Bieito Rubido | 14 de diciembre de 2020
Donald Trump, con su última decisión de reconocer la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara, ha dejado a la diplomacia española una vez más fuera de juego y con ello le ha mostrado a Marruecos nuestra vulnerabilidad.
El catálogo de evidencias sobre la impericia de Sánchez para gobernar desbordaría los límites ya no de este comentario, sino de toda la página web. No hemos tenido suerte en este sentido. Los dos últimos presidentes que el PSOE ha ofrecido a los españoles son personas con evidentes fallas intelectuales y de formación. No es cierto, como decía Zapatero, que cualquier español puede llegar a ser presidente. Cuando eso ocurre algo está funcionando mal en nuestro país. No se puede llegar a la Moncloa sin una visión geoestratégica para España, sin entender el papel de los países vecinos. Llegar a presidente del Gobierno sin haber estudiado adecuadamente la asignatura “Marruecos”, debería ser causa de suspenso con la opción de revalida en otra convocatoria. Pero la democracia tiene estas cosas, por ejemplo, que cualquier indocumentado pueda llegar a ser el interino en la Presidencia del Gobierno. Y de esa manera me temo que distinguirá quién es nuestro enemigo y quién nuestro aliado. Marruecos es tan complejo que casi no es ni una cosa ni la otra. En ocasiones es un vecino colaborador y en otras, una frontera inquietante, a apenas 14 kilómetros de Cádiz. Los marroquís, como en ocasiones los independentistas catalanes, huelen la debilidad de España, según el gobernante que está al frente, y aprovechan la coyuntura. Es algo recurrente en nuestra historia.
Ahora Donald Trump, con su última decisión de reconocer la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara, viejo pleito mal gestionado por nuestro país, ha dejado a la diplomacia española una vez más fuera de juego y con ello le ha mostrado a Marruecos nuestra vulnerabilidad. Marruecos es muy importante para España por muchas razones. No es Portugal ni Francia. Es una tierra lo suficientemente cercana e inquietante como para que cualquier presidente del Gobierno se lo tome muy en serio. Pero Sánchez en esto, como en otras cosas, se desliza entre la frivolidad y la osadía de la ignorancia.
La batalla cultural y propagandística de la izquierda rupturista que nos gobierna tiene a una parte de la sociedad española contra las cuerdas.
Sánchez ha logrado arrebatar a Zapatero el dudoso honor de ser el peor presidente de la reciente democracia española.