Bieito Rubido | 09 de marzo de 2021
El futuro es mujer, pero también hombre. Solo en esa complementariedad que la mano de Dios nos otorgó podremos avanzar en la dirección adecuada.
En la mañana de ayer tuve la curiosidad de visitar la versión digital de algunos de los más significados diarios extranjeros. Me sorprendió el escaso espacio que dedicaban a la jornada del 8M, que en su idea primigenia estaba orientada a homenajear a las mujeres trabajadoras. En realidad, todas las mujeres, de una u otra forma, son trabajadoras. Todas merecían ayer nuestro aplauso y nuestro respeto. En la sociedad moderna no se puede hablar de un machismo imperante porque esto ya no es así. Da la impresión de que en nuestro país el asunto ocupa y preocupa mucho más que en Francia o Reino Unido, por poner dos ejemplos, aunque hay muchos más. En España, este movimiento se ha convertido en una ideología con la que volver a enfrentar a una parte de la opinión pública con la otra. Lo más grave de este Gobierno rupturista es la imposición de determinadas doctrinas desde el Estado; con el dinero de todos nosotros. Por eso es el momento de reaccionar y comenzar a dar la batalla de las ideas: la batalla cultural.
Siento un inmenso amor por unas cuantas mujeres. Mi hija, mis nietas, mi madre, mis hermanas y otras muchas que me han acompañado y ayudado en el difícil, pero también hermoso, camino de la vida. No puedo entender mi existencia sin ellas. De hecho, no estaría aquí si no fuera precisamente por una mujer. Me considero persona no sospechosa de antifeminismo, pero no estoy dispuesto a aceptar la imposición de un paradigma feminista a imagen y semejanza del machista que dicen combatir. El hombre no es el enemigo de la mujer y solo desde el ejemplo de relaciones positivas y fraternales se puede avanzar hacia una sociedad mejor.
La mujer ha alcanzado metas que eran impensables hace años. Llegará más y más lejos. El futuro es mujer, pero también hombre. Solo así, en esa complementariedad que la mano de Dios nos otorgó, podremos avanzar en la dirección adecuada. El resto, ese pseudofeminismo que criminaliza al hombre por el mero hecho de haber nacido varón, es simplemente odio y resentimiento.
La oferta televisiva de este país está orientada, salvo alguna excepción, a mayor gloria de la izquierda y la extrema izquierda y a sus valores y principios políticos.
La derecha, no se sabe muy bien por qué extraña razón oculta, abandona la batalla cultural. Es esa dejación la que explica gran parte del desnorte actual de la sociedad española.