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La vicepresidenta del Gobierno, Nadia Calviño, lamenta el nivel de tensión que acompaña a la vida política española y culpa a esta última de la escasa efectividad de la labor del Ejecutivo. Ante la reflexión de Calviño, la pregunta es: ¿quién cava la trinchera ideológica y de la crispación en España? La oposición se puede oponer, pero no tiene la iniciativa legislativa y menos la de gobernar. ¿A quién se le ocurrió sacar adelante sin debate alguno una ley de educación que condena a la desaparición a los centros de educación especial? ¿Quién está alineado con los herederos de ETA? ¿A quién le valen los votos de los golpistas de ERC? ¿Quién llama «ultras» a los ciudadanos que vivimos en Madrid y queremos más libertad? ¿Quién ataca a la lengua española, patrimonio común de todos? ¿Quién rescata una compañía aérea chavista y abandona a la hostelería? ¿Quién amenaza con la cárcel a la candidata del PP en Madrid? El rosario de preguntas se podría hacer más largo. Hay muchas cuestiones que inquietan a los españoles y que nadie responde.

Si Nadia Calviño se plantease esas preguntas y las respondiese, seguramente tendría la clave de por qué la vida política española está tan tensionada. ¿Fue tal vez el PP el que propuso retirar los nombres de Churruca y Gravina de las calles de Mallorca? ¿O corresponde a Vox la iniciativa de la memoria histórica, mal llamada democrática? Se puede gobernar un país, administrarlo, orientarlo hacia un futuro de progreso y convivencia sin necesidad de destilar tanta ideología negativa y tanto odio hacia una parte de la población.

Se puede ser adversario en política sin necesidad de ofender. Hay que evitar el agravio permanente hacia el otro sector de la ciudadanía. En eso se basa la democracia. Le recomiendo vivamente a Nadia Calviño que repase con serenidad y objetividad la hemeroteca de la vida política de España desde la moción de censura de mayo de 2018 hasta nuestros días. Tal vez encuentre la explicación a sus interrogantes.