Bieito Rubido | 04 de enero de 2021
Que nadie se equivoque, lo mejor que tiene España es su paisanaje, mientras que las élites son deplorables. Padecemos la peor clase política en muchos años.
En España, en nuestra nación, en nuestro país, quienes se han portado bien han sido los ciudadanos anónimos de a pie, los de la calle, la gente ‘normal’: la que madruga para trabajar, la que trasnocha para que otros vivan seguros…, los que hacen guardias, los sanitarios, los panaderos, los taxistas, los autónomos, las religiosas silenciosas que cuidan a los ancianos, los pequeños empresarios, los hosteleros que mantienen abierto, los profesores que querían dar clase, los peluqueros, los empleados de los supermercados… aquí quien se portó bien ha sido el pueblo, la gente sencilla, por eso el país funciona y por eso no arden las calles. Que nadie se equivoque, lo mejor que tiene España es su paisanaje, mientras que las élites son deplorables. Padecemos la peor clase política en muchos años. La calidad y formación de los dirigentes de los partidos ha empeorado notablemente.
La humildad ha desaparecido como valor entre esa oligarquía que ha esclerotizado los valores morales y los principios que tanto nos ayudaron en el pasado. Los gobernantes actuales son fundamentalmente soberbios y escasamente formados; pero su mayor defecto, al menos desde mi punto de vista, es su incapacidad para empatizar con esos ciudadanos que de verdad han sido durante todo el 2020 la gloria de la nación española.
Es difícil saber lo que nos depara el nuevo año. El futuro, por definición, siempre es incierto. Dos ideas, sin embargo, nos sirven para entender lo que está ocurriendo en España y que tanto asusta a la inmensa mayoría de la sociedad: la primera de ellas es que hay un evidente repliegue de la propia sociedad y de los valores democráticos; la segunda, que solo el buen tono y ponderación de los ciudadanos no deteriora más la situación. Por eso mantengo en pie mi visión optimista para el año que comienza, ya que creo que seremos la gente anónima de la calle quienes saquemos al país del atolladero en que se encuentra.
Tenemos la esperanza de que Salvador Illa se haya dado un baño de realismo sobre la España fáctica, la real, y que desde esa experiencia reoriente a una sociedad que el independentismo ha enajenado.
Pilar Cancela, una diputada gallega de notable indigencia intelectual, nos agravia diciendo que el Gobierno de Sánchez nos ha comprado las vacunas.