José María Legorburu | 25 de marzo de 2017
Se cumplen ochenta años de las primeras emisiones de Radio Nacional de España (RNE); para las generaciones de ciudadanos nacidos desde la posguerra a nuestros días, la radio pública de nuestro país y, por lo tanto, nacional, es decir, la radio del Estado.
Y así lo es hoy en día, gracias al trabajo de sucesivas generaciones de profesionales que la han ido edificando, independientemente del régimen imperante o de los gobernantes de turno; en suma, nacional como sinónimo de estatal.
Pero lo cierto, así lo recordó hace unos años en plan revanchista y sin pena ni gloria la hoy diluida Izquierda Unida con afán de cambiar su nombre, es que ese adjetivo no hacía referencia inicialmente al carácter público de esta suma de cadenas radiofónicas, sino a su mismo origen, pues fue fundada en el seno del bando nacional en plena Guerra Civil.
En las décadas de los 40 y 50, los gobiernos del franquismo fueron mejorando las instalaciones y los equipamientos, así como la dotación de personal de RNE
Fueron los asesores de los regímenes nacionalsocialista alemán y fascista italiano los que persuadieron a Franco de que necesitaba de ella para obtener la victoria. Así, el 19 de enero de 1937, con el fundador de la Legión, José Millán Astray, al frente, nacía en Salamanca Radio Nacional de España.
Llegados a la posguerra, sus lacónicos partes de guerra se fueron enriqueciendo tanto en contenidos como en duración. Los españoles se acostumbraron a escuchar las noticias de la radio pública, independientemente de la emisora que sintonizaran pues, además de estar forzadas a la censura previa, todas estaban obligadas a conectar a toque de generala con los diarios hablados de las dos y media de la tarde y las diez de la noche, que para todos seguían siendo “el parte”.
Y así se sucedieron las décadas de los 40 y 50, en las que los gobiernos del franquismo fueron mejorando las instalaciones y los equipamientos, así como la dotación de personal de RNE. Abundó la profesionalidad, aunque la Cadena SER le ganaba por la mano en la batalla por la audiencia.
RNE se acercaba a la Cadena SER, aunque le ganaba el pulso en cuanto al fútbol por tener la exclusiva, además de por el buen hacer de Matías Prats
Los profesionales de la radio comercial habían tenido que doctorarse en entretenimiento, al estarles vetada la información y, en honor a la verdad, lo hicieron con sobresaliente cum laude.
La radio pública se acercaba algo a la Cadena SER en cuanto a la ficción sonora pero, invariablemente, Antonio G. Calderón se llevaba el gato al agua con los seriales y con su ‘Teatro del Aire’, imponiéndose al ‘Teatro Invisible’ de Radio Nacional de España.
En cambio, sí ganaba el pulso en la retransmisión de los partidos internacionales de fútbol, gracias ciertamente a que tenía la exclusiva, pero también al buen hacer de Matías Prats.
Tras la muerte de Franco, la radio pública perdió la primera batalla por un error de programación, al adelantar su diario hablado del mediodía a las dos, dejando el terreno libre a Iñaki Gabilondo y a la Cadena SER
La llegada, en los años 60, de la Frecuencia Modulada y el inteligente impulso que este sistema de transmisión recibió de las autoridades, supuso la aparición del segundo programa de RNE (1964), dedicado a la música culta y, más tarde (1967), del tercero, con un marcado carácter cultural. Era la tónica general entre todas las corporaciones públicas agrupadas en la Unión Europea de Radiodifusión (UER).
Eso y la orquesta y coro, a los que Dios guarde muchos años de los recortes. La única excepción a esta regla continental fue la puesta en marcha en 1960 de Radio Peninsular, musical y que incluía publicidad.
En los 70, el pulso que mantenía con la radio comercial se había extendido a la información. Aunque estaba expresamente prohibido, la Cadena SER incorporaba de soslayo noticias a sus programas. Lo venía haciendo con ‘Matinal’ e intensificó esta audaz práctica con ‘Hora 25’.
Como reacción, surgieron entonces en la radio pública espacios señeros, como ‘España a las 8’, con Victoriano Fernández Asís, o ‘Protagonistas’, con Luis del Olmo, y en la redacción se fue fraguando un equipo muy cualificado de profesionales.
Tras la muerte de Franco, la radio pública, omnipresente en la información durante lustros, perdió la primera batalla por un craso error de programación, al adelantar su diario hablado del mediodía a las dos, dejando el terreno libre a Iñaki Gabilondo y a la Cadena SER, que mantuvieron el horario del “parte” y con él, la audiencia.
A pesar de ello, en la Transición, RNE puso en antena programas como ‘Directo, directo’, con Alejo García, primero, y Julio César Iglesias, más tarde; o ’24 horas’, con Eduardo Sotillos, y tomaron nuevos bríos ‘Radiogaceta de los deportes’, con Juan Manuel Gozalo, y el ya mencionado ‘España a las 8’, con Manuel Antonio Rico.
Esta brillante página se fue al traste en la década de los 80 con la ley de incompatibilidades del primer gobierno socialista, que supuso la salida en 1983 de algunos de sus profesionales más populares, que engrosaron las filas de la Cadena SER o dieron impulso a la emergente Cadena COPE.
En el periodo del PSOE, la radio pública fue ordenada en cuatro cadenas, con un nuevo logotipo amarillo chillón: Radio 1, Radio 2, Radio 3 y, en algunas comunidades, Radio 4 (de estas, solo sobrevive, muy marginalmente, Ràdio 4 en Cataluña).
A estas se sumó Radio Exterior de España (REE). Otro fenómeno de esta etapa fue la agrupación en 1976 en Radiocadena Española (RCE) de las emisoras ligadas al Movimiento que habían menudeado durante la dictadura, en el afán de acaparar el espectro radioeléctrico: REM, CAR y CES.
El de la radio de la nación española es un concepto que, se diga lo que se diga, va mucho más allá de la radiodifusión y nunca debería pasar de moda
El proyecto, que incluía la comercialización publicitaria, terminó en 1988 con la absorción de sus postes por RNE junto con los de Radio Peninsular y su transformación en Radio 5, en un primer momento (1985), y en la emisora temática Radio 5 Todo Noticias, poco tiempo después (1994).
Esta configuración en cinco canales, más REE, ha permanecido así hasta nuestros días, como también el hecho de que la radio comercial la supere en número de oyentes en cada ola del Estudio General de Medios.
¿Tiene que ser líder en audiencia para cumplir con su encomienda de servicio público? No necesariamente, pero sí someterse a ese mandato escrupulosamente y –ojalá- con independencia de las autoridades, sirviendo a la sociedad que la promueve y la sostiene y haciendo honor a su carácter nacional, es decir, el de la radio de la nación española, un concepto que, se diga lo que se diga, va mucho más allá de la radiodifusión y nunca debe pasar de moda.