metropolitano han generado una polémica entre los aficionados que analizamos con los colaboradores más colchoneros de EL DEBATE DE HOY.
El Atlético de Madrid inició la temporada 2017/2018 con importantes cambios en la entidad. El equipo dejó el Estadio Vicente Calderón para mudarse al moderno Wanda Metropolitano. Junto a esta «mudanza» llegó la sorpresa del cambio de escudo. El tradicional emblema colchonero se renovaba para mostrar una imagen más moderna. Parte de la afición rojiblanca no ha visto con buenos ojos esta revolución y ya se han organizado diferentes protestas que se dejan oír en los partidos.
EL DEBATE DE HOY reúne a seguidores del Atlético de Madrid para conocer su opinión sobre la polémica que ha suscitado el cambio de escudo de su equipo.
Desde 1992 no soy socio del Aleti. Tengo abono. Entre 1978 y la actualidad he sido socio-abonado y solo abonado. Tengo el 1.707, después de 40 años apuntado al club de una de las dos maneras. El cambio no lo hice yo. La conversión a sociedad anónima se llevó por delante casi todo. Incluso hay una sentencia del Tribunal Supremo que certifica cómo de mal se hizo todo aquello. Por eso no me meto en lo del escudo.
Si tuviera la mayoría de las acciones, no hubiera cambiado ni de estadio ni de escudo. Como no las tengo, me limito a ver cómo algunos, que cantan en la grada dados la vuelta y de espaldas al juego cada partido eso de “no nos gusta el fútbol, pero el Aleti sí», montan este lío sin venir a cuento dos años después. A lo mejor sí que tiene el cuento alguna moraleja. Pero eso no lo sabremos. O sí. Lo único que me interesa del Aleti es que Simeone no se vaya nunca. Si eso ocurre, me quitarán el espejo de aumento para verme entre los grandes y también el 1 a 0 con el que tanto disfruto.
Por resumir: el cambio de escudo no me gusta. Por razones estéticas y sentimentales. Muchos escudos cambian y evolucionan, reconozco en el escudo lo esencial del Aleti, pero sumar el nuevo diseño al estrés y nostalgia que provoca una mudanza ha parecido ensañamiento.
Razones estéticas: el escudo anterior del Aleti, como el de todos los demás equipos, tiene un aspecto vintage que lo dota de personalidad. Ahora parece que está del revés, al cambiar el oso de posición; el azul no es el del Aleti y el madroño es muy grande.
Razones sentimentales: por otro lado, la globalización del fútbol conlleva su desentimentalización: el escudo podría servir para la NFL o para una escudería. Será reconocible y homologable fuera, en la medida en que nosotros lo reconocemos menos. Igual que nos sentamos en la butaca de nuestro estadio, que ahora se parece a la butaca de cualquier otro estadio europeo. El fútbol pierde el aroma de las raíces.
Con todo, el cambio de escudo no me parece lo más grave: echo mucho más de menos el Calderón que el escudo. Y, por supuesto, la batalla es y debe ser siempre la camiseta (ya perdimos la batalla de las medias rojas con vuelta blanca). Con la nueva temporada pensé: espero que precisamente este año los directivos sean sensatos y escojan una camiseta reconocible. Pues no, fue un todo a la vez: estadio, camiseta y escudo. Demasiado abrupto, demasiado turbador.
La actual temporada, que ha venido marcada por el cambio de símbolos, presenta luces y sombras.
Las sombras: la estética del escudo anterior me gustaba más que la del nuevo. La primera equipación parece diseñada por nuestro peor enemigo.
Las luces: no considero motivo de queja el traslado a un moderno estadio que es la envidia de muchos clubes. Hemos recuperado dos valores importantes: el histórico nombre de ‘Metropolitano’ y a Diego Costa.
La historia demuestra que los símbolos pasan, pero la esencia permanece. Los colores se llevan dentro y ser atlético es algo mucho más profundo: es un sentimiento que se expresa con orgullo y que trasciende modas, cambios y polémicas. Es tener espíritu de lucha, saber levantarse y seguir adelante tras mil y un tropiezos, superar las adversidades. Tenemos que permanecer unidos y recuperar la conciencia de equipo grande en la que la “era Simeone” nos hizo creer. La familia atlética podrá tener distintas opiniones, pero un solo corazón. Un corazón que avanza latido a latido.
La pregunta es parecida a la que uno puede formularse a la hora de apuntarse a un máster: ¿es necesario hacerlo?, ¿había que cambiarlo?, ¿no nos gusta lo clásico? Creo que la mayoría de los seguidores atléticos, entre los que me cuento desde niño, contestarán que no. Pero como vivimos bajo la presión de las redes sociales y la opinión pública ha sido sustituida por la extravagancia y la incontinencia verbal, es difícil saber lo que piensan los aficionados. Yo, si hay que votar, voto porque no se cambie. Pero sin más pasión que la justa. Un signo de nuestro tiempo es la mejora del diseño. ¿Recuerda alguien que el escudo del Atleti tenía dos hermosas alas a los lados cuando se llamaba Atlético Aviación?
La polémica que se ha generado en torno al escudo del Atlético de Madrid es solo la punta de lanza del sentimiento de la afición colchonera. Hay a quien le gusta más o menos, pero solo es un pretexto que muchos utilizan para protestar, no por el escudo en sí, que a un servidor personalmente no gusta, sino por todo lo que lo envuelve. Lo envuelve un nuevo campo que deja boquiabierto a todo el que entra dentro, pero que no es el Calderón ¡Ay… El Calderón! Lo envuelve una inversión china, un presidente que ha dejado claro que el fútbol, para ellos, es un negocio donde el sentimiento no tiene cabida. En un tiempo de cambios donde el dinero manda y el fútbol está perdiendo algunos de sus más preciados valores, el cambio de logo se ha convertido en un pretexto perfecto para que el aficionado grite que no. Que no le gusta el escudo, ni todo lo que lo rodea. El aficionado del Atleti sigue creyendo que el fútbol es ese juego romántico de elásticas hasta arriba de barro y botas negras con tacos de aluminio de un quintal, de tardes a la orilla del Manzanares y Los Melancólicos. Pero eso se ha perdido, no volverá. Tiene razón Cerezo cuando dice que el fútbol ahora es un mero negocio, pero al menos, si la vuelta del escudo sirve para aliviar la melancolía y recordar que cualquier tiempo pasado fue mejor, que así sea.
Incluso viendo más allá de lo que clama el pueblo colchonero, la clave de la cuestión la dio Gabi, capitán del equipo dentro y, por lo que se ve, también fuera del verde: «Cuando a la gente le cambias tantas cosas, al final no se identifica con nada». Y si en muchas otras instituciones la identificación es clave para cimentar el apego, imaginémonos en el Atleti, en el que no se concibe el éxito sin el sentimiento. La mudanza de estadio, también criticada, puede colar por ley de vida, pero sustituir el escudo con nocturnidad por una suerte de logotipo insípido fue una idea muy desafortunada. La mejor conclusión la volvió a ofrecer un Gabi impecable: «Al aficionado hay que escucharle».
El escudo del Atlético de Madrid es un intangible. Da igual qué diseño sea. A mí este último me gusta, por mucho que mi ojo esté acostumbrado, desde niño, al anterior. Pero, como digo, es un intangible, porque ser del Atlético de Madrid se lleva en el corazón, se nace, crea espíritu. Muchos son del Atleti y no lo saben. Y muchos no lo entenderán jamás.