Bieito Rubido | 09 de abril de 2021
Cada vez que Pedro Sánchez aparece con su aire impostado de torero triunfador, nuevo desastre. Cuando dice algo, es que va a ocurrir lo contrario.
Hace tiempo que mantengo que Pedro Sánchez es gafe. Desde que llegó al poder, todo son desgracias para los españoles. Para él no, claro, jamás creyó poder llegar a donde está. Al resto nos va fatal y él se empeña en que nos vaya aún peor. Cada vez que habla y aparece con su aire impostado de torero triunfador, nuevo desastre. En junio del año pasado habíamos vencido al virus, según él. En otoño nos anunció la recuperación económica y un plan de vacunación. El martes daba por hecho que en agosto, todos vacunados. Su palabra, y de eso sí que ya tenemos constancia, vale muy poco. Cuando dice algo, es que va a ocurrir lo contrario. Y cuando un país padece a un gobernante así, lo mejor es que la fuerza de los votos proceda a su relevo. Tal vez las elecciones del próximo 4 de mayo anticipen ese sano cambio de guardia en la Moncloa; aunque, conociéndolo y sabiendo cuál es su sentido de la dignidad, mucho me temo que se agarrará a la silla como a un clavo ardiendo hasta que el plazo legal y la voluntad democrática de la ciudadanía lo obligue a marcharse.
Sánchez es un hombre de silencios prolongados, sobre todo cuando los hechos evidencian los desastres de su gestión. No es hermético por voluntad propia, lo es por estrategia, por cálculo egoísta. Cuando el año pasado se creyó victorioso en el arranque del confinamiento, nos atizó unas turras importantes. Pero ese minúsculo y casi invisible enemigo llamado covid-19 ha puesto a este petulante en su sitio y por eso solo aparece cuando cree que puede presumir de algo. La desgracia es que el maleficio lo acompaña. Fue hablar Sánchez de las vacunas y armarse un lío de confusión impresionante, hasta el punto que ya no sabemos si vacunarse es bueno o malo.
Cuando Sánchez vio que él no vencía al covid-19, dejó la gobernanza a 17 autonomías distintas, pero sin herramientas ni criterios. Palos de ciego ha sido lo que todos han dado, lo que todos hemos dado. El covid nos ha situado en nuestro justo lugar. A Sánchez más que a nadie. Por eso su palabra vale tan poco.
Ayer la extrema izquierda vino a demostrar que no tiene ninguna propuesta para la ciudadanía madrileña salvo la intimidación. Cada día, Podemos se parece más al chavismo matón de Venezuela.
Sánchez e Iglesias han irrumpido en la campaña para llenarla de su fango sectario y ocultar los debates que de verdad interesan a los madrileños.