Javier Redondo | 04 de marzo de 2019
Los partidarios de la aplicación de un 155 incisivo o, al menos, eficaz siempre apuntaron al control de TV3, la televisión pública de Cataluña, principal aparato de propaganda separatista -junto con Catalunya Ràdio-: “escuela y medios”, repetía Jordi Pujol cuando creíamos que no iba en serio y que el negocio y la causa buscaban siempre el punto exacto de equilibro para mantener el expolio en términos aceptables, llevaderos o latentes.
Por su parte, el exsecretario de Estado encargado de aplicar el 155, Roberto Bermúdez de Castro, explicaba a quien lo escuchaba que no podía hacer más: sus medios eran limitados, frenaron muchas partidas presupuestarias y no cortaron el grifo en aquellas en las que hubiera el más mínimo indicio de poder perder el litigio en los tribunales. El sistema de riego y subvenciones públicas a los medios separatistas -públicos y privados- es complejo, descarado, generoso, asfixiante y chantajista: a los medios, al final, les facilita su supervivencia acogerse a las bases de los concursos y convertirse al nacionalismo. A su vez, los medios crean una corte de asalariados del procés.
TV3 no cambia: sigue siendo el portaviones del adoctrinamiento y la manipulación secesionista
En la actualidad, TV3 tiene siete canales de adoctrinamiento. Integra la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales, que incluye dos cadenas de radio -una de información y otra generalista- y dos musicales o radio fórmula -una de ellas emite solo por Internet y aplicaciones móviles-. Ambas, televisión y radio, emiten también en YouTube. La Corporación participa con el 30% en la Agencia Catalana de Noticias (ACN) y una fundación, La Marató de TV3, para fomentar la investigación biomédica.
No extraña que esta casa común de la desinformación y el aleccionamiento constituya un escaparate y un Dorado para oportunistas, exhibicionistas, fracasados, arribistas y asalariados del procés. Tiene su sitio todo el que identifique, señale y dispare al centro de la diana. Si, en general, los programas de «infoespectáculo» han promovido la extravagancia, TV3 exige en su concurso de méritos no solo una probada capacidad para la excentricidad sino acreditar suficientemente el odio a lo español. Las bufonadas de conversos o charnegos son especialmente calibradas.
El malogrado humorista Pepe Rubianes fue el más relevante precursor de la diatriba contra España en televisión. Acaban de cumplirse 10 años de su fallecimiento y su familia publica A mí no me callan para reivindicar la libertad de expresión. Como si los transgresores de lo ya transgredido sufrieran las consecuencias de su transgresión, que presentan como provocación y no es más que la aceptación del pliego de condiciones que exigen los medios públicos catalanes. Cuando Rubianes dijo aquello de «puta España« no generó murmullo o división de opiniones sino aplauso unánime.
El odio del nacionalismo no tiene límites. Este colaborador estrella de TV3, que se lleva un pastizal pagado por todos los catalanes, vuelve a atacarme por mis ideas, esta vez con un insulto machista y repugnante.#NoNosCallarán y les ganaremos en las urnas pic.twitter.com/hzLi94GDk5
— Inés Arrimadas (@InesArrimadas) February 24, 2019
Hoy, entre los asalariados del procés hay personajes tan variopintos como Beatriz Talegón -que empezó su meteórica carrera en las juventudes socialistas y en los limes de Podemos-, el pequeño Nicolás, la periodista Karmele Marchante, la activista Empar Moliner -que quemó en directo un ejemplar de la Constitución Española- o Toni Albà. Cada uno en su estilo, compiten ahora en su Canudos -la desértica tierra prometida- para desheredados en La guerra del fin del mundo de Mario Vargas Llosa.
Los revolucionarios profesionales se nutren siempre de un comando de advenedizos y trepadores que se entregan ciegos a la empresa. Albà no hace humor; insulta con zafiedad, sin ingenio ni gracia: a Inés Arrimadas, a Jordi Cañas, a Manuel Valls, a Miquel Iceta… La audiencia celebra sus excesos y él los factura. Toni Soler, compañero de Albà, también asalariado del procés pero más comedido, ha declarado recientemente sobre los agravios a Arrimadas: “El insulto, especialmente si es de tipo machista, no aporta nada”. En la misma entrevista, dice antes que Arrimadas es un “personaje político nocivo para la convivencia política en Cataluña”. O sea, olvida que es la líder del partido más votado en Cataluña y establece categorías de insultos.
Sor Lucía Caram, que tiene 200.000 seguidores en Twitter; sor Teresa Forcades, impulsora de la Plataforma por el Derecho a Decidir; la periodista Pilar Rahola o el profesor Ramón Cotarelo se han convertido también en agentes del procés. Aunque su perfil es otro: no renuncian a la provocación aunque sí a buena parte de su prestigio. El caso de Cotarelo es especialmente significativo. Catedrático, formado en Alemania, siempre destacó por su ingenio, inteligencia y descaro: defendió a Felipe González en los estertores de su presidencia; apareció en La Tuerka cuando su carrera declinaba para tutelar los primeros pasos de Podemos. Renegó de la formación de Pablo Iglesias y, finalmente, se entregó al separatismo.
Aparte de estos nombres, hay una rutilante nómina de tertulianos profesionales que se presentan como abogados, historiadores, editores o escritores… Muy poco conocidos por el gran público fuera de Cataluña, pero que hacen fortuna con sus ideas: cada uno desempeña su papel -más o menos moderado, más o menos excéntrico pero todo muy medido-; muchos reciben premios literarios, cargos honoríficos, la Generalitat les publica pequeñas obras… Son los asalariados del procés, el legado de Pujol.