Tomás Chivato | 02 de febrero de 2021
Alfonso Delgado Rubio dedicó su vida asistencial a los niños. Cumplió perfectamente los principios éticos de la profesión. Cuando pudo curó, en otras ocasiones alivió, consoló y siempre acompañó a los pequeños y a sus padres.
El pasado viernes 22 de enero por la tarde falleció, de forma súbita, nuestro querido catedrático de Pediatría de la Facultad de Medicina de la Universidad CEU San Pablo. Estamos todos consternados: profesores, alumnos y personal de administración y servicios. Es muy difícil resumir en unas líneas toda su actividad vital. Fue un gran médico que cumplió y destacó sobradamente en asistencia, docencia, investigación y gestión.
Indudablemente, lo echaremos de menos por su capacidad docente. Nos queda el consuelo de su magisterio, impartido durante tantos años. El profesor Delgado era muy exigente con los alumnos, que apreciaban su esfuerzo y dedicación en la preparación de cada clase que impartía. La relación con los alumnos se basaba en el respeto mutuo y tal es el cariño que le profesaban que ha llegado a ser padrino de alguna de las promociones de nuestra facultad. Antes de pertenecer a nuestro claustro, había sido profesor en Navarra y en Bilbao.
El profesor Delgado dedicó su vida asistencial a los niños. Cumplió perfectamente los principios éticos de la profesión. Cuando pudo curó, en otras ocasiones alivió, consoló y siempre acompañó a los pequeños y a sus padres. Fue jefe del Servicio de Pediatría del Hospital de Basurto, en Bilbao, y hasta el día de su muerte era director del Departamento de Pediatría de los Hospitales del Grupo HM.
El profesor Delgado generó mucho conocimiento científico. Sus innumerables publicaciones en revistas, sus numerosas comunicaciones a congresos nacionales e internacionales, sus libros y tratados de pediatría nos quedan para ser consultados. Estaba perfectamente adaptado a los tiempos actuales y con su actividad y curiosidad incansable estaba ya diseñando un interesante curso semipresencial.
Otra faceta relevante de la figura del profesor Delgado era de la de intentar mejorar la calidad de vida de los niños de países desfavorecidos económicamente. Sus viajes a África para colaborar en campañas de vacunación preventiva eran motivo de orgullo para el Departamento de Ciencias Médicas Clínicas y para toda la facultad. Siempre defendió la relevancia e importancia de la medicina preventiva y, en el caso de los niños, las vacunas salvan innumerables vidas.
Recibió numerosos premios y reconocimientos a lo largo de su vida. Disfrutaba estrechando lazos científicos con compañeros nacionales e internacionales. Sus amigos en Estados Unidos, Italia o Méjico, por dar tres ejemplos, eran, gracias a él, también nuestros amigos. Inolvidable la laudatio del profesor Delgado en la ceremonia de la investidura del profesor Bellanti como honoris causa de nuestra universidad.
Hombre amante de su familia. Su mujer, Eva, sus tres hijos, sus nietos, eran siempre motivo de conversación alegre con el profesor Delgado. Enamorado de su mujer y orgulloso de sus hijos, disfrutaba ahora de sus nietos. Brillaba en el profesor su pasión por España. Preocupado por la situación sanitaria debido a la pandemia, también estaba perfectamente al tanto de la complicada situación política, económica y social.
El profesor Delgado vive ahora en nuestros corazones, nuestra memoria, los genes de sus hijos y nietos, y seguro que desde el más allá continuará cuidando a los niños enfermos y acompañándonos a los que ya lo echamos de menos.
Descanse en paz nuestro querido profesor Delgado.
Respondemos a los dos grandes bulos sobre la vacuna contra el coronavirus.
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