Elena Cebrián | 22 de mayo de 2018
Tom Wolfe sería al nuevo periodismo lo que André Bretón al surrealismo: ninguno de los dos está en el origen del movimiento con el que sus nombres se asocian y ninguno de los dos sería su figura estelar; sí que son, en cambio, quienes lo vertebran y le dan una estructura más o menos formal. Lo que Bretón hizo en 1924 en El Manifiesto Surrealista, Wolfe lo hizo en 1973 con su libro El Nuevo Periodismo: señalar una nueva forma de afrontar la realidad -la actualidad en el caso de Wolfe- y delimitar los componentes de la corriente. Y no debió hacerlo mal el americano porque, 45 años después de la publicación, su libro es un clásico de consulta en todas las facultades de Periodismo, y en los últimos días ha sido el recurso común en todos sus obituarios.
La parte más sugerente del libro de Wolfe, retomado hoy, es la que define el sentido y el estilo del nuevo periodismo apuntando nuevas líneas de trabajo en el escenario de una información profundamente burocratizada y sometida a la tiranía del objetivismo. Wolfe propone estar donde pasaban las cosas, “tomar contacto con completos desconocidos, meterse en sus vidas de alguna manera, hacer preguntas a las que no tenías derecho natural a tener respuesta, pretender ver cosas que no se tenían por qué ver”. En la época de las ruedas de prensa con plasma, de las fuentes con agendas ocultas que se materializan en estrategias profesionalizadas de comunicación y de las redacciones en parques empresariales alejadas físicamente de todo y de todos, merece la pena que el periodismo retome contacto con los protagonistas de la actualidad y la práctica de las preguntas inoportunas.
Bajo el imperio del big data, también merece la pena leer cómo Wolfe reivindica la búsqueda del significado de los acontecimientos: “Cuando se pasa del reportaje de periódico a esta nueva forma de periodismo, como yo y muchos otros hicimos, se descubre que la unidad fundamental de trabajo no es ya el dato, la pieza de información, sino la escena” y entonces, según Tom Wolfe, el escenario profesional cambia, “tu problema principal como reportero es, sencillamente, que consigas permanecer con la persona sobre la que vas a escribir el tiempo suficiente para que las escenas tengan lugar ante tus propios ojos”.
Es probable que el nuevo periodismo muriera de éxito, ante los numerosos problemas de verificación que se le fueron planteando según se iban generalizando estas narrativas de la información basadas en escenas que tuvieran lugar ante los ojos del reportero. Y quizás el tiro de gracia se lo diera Janet Cooke cuando tuvo que devolver su Pulitzer y reconocer que Jimmy -el niño toxicómano de su reportaje- no existía, sino que estaba basado en personas y situaciones que había conocido a lo largo la investigación. Que Jimmy, en definitiva, era una escena recreada. Pero hoy no estamos mejor: el mundo digital impone a los periodistas tiempos muy breves para difundir y actualizar la información, reduciendo los plazos para una verificación de calidad, además de que la sociedad se desenvuelve sin complejos en la niebla de la posverdad y las fake news. “La gente se fía más del que te chiva algo al oído que de la palabra impresa”, asumía Wolfe en su última visita a España en 2013.
Buen periodismo y sólidos informadores son el antídoto contra las ‘fake news’ y la posverdad
Por sus requerimientos, el nuevo periodismo no cabía en textos pequeños y tuvo que mudarse de las noticias a los reportajes, primero, y a los libros, después, algo que en tiempos de 140 caracteres parece difícilmente manejable. En 2013, Wolfe reconocía en varias entrevistas ser consciente de la dificultad de que hoy se leyeran hasta el final reportajes amplios como los de sus compañeros de corriente, a la vez que apuntaba uno de los dramas actuales en los medios: “Ahora no se podrían pagar las dietas y salarios que requería una buena pieza de Nuevo Periodismo de aquella época” Aquello era un producto para públicos que demandaban información en profundidad; cabe preguntarse qué información demandamos hoy y, aterrizándolo en los problemas de financiación de los medios digitales y tradicionales, si estaríamos dispuestos a pagar lo que cuesta.
Retomar El Nuevo Periodismo de Tom Wolfe estos días a través de los obituarios, definitivamente, da que pensar sobre el nuevo periodismo que nos está llegando.