Bieito Rubido | 12 de mayo de 2021
Sánchez y su troupe tienden a la nada en la gestión, sobre todo en la acción de gobierno bienintencionada. Les gusta más la propaganda, la prosopopeya, invocar palabras nuevas…
Viendo el espectáculo de la falta de criterio jurídico que las autoridades –autonómicas y centrales— están evidenciando a la hora de organizar a la sociedad en tiempos de la covid, a uno le asalta la duda de si no estaremos en manos de los gobernantes más perezosos de la historia reciente. Si no fuese por los atropellos de la Ley Celaá y la de la eutanasia, yo casi me alegraría de la vagancia que caracteriza al Ejecutivo que preside Sánchez. Para ser haragán no es necesario que te adornen muchas virtudes. Basta con no hacer nada, instalarse en la inacción. Hasta es posible que el tiempo termine solucionando el problema. Aunque no lo crean, eso es más frecuente de lo que mucha gente piensa. Sánchez y su troupe tienden a la nada en la gestión, sobre todo en la acción de gobierno bienintencionada. Les gusta más la propaganda, la prosopopeya, invocar palabras nuevas…
En la primavera del año pasado nos habían prometido que elaborarían una ley que regulase el comportamiento de los ciudadanos durante los tiempos de pandemia y evitar así la excepcionalidad del estado de alarma. Han tenido prácticamente doce meses para ello y del parto de los montes nos salió un ratón. Un ratoncito que viene a decir que se arregle cada autonomía como pueda y que los jueces decidan, e incluso establezcan jurisprudencia al respecto. ¡Hombre, no! Eso le corresponde al Parlamento. La división de poderes es una de las vigas maestras del andamiaje de la democracia.
Un gobierno sin más intención que la de dividir a la sociedad con leyes como la de la Memoria Histórica o iniciativas como la de la Comisión de la Verdad es un peligro para el conjunto de los ciudadanos. Aquí tienen un buen ejemplo para entender lo tóxico que resulta el estilo sanchista. Legislar para el bien común, como sería la elaboración del texto legal que ahora todos demandan, es engorroso, trabajoso e impopular. Enfrentar a la ciudadanía con iniciativas innecesarias no solo es tarea inútil, sino también una máquina de generar confrontación. Los buenos gobiernos unen a sus ciudadanos, los malos los enfrentan.
Detrás del traspaso de la competencia de prisiones al País Vasco está el pago a un apoyo a la moción de censura y la ignominia de querer hacer la vida agradable a una banda asesinos.
Ha decaído el estado de alarma, pero persiste la amenaza. Queremos libertad, pero debemos evidenciar una madurez cívica.