Chema Rubio | 10 de octubre de 2018
España sigue alimentando a la radio analógica con SER+ y COPE Más. La falta de voluntad política y el EGM han sido el escollo para que no dé el salto de calidad. Olvidado el DAB, la emisión por internet simula el cambio, pero sin apenas contar con el oyente.
No podemos negar que la radio es un medio único. Singular, especial y con cierta dosis de magia para los amantes del transistor. Pero tampoco podemos negar que a la radio analógica le cuesta mucho completar el paso a la era digital.
En pleno 2018, la cadena SER ha puesto en marcha SER+. Una nueva emisión en FM donde se ofrece información local, regional o cobertura de eventos especiales. Algo que ya inventó la COPE en 2016 con COPE Más y, exactamente, el mismo formato de contenidos. En ambos casos dejaron de emitir una emisora musical en Madrid para lanzar su nuevo producto: Máxima FM (323.000 oyentes) por SER+ y Megastar (239.000 oyentes) por COPE Más.
Esta nueva apuesta por la radio analógica es una copia exacta del modelo de la radio en internet. Una emisión nacional y diferentes enlaces a emisiones locales o desdoblamiento de emisión para eventos como el fútbol.
El apagón analógico de la televisión no ha sido posible en la radio. La zona de comodidad que representa la FM es demasiado grande y genera demasiado dinero a las grandes radios. En España el sistema de emisión DAB (Digital Audio Broadcasting) era el sucesor natural de la FM. Mejor calidad, mejor cobertura y más variedad de información recibida. Pero no hubo voluntad política y mucho menos ganas de introducirlo en la Agenda Digital Española.
Mientras el DAB llegaba a Europa, España se anclaba a la radio analógica. Lo hacía gracias al EGM y todo lo que representa el estudio de audiencias en la cultura radiofónica desde hace 50 años (sin apenas cambios en su modelo de encuesta). El reparto publicitario depende de esos datos cuatrimestrales y ninguna emisora estaba dispuesta a arriesgar su cuenta de resultados por unos datos de audiencia más reales. Conocer qué escucha cada español cada 120 días y que eso dependa de la memoria de lo que escuchó la víspera no parece un método muy válido en la era de las audiencias rápidas. La tecnología permite conocer gran cantidad de información sobre los hábitos de uso y consumo al instante. Pero la radio fue reacia. Más vale lo malo conocido…
Noruega completó en 2017 su paso al DAB+ (la misma tecnología pero mejorada). Y 26 países de la Unión Europea de Radiodifusión tienen implantado el DAB o el DAB+ desde hace años. España sigue emitiendo incluso en AM, las concesiones dependen de interminables actos de burocracia y ‘dedocracia’, siguen existiendo emisoras en un vacío legal y los oyentes de Logroño, por ejemplo, dependen de apenas una o dos encuestas para saber qué escuchan en toda la provincia.
La radio por internet ha sido la ventana digital que ha abierto España. Era fácil. Emitir por internet y con todas las facilidades que ofrece la red, ampliado al maravilloso mundo de los podcast que permiten descentralizar la escucha y apostar por formatos nuevos, pero sin presencia real en el EGM. Al Estudio General de Medios y al chiringuito comercial que tienen montado no les hace mucha gracia que se tengan en cuenta estos datos tan precisos; es cierto que los incluye desde la primera oleada de 2018, pero con su arcaico mecanismo de preguntar al encuestado si escucha radio en podcast en lugar de ir al dato preciso de las descargas y el tiempo de escucha.
Los móviles son en España lo que las radios DAB al resto de Europa. Es más, la gran mayoría de móviles tienen desactivado el chip FM en favor de la escucha de sus servicios musicales o de radio online. Y no tiene pinta de que vayan a ponerlos en marcha otra vez por mucho que España insista en su modelo analógico.
Y así se dibuja el presente de la radio en España. El medio con más historia y credibilidad, el más inmediato y el más creativo se deshilacha en formatos primitivos y se olvida de la audiencia. La radio que no hace justicia a lo que fue y que ahora vive a la sombra de unas audiencias irreales.