Javier Pérez Castells | 02 de julio de 2020
La situación mundial de la pandemia está lejos de ser controlada y asistimos a una ola de preocupación creciente por los rebrotes. ¿Volveremos al confinamiento?
En los últimos días, hemos pasado de una situación general optimista respecto al desarrollo de la pandemia del coronavirus a una ola de preocupación creciente por culpa de los rebrotes. España ya ha contabilizado más de un centenar de rebrotes, de los cuales unos cuarenta están activos y preocupan once. En estos últimos se han detectado contagios locales importantes en torno a alguna empresa o familia. El problema más grave se sitúa en la frontera de Aragón con Cataluña, con 5 rebrotes cercanos y más de 300 casos. ¿Verdaderamente podemos llegar a volver al confinamiento? ¿Estamos retrocediendo?
La existencia de rebrotes es normal, por varias razones. Además de la relajación en las medidas de protección, del mayor contacto social por la recuperación parcial de la normalidad, hay razones en positivo para explicar tanto hallazgo de contagios. El sistema está mucho más alerta y preparado. La capacidad actual permite hacer hasta 100.000 test de PCR diarios. Hay rastreadores y mucha experiencia acumulada, de forma que ante el descubrimiento de una persona enferma se hace el test a todo su entorno y se detecta cualquier contagio, asintomático o no, acotando el rebrote y controlando la cuarentena de todos. Esta labor es esencial y se está haciendo bien.
Mientras el sistema no se sature, debemos preocuparnos pero no entrar en pánico. Las autoridades no son muy proclives a explicar cómo cursa la enfermedad de todos esos nuevos contagiados. Posiblemente, para evitar mayor relajación en la población. Lo cierto es que los contagiados asintomáticos son más del 60% (hace un par de meses eran el 37%) y que los que tienen síntomas son muy mayoritariamente leves. Apenas hay ingresos y cuando los hay son menos graves que antaño (personas que no hubieran podido ser ingresadas en los peores momentos de la pandemia). Si España estuviera aislada en el mundo, no cabría mucha más preocupación, siempre que sigamos respetando distancia y, si no es posible, usemos correctamente la mascarilla. Sin estadios llenos, manifestaciones y festivales es difícil que se descontrole la situación.
Pero la situación mundial de la pandemia está lejos de ser controlada. Siguiendo con su movimiento de este a oeste, los países más azotados son los americanos, si bien la India, Rusia y algunos países de Oriente Medio, así como África, siguen subiendo la pendiente de nuevos casos. La mortalidad en el mundo está más o menos estabilizada, pero en cifras aún muy altas (unos 4.000 fallecidos diarios).
La Unión Europea titubea con la apertura de fronteras y no acabo de entenderlo. Se debe permitir circular entre países con situación similar. Si Francia y España tienen un nivel de circulación del virus similar, intercambiar ciudadanos no aumenta el riesgo (si bien, en verano el balance probablemente será a favor de la entrada en España y eso nos hace arriesgar más a nosotros). Pero permitir que entren ciudadanos del continente americano o africano sin un estricto control es insensato. No vale un cuestionario y una toma de temperatura en el aeropuerto. La clave va a estar en el control de fronteras.
Y si la situación se desmanda, ¿qué ocurrirá? El dato más importante sería saber si verdaderamente el virus ha cambiado para ser menos agresivo o la mejoría en el curso de la enfermedad que se observa se debe, sencillamente, a la menor cantidad de partículas virales que circula. Los expertos se inclinan por lo segundo. Aducen que el virus no ha tenido tiempo de evolucionar genéticamente para dar variantes menos agresivas. En ese caso, es fundamental evitar que aumente la carga viral total. Pero con la detección temprana los nuevos tratamientos (el remdesivir está ya aprobado en Europa) y el aprendizaje que llevamos todos no parece probable volver a la situación de marzo.
Falta mucha información y, desde luego, los de la OMS no ayudan en nada. Hemos oído a representantes de la organización decir que cada vez veían menos probable una segunda ola y a otros anunciando que probablemente el coronavirus se comportaría como la gripe de 1918 y la segunda ola de otoño sería devastadora. ¿Cómo pueden personas con tantísima responsabilidad en el asunto más importante del mundo hacer declaraciones tan contrapuestas sin aportar pruebas y argumentos? Personalmente, soy mucho más de la opinión de que la segunda ola va a ser leve, básicamente porque este virus no es una gripe, sino un coronavirus y los otros dos que han pasado por la tierra han tenido un ciclo bastante corto.
Es cierto que en otoño puede haber problemas. Para empezar, por la confusión de síntomas con los pacientes que se infectan de la gripe estacional. Y porque es evidente que otro parón económico es suicida y ningún Gobierno se atrevería a hacerlo. Si suben los casos, habrá que hacer cosas diferentes. Por ejemplo, el confinamiento selectivo de la población vulnerable, permitiendo la actividad de los demás.
La explosión de la pandemia nos ha colocado a todos en una situación que no podíamos ni imaginar, lo que pone de manifiesto la necesidad de una reflexión seria y profunda acerca del valor de la vida.
La «necesidad de aportar algo positivo a esta crisis» ha llevado a la diseñadora Beatriz Peñalver a crear una colección de mascarillas solidarias. En ella está latente el espíritu luchador que llevamos dentro y que nos impulsa a seguir.