Bieito Rubido | 08 de abril de 2021
Ayer la extrema izquierda vino a demostrar que no tiene ninguna propuesta para la ciudadanía madrileña salvo la intimidación. Cada día, Podemos se parece más al chavismo matón de Venezuela.
Comienza a ser inquietante la violencia física, cada día más frecuente en la vida política española. La extrema izquierda alardea de ella y ayer nos volvió a mostrar su turbador rostro. No solo boicoteó con piedras un acto legal y libre de Vox, sino con lanzó objetos, cantó eslóganes con contenido claramente delictivo y lo peor es que uno de sus dirigentes, el hispano–argentino Echenique, lo justificó. La violencia en política es la mayor demostración de la escasa convicción en las ideas propias y del gran temor por los postulados y las palabras del oponente. Ayer la extrema izquierda vino a demostrar que no tiene ninguna propuesta para la ciudadanía madrileña salvo la intimidación. Cada día que pasa, Podemos se parece más al chavismo matón de Venezuela.
Cometeríamos un error si creyésemos que ese odio destilado en amenazas y pedradas de la extrema izquierda va solo contra Vox. Cada vez que agreden a un dirigente de Vox o boicotean un acto de esta formación están hiriendo de muerte a la vida democrática de todos los españoles. No se puede considerar como algo normal lo que ayer sucedió en Vallecas. Hoy le ocurre a la formación de Santiago Abascal, mañana a cualquier otro y el imperio de la ley, que es lo que representa la democracia, se va por el desagüe ante la indiferencia, cuando no la satisfacción y complicidad silenciosa, de la Administración socialista.
Desde aquí me gustaría reclamarle al ministro del Interior, el antiguo juez Marlaska, que investigue no solo a los protagonistas de los altercados de ayer en Vallecas, sino también a quienes gritaron a Iglesias Turrión en Coslada o al autor del incendio de las vitrinas de la sede de Podemos en Cartagena. Nos quedaremos todos más tranquilos. Porque algo huele mal en esos actos y los ciudadanos tenemos derecho a saber. Al menos, mientras España sea una democracia y no una satrapía comunista.
Sánchez e Iglesias han irrumpido en la campaña para llenarla de su fango sectario y ocultar los debates que de verdad interesan a los madrileños.
Sánchez, cada vez que trata de vituperar aquella fotografía, aquel acto que representa la defensa de la unidad de España, viene a demostrar que no cree en los valores que alientan una sociedad libre.