Bieito Rubido | 12 de noviembre de 2020
España cuenta con un pueblo extraordinario y con unas élites deplorables y eso explica muchas de las cosas que están ocurriendo.
Francia, nuestra vecina del norte, suele ser definida como un pueblo mediocre al que salva una élite excepcional. A España le ocurre exactamente lo contrario. Cuenta con un pueblo extraordinario y con unas élites deplorables y eso explica muchas de las cosas que están ocurriendo. La ciudadanía española que asombraba al mundo con un crecimiento espectacular en la época de Aznar era la misma que formaba las colas del hambre y del paro en el final de zapaterismo. La calidad de nuestros dirigentes ha bajado a mínimos históricos. Ninguno de los líderes de los distintos partidos que están en liza en estos momentos en España ha trabajado nunca al margen de la política. ¿Es esto positivo? Dejo, como siempre, a la inteligencia del lector la respuesta a esta pregunta.
Esa caída de calidad de los perfiles de los dirigentes políticos se extiende también a otros ámbitos. En España apenas hay grandes empresarios. Fundamentalmente hay directivos. Eso también explica el escaso compromiso con el futuro del país por parte de esa clase dirigente económica. Están instalados en el cortoplacismo. De nuevo la élite económica deja mucho que desear. No ve más allá de la hoja Excel del ejercicio presente. Por eso la visión de la mayoría de los medios está orientada a la izquierda y por eso se jalea el caciquismo que deriva de los taifas autonómicos. No seré yo quien se oponga a la España de las autonomías, pero admitamos que una reconsideración de algunos aspectos del modelo no estaría mal.
Pierda toda esperanza el lector: las élites en este país –política, económica, sindical, cultural, deportiva…- son extractivas y cero comprometidas con el bien común. Hasta puede que tengamos suerte y ese líder culto, honesto y responsable está ahora mismo en un aula de primaria de nuestro también deplorable sistema educativo.
No nos está permitido elegir el tiempo que nos toca vivir, el de la covid y el neocomunismo rancio, pero sí actuar para poder cambiar las cosas.
No creo que el sanchismo esté dispuesto a ese nivel de concordia que permita el diálogo o acepte otra cosa que no sea su verdad.