Carlos Chiclana | 05 de octubre de 2020
Mantener un criterio independiente de la cambiante legislación, las corrientes ideológicas u otras variables ayudará tanto al avance de la ciencia como al enriquecimiento de leyes o ideologías.
Se ha extendido la costumbre de utilizar indistintamente «sexo» y «género». ¿Son intercambiables? La OMS considera que no. Define ‘sexo’ como un conjunto de variables biológicas dependientes de cromosomas que muestran unos niveles hormonales y una anatomía particular. ‘Género’ se refiere a las atribuciones sobre el sexo con roles socialmente construidos, expresiones conductuales, identidad, etc.
Ante la «moda» de usarlos como sinónimos, investigadores e instituciones han propuesto guías para facilitar que el buen hacer científico no se vea alterado por ideologías, presiones mediáticas o sociales, moral, religión o intereses económicos. El National Institute of Health de Estados Unidos indicó que se ha de emplear la variable sexo como biológica y género como psicosocial. En Canadá, la financiación de estudios exige que se traten las variables sexo y género como diversas. También los investigadores abogan por analizar los datos por sexo, por género o por ambos.
Esto favorece la diversidad y la inclusividad en la clínica y en la investigación. No va en contra de nada ni de nadie. Sin más, es que son dos variables distintas. Podemos estar de acuerdo o no con estilos de vida, modos de relacionarse o conductas, pero si los científicos queremos trabajar con calidad y aportar conocimiento es necesario que trabajemos sobre la realidad.
Considerar que hombres y mujeres son iguales es muy loable desde una perspectiva moral o social, y es inaceptable desde una perspectiva biomédica
Las diferencias debidas al sexo son inmunes a cualquier ideología o interés sociocultural, porque se rigen por parámetros genéticos determinados biológicamente. Por ejemplo, un artículo publicado en Science (2020) por autores españoles muestra que el sexo influye en la expresión génica de casi cada tipo de tejido humano, en la respuesta a la medicación o el porcentaje de grasa corporal. Que el coronavirus afecta de manera diversa a hombres y mujeres debido al sexo es una realidad biológica, no una asignación social ni una apropiación del patriarcado que quiere ser protagonista.
Considerar que hombres y mujeres son iguales es muy loable desde una perspectiva moral o social, y es inaceptable desde una perspectiva biomédica. La organización de un sistema sanitario o de investigación que no tuviera en cuenta la diferente morbilidad, evolución o respuesta a tratamientos generaría sesgos.
También el género incide en los estudios científicos. Por ejemplo, hay estudios contradictorios sobre los programas de prevención del tabaquismo, si han de hacerse de manera distinta con chicos y chicas, debido a los diferentes motivos sociales por los que empiezan a fumar unos y otras. Suponer que hombres y mujeres están presionados y afectados por las mismas variables socioculturales puede generarnos un sesgo en investigación o en el modo de entender a quien nos solicita ayuda profesional. Los roles, estereotipos y mandatos de género pueden crear unas variables que incidan en la salud de las personas (dominancia-sumisión, poder-éxito, sobrecargas laborales y/o psicosociales, exigencias estéticas de belleza-fuerza, etc.).
Es necesario un debate calmado, respetuoso y científico, desprovisto de sectarismos, premisas radicales o ideologías no dialogantes
Sugiero algunas cuestiones que podrían ayudar a bien tratar a estas variables, tanto en el ámbito científico como en el de los medios de comunicación:
1.- Tratar las variables sexo y género como diversas y tener en cuenta las tasas y distribución de las enfermedades de acuerdo con estas.
2.- Atender a las influencias biológicas y las atribuciones, roles, estereotipos de género como variables significativas en el desarrollo, diagnóstico y tratamiento de las enfermedades y en las investigaciones científicas.
3.- No reducir los problemas de salud solo a variables biológicas o solo a las socio-culturo-ambientales.
4.- Incluir por igual, o de manera equilibrada según objetivos, a varones y mujeres en los ensayos clínicos. Recoger, analizar y comparar los datos según sexo y estudiar si las atribuciones de género pueden ser variables de confusión.
5.- Atender a variables sensibles, o específicas, de género, y a los sesgos de género que puedan darse en las preguntas e hipótesis de una investigación.
6.- Contextualizar los modos de enfermar, de prevenir o de promover la salud al contar con variables sociales, ambientales, políticas, de creencias (culturales, religiosas), económicas, etc.
7.- Conjugar el análisis cualitativo y el cuantitativo, para dar cabida a más factores que pueden influir.
8.- Reconocer los problemas de salud diferentes y/o específicos en hombres y mujeres, sin identificarlos, equipararlos o negarlos.
9.- Evitar la atribución masculina o femenina despectiva a determinados problemas de salud.
10.- Evitar un dicotomismo sexual absolutista que trate a hombres y mujeres como totalmente diferentes sin características comunes.
Para trabajar en innovar con perspectiva de género, es necesario tener en cuenta las diferencias e incluirlas, observar lo diverso y estudiarlo. Mantener un criterio científico y académico independiente de las cambiantes leyes, las corrientes ideológicas sociales o personales, u otras variables que puedan influir, ayudará tanto al avance de la ciencia como al enriquecimiento de leyes o ideologías. Es necesario un debate calmado, respetuoso y científico, desprovisto de sectarismos, premisas radicales o ideologías no dialogantes.
La Congregación para la Educación Católica publica un documento sobre la ideología de género.
El documento publicado por la Congregación para la Educación Católica aporta argumentos que destacan el valor de la familia y la formación cristiana.