Bieito Rubido | 28 de diciembre de 2020
La Corona está ante la peor de las trampas saduceas: sabe que necesita a los socialistas, pero estos se mantienen en esa media distancia en la que no se comprometen con la defensa de la Monarquía.
El discurso de Nochebuena del Rey ha batido todos los registros de audiencia con respecto a ediciones anteriores. Nada menos que el 70,8 por ciento de los televidentes lo siguieron. Siete de cada diez españoles que estaban ante el televisor vieron a Felipe VI, en total, algo más de doce millones de telespectadores. La popularidad del actual Rey está fuera de toda duda y la Monarquía no está considerada por los españoles como un problema, pues solo lo ve como tal un escaso uno por ciento de la población. Los datos estadísticos son muy tercos, pero la extrema izquierda sigue en su empeño de atacar a la institución. En realidad, ellos –Podemos, independentistas y filoterroristas— tienen otro objetivo: terminar con la Constitución del 78, para lo cual han encontrado una grieta por la que horadar el edifico constitucionalista, la conducta de don Juan Carlos. Está la extrema izquierda de este país como para dar lecciones.
El PSOE, por su parte, se mantiene en ese tramposo silencio que, de pascuas a ramos, y nunca mejor dicho, rompe Pedro Sánchez para afirmar que ellos apoyan la Monarquía. La Corona está ante la peor de las trampas saduceas: sabe que necesita a los socialistas -porque por supuesto tiene a su favor a todo el centro derecha—, pero estos se mantienen en esa media distancia en la que no se comprometen con la defensa de una institución que ahora mismo es la garantía del sistema político constitucional y democrático que nació en 1978. Sin ella, sin la Monarquía, el sistema sería otro, ya no sería el actual.
Los españoles parecen contentos, a tenor de las audiencias del discurso de Felipe VI y de las consultas del CIS. Todo lo demás es puro artificio, sobredimensionado para crear, una vez más, una polvareda mediática que tape los verdaderos problemas de los ciudadanos.
Nos faltan ansias de escalar cimas, de navegar por mares inexplorados, de llevar a nuestro país a lugares mejores.
La hostelería pide ayuda pero la clase política permanece sorda. Solo son vulnerables aquellos que han decidido las élites gobernantes.