Idoia Salazar | 07 de marzo de 2017
De esta manera, en principio, se podría usurpar la identidad de los usuarios y vulnerar su privacidad. Según estos expertos, bastaría con tener un primer plano del dedo –de ahí el riesgo elevado del selfie– y una buena calidad de la fotografía para copiar las huellas y usarlas en cualquier dispositivo con seguridad biométrica, como móviles, tarjetas de banco o puertas de acceso. Así de fácil. Parece ser que no tiene ningún tipo de complicación.
Es todo una cuestión de conocimiento. De ser conscientes no solo de las enormes ventajas que nos ofrece la tecnología en la actualidad, sino también de sus riesgos
Viendo esto, los mismos investigadores que han realizado el estudio han desarrollado la solución. Consiste en una delgada lámina plástica transparente que puede colocarse sobre las huellas dactilares de ejecutivos o personas que quieran extremar sus precauciones, para que la luz refracte sobre los dedos y deje una mancha borrosa en su lugar. Como suele pasar en estos casos, lo importante es conocer los riesgos y poner soluciones… no rechazar la tecnología.
Las medidas de seguridad biométricas cuya plena eficiencia pone, una vez más, en duda este estudio, son cada vez más usadas para hábitos personales comunes. Lo que hace dos décadas aparecía en las películas de ciencia ficción ahora empieza a ser una realidad habitual. Cada vez son más las tarjetas de crédito que incorporan sensores de huella dactilar. Esta característica física, junto con la retina, el iris, las venas de la mano o la geometría de las palmas de la mano… Todos son patrones únicos e irrepetibles que nos identifican y nos distinguen. Los datos, al fin y al cabo, son datos; los hackers, si quieren, pueden descrifrarlos, incluso encriptados.
Por muchos cortafuegos (firewall) u otras medidas de seguridad que adopte un usuario o una empresa, siempre existirá cierto riesgo de intrusión y más teniendo en cuenta la avanzada tecnología e imaginación de los hackers en la actualidad. Pero la seguridad biométrica va unida directamente a la persona. Es intransferible y, por tanto, debería en principio ser la solución definitiva. Sin embargo, como indica este estudio, entre otros, no lo es al 100%. Los expertos del sector se decantan, en este aspecto, por una solución mixta en casos en los que sea necesaria una alta seguridad: una mezcla de varios dispositivos de seguridad biométrica –varias combinaciones– y de datos encriptados.
Hoy día, la mayoría de los usuarios están de acuerdo en la falta de seguridad y privacidad que hay en Internet. Cada vez se oyen más casos de usurpaciones de identidad en la red, de difusión desautorizada de imágenes y de datos personales y profesionales. Está a la orden del día. Las redes sociales han hecho que este fenómeno se incremente aun más. Aprovechamos al máximo las características intrínsecas de Internet de instantaneidad y anonimato para publicar, a veces sin medida ni conocimiento consciente de hasta dónde puede llegar lo que publicamos… si cae en manos indebidas.
Cuando usamos el wifi público de cualquier establecimiento para conectarnos a Internet a través del móvil, ¿sabemos que somos el cebo perfecto para los hackers?
El riesgo existe, pero en el furor del momento en el que todo nuestro interés está en compartir momentos especiales o interesantes rara vez se tiene en cuenta. Y es que muchos usuarios aún no son conscientes de la tremenda capacidad de difusión que tiene el medio que ellos utilizan con toda la confianza que les permite su instinto. Debemos tener en cuenta que hace algo más de veinte años eran muy pocos los afortunados que tenían acceso a Internet. En un periodo muy corto de tiempo hemos tenido que habituarnos a la mayor revolución tecnológica de la Historia, con implicaciones personales y laborales sin precedentes. Es completamente lógica cierta desorientación, cierto tiempo de adaptación y de asentamiento.
Charles Darwin decía: «No es el más fuerte ni el más inteligente el que sobrevive, sino aquel que se adapta a los cambios». Es difícil, y más si los cambios se producen bruscamente, pero ahí está nuestra capacidad de asimilación de nuevo conocimiento.
Siguiendo esta línea, ¿el usuario de Internet sabe el potencial del medio en el que publica? Cuando sube una foto de su familia o amigos a Facebook, ¿es consciente de que cualquiera puede identificarlos gracias a sus herramientas de reconocimiento facial o geolocalizarlos? Cuando usamos el wifi público de cualquier establecimiento para conectarnos a Internet a través del móvil, ¿sabemos que somos el cebo perfecto para los hackers, cuyas aplicaciones –a través de esta línea– son capaces de acceder a todos nuestros contactos, contraseñas o datos bancarios guardados en el teléfono? ¿Somos, en realidad, conscientes de todo esto en nuestra acelerada rutina?
Ahora, WhatsApp ha comunicado que sus futuras actualizaciones incluirán la opción de geolocalización de los contactos incluidos en los grupos. Podrás saber dónde se encuentran cada uno de ellos, con sus ventajas e inconvenientes. En principio, se trataría simplemente de una opción que se puede activar o desactivar en función de los intereses de cada uno… si se es consciente de ello.
Es todo una cuestión de conocimiento. De ser conscientes no solo de las enormes ventajas que nos ofrece la tecnología en la actualidad, sino también de sus riesgos. Es nuestra opción, nosotros elegimos, nadie nos obliga. Si nos olvidamos de ello, nos atendremos a las consecuencias y nadie será el culpable, más allá de nosotros mismos.