Bieito Rubido | 02 de marzo de 2021
Está claro que José Ricardo de Prada, por sus simpatías políticas, está inhabilitado para juzgar al ochenta por ciento de la población española.
El periodismo está cambiando tanto que ahora las preguntas se las hacemos nosotros a los lectores. Avalado por esta nueva corriente, me atrevo a plantearles la siguiente cuestión: ¿no les extraña que el PSOE quiera recompensar a José Ricardo de Prada, el magistrado que coló extemporánea e inopinadamente una frase en medio de mil folios de una sentencia de la Gürtel? Esa frase, que el Tribunal Supremo ya determinó que no era pertinente en el texto, le sirvió a Sánchez -¡oh, casualidad!- para presentar una moción de censura que apoyaron unos cuantos partidos, entre ellos Ciudadanos y, por supuesto, todas las excrecencias de filoetarras y golpistas catalanes. Y es que en esa melé es por donde anda un personaje como De Prada. Un juez que atacaba a la Guardia Civil frente a los etarras o que justificaba determinadas connivencias con los aberzales. Está claro que De Prada, por sus simpatías políticas, está inhabilitado para juzgar al ochenta por ciento de la población española. Desde luego, no era el hombre idóneo para estar en aquel Tribunal, donde otro compañero se pasó toda la vista durmiendo. ¡Cómo está la Justicia!
Vuelvo a la pregunta. ¿Les extraña que el PSOE sanchista ponga tanto empeño en promocionar a José Ricardo de Prada, quien, por cierto, presumía ante jóvenes periodistas de ser el verdugo de Rajoy? Tal vez la democracia española tenga algunas fallas, aunque no tantas como las de Iglesias Turrión con los huidos de la Justicia. Pero sí es cierto que la advertencia de ayer sobre el Consejo de Estado acerca de las ayudas europeas, el aviso del Consejo del Poder Judicial sobre la ley del «sí es sí», que arrasa con la presunción de inocencia, y finalmente este empeño en colocar a un juez que fue corregido severamente por el Tribunal Supremo, sitúan a nuestra democracia a los pies de los caballos. No por culpa de quienes creemos en ella y la defendemos. Al contrario, el deterioro de nuestra democracia viene por esa izquierda rupturista que, invocándola, quieren convertirla en totalitarismo, donde hacer de su capa un sayo.
Hemos tomado el camino aparentemente más cómodo pero que lleva a Occidente, y muy especialmente a España, al suicidio: no tener hijos.
Hay más hambre que nunca, más colas reclamando alimentos que nunca, más parados que nunca, más jóvenes sin futuro…