Bieito Rubido | 16 de marzo de 2021
El afán de notoriedad de Pablo Iglesias lo lleva a dejar el Gobierno y a creer que él puede derrotar a Isabel Díaz Ayuso, a quien la izquierda, con sus ataques contumaces, han convertido en un icono de la derecha y de la libertad.
Pablo Iglesias ha sorprendido a todos con su decisión de jugar la batalla de Madrid del próximo 4 de mayo. Aunque si uno se detiene a analizar los precedentes del sobrevalorado caudillo de la extrema izquierda, tampoco deberíamos asombrarnos demasiado. Puede que haya una razón oculta que ahora mismo no alcanzamos a vislumbrar, pero tiene que ser muy recóndita y esconder algo muy artero para que sea explicable desde la lógica política. A mí se me ocurren hasta tres motivos para explicar, nunca para justificar, la espantada al Gobierno de coalición y la irrupción en las próximas autonómicas madrileñas.
— Pablo Iglesias 🔻 (@PabloIglesias) March 15, 2021
La primera razón que encuentro para poder entender a Iglesias Turrión es su afán de notoriedad, su marcado narcisismo, que lo lleva a creer que él puede derrotar a Isabel Díaz Ayuso, a quien la izquierda, con sus ataques contumaces, han convertido en un icono de la derecha y de la libertad. Quiere volver a estar en el centro de la escena, que se hable de él. En segundo lugar, el líder de la extrema izquierda no estaba cómodo en las labores de gestión. En realidad, no hacía absolutamente nada. Hace once meses quiso encargarse de las residencias de mayores y solo pudo evidenciar su incompetencia. Era un vicepresidente sin función alguna salvo la agitación política. Finalmente, es posible que albergue la esperanza de evitar que la extrema izquierda, fraccionada en dos en Madrid, pueda salvarse por la polarización que él va a introducir en la campaña.
Que el enemigo siempre puede hacer algo por ti acaba de demostrarse en estos días. El Partido Popular, que había salido noqueado de Cataluña, ha sido repescado para el bipartidismo, que se va a imponer de nuevo gracias a los llamados partidos de ‘la nueva política’. Entre Ciudadanos y Podemos han dado una dosis de oxígeno a Pablo Casado y a su partido que, ciertamente, no esperaban. No hay un gurú político en España que pudiese diseñar una estrategia mejor para los intereses del PP. Ya comenté en varias ocasiones que los fontaneros de Moncloa están sobrevalorados y a medida que pasen los meses comprobarán que tengo razón.
¿Qué es Iglesias Turrión, al fin y al cabo? Un burgués al que las generaciones anteriores, incluido su abuelo converso, le dejaron un país tan democrático que un impostor como él, envuelto en papel comunista, quiere jugar a ser el perejil de todas las salsas
Isabel Díaz Ayuso ha resultado ser mejor política de lo que que algunos creían. Ha sabido rodearse de uno de los equipos más sólidos de gestión que hay ahora mismo en España. Algunos de sus consejeros son bastante mejores que la mayoría de los ministros de Sánchez, tanto en formación como en eficacia. Pero es que, además, Ayuso ha incidido en algo trascendental en estos momentos, la bandera de la libertad, que solo es defendida en nuestro país por el PP. Por eso va a ser muy interesante la confrontación de ideas entre ella y el candidato súbito de la extrema izquierda.
Uno de esos contrastes ideológicos ocurrirá cuando Iglesias trate de explicar a los madrileños, a los habitantes de esta ciudad liberal y abierta, que él en realidad no cree en España. Y no cree porque el himno es una pachanga fachosa, porque la bandera de esta nación es un trapo prescindible, porque en realidad Cataluña debería poder autodeterminarse como cualquier país tercermundista, o porque el huido de la justicia Carles Puigdemont es en realidad un exiliado. Quien colecciona ese catálogo de ideas sobre España, difícilmente podrá explicarles a los madrileños que él en realidad cree en Madrid.
Es cierto que una parte del electorado madrileño comparte las ideas del rancio y fracasado comunismo que Iglesias Turrión representa. Cierto. Pero no es menos cierto que cerca del setenta por ciento cree en la libertad, y ese va a ser el gran debate, como muy bien dijo Díaz Ayuso: comunismo o libertad. Ya saben lo que van a escoger los madrileños. Lo veremos la noche del 4 de mayo. Es un mes históricamente mágico para Madrid.
Para la actual presidenta y candidata del PP, la irrupción de Iglesias en las elecciones es un regalo que no podría esperar ni en el mejor de sus sueños. Gracias a ello, se va a imponer en muchos ciudadanos el imperativo del voto útil. Vox, que estaba en un irrefrenable ascenso en toda España, va a tener que ceder, aunque ellos no quieran, parte de su electorado a la candidata popular. Es inevitable. Se impone la eficacia del voto y Madrid se juega demasiado como para que por una sola papeleta pudiese formarse una coalición de izquierda rupturista como la que ya habita en el Gobierno central.
Si tratamos de entender y, por tanto, de explicar lo que se esconde detrás de la decisión del líder de Podemos, creo que hay un componente muy humano que suele estar detrás de muchas decisiones de este tipo. Su afán de notoriedad. Algo, por cierto, muy burgués. Pero ¿qué es Iglesias Turrión, al fin y al cabo? Un burgués al que las generaciones anteriores, incluido su abuelo converso, le dejaron un país tan democrático que un impostor como él, envuelto en papel comunista, quiere jugar a ser el perejil de todas las salsas. Al final, la explicación es una auténtica vulgaridad.
La coherencia y la fidelidad a unos principios ya no existe. Por eso Ciudadanos se deshace como un azucarillo y al PSOE actual no le sirven los valores de la izquierda tradicional.
La izquierda de la capital ya ha puesto en marcha sus trampas para que los madrileños no puedan hablar libremente en las urnas. Una decisión que evidencia el temor a una amplia victoria de Isabel Díaz Ayuso