Javier Pérez Castells | 09 de julio de 2020
La llegada del coronavirus ha hecho que aumentara la prisa y muchos trabajos se han publicado sin revisión. Es necesario que las editoriales establezcan filtros previos. Todo el sistema debería ser repensado.
Se ha producido recientemente un escándalo mayúsculo por la aparición de varios trabajos en revistas médicas de primer nivel que tuvieron que ser retirados posteriormente por evidentes sesgos y deficiencias. Uno de los estudios prometía que los fármacos que regulaban la presión arterial eran seguros para personas infectadas con coronavirus. Se publicó en The New England Journal of Medicine. Y el otro trataba de los peligros de utilizar los fármacos antimaláricos hidroxicloroquina y cloroquina. Según el estudio, estos fármacos ponían en riesgo la vida de los pacientes y debían prohibirse para el tratamiento de la COVID-19. Este último trabajo fue publicado en The Lancet. ¿Es el sistema de publicación científica otra víctima del coronavirus?
Muchos equipos de investigación en medicina darían cualquier cosa por publicar en estas dos revistas, fundadas a principios del siglo XIX y que gozan del máximo prestigio mundial. El sistema de publicación en ciencia se basa en la revisión por pares, es decir, por científicos especialistas del área de conocimiento de los trabajos que se envían. Las mejores revistas publican tan solo uno de cada 10 o 20 trabajos que reciben. Se supone que tienen los mejores revisores. El editor recibe los trabajos y selecciona entre 2 y 4 especialistas. Solo si todos los informes son positivos se aceptará el trabajo, normalmente tras modificarlo haciendo las mejoras y cambios de mayor o menor calado sugeridas en las evaluaciones. Los autores no conocen el nombre de los revisores, pero ellos sí saben el nombre de los autores. Con todos sus defectos, este sistema se parece a la democracia, es el peor posible con excepción de todos los demás.
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Que los revisores conozcan quienes son los autores de los trabajos dificulta la publicación de trabajos rompedores y perpetúa las élites, pero, al menos, al actuar en el anonimato pueden atreverse a criticar y rechazar cualquier trabajo por mucho que venga de los grandes referentes del área. Por otro lado, hay quien abusa del anonimato para ralentizar la publicación de resultados que compiten con sus propios trabajos o cobrarse venganzas. El editor y su equipo deben detectar estas situaciones y, con todo, el sistema ha funcionado satisfactoriamente hasta hace poco. La prueba es que la cosecha de citas (la cita de un trabajo por otros científicos es la medida más usada para demostrar la calidad y el impacto del mismo) suele corresponder con el prestigio de la revista y de los grupos de investigación.
Ya desde hace años, la multiplicación de revistas científicas, la aparición de las revistas basura y las crecientes prisas por acelerar el proceso de publicación han encendido las alarmas. La llegada de la pandemia del coronavirus ha hecho que esta necesidad de correr aumentara y muchos trabajos se han publicado sin revisión por pares para acelerar su posible utilización por la comunidad científica, aunque no es el caso de los dos estudios aludidos. El sistema parece haber colado trabajos de mala calidad por doquier y, lo que es peor, ha aparecido la mala praxis: plagio, falsificación y fabricación.
El documento retirado de The Lancet pretendía haber recabado datos médicos detallados de 96.000 pacientes con COVID-19, procedentes de unos 700 hospitales de todo el mundo. Es un estudio enorme, demasiado grande para que los revisores y el editor no se hubiesen alarmado al no haber oído hablar de él. Los autores fabricaron los datos. Por cierto, los efectos secundarios de la hidroxicloroquina son importantes y peligrosos, pero no se ha podido demostrar que empeoren en el caso de COVID-19. Hay bastante evidencia de mejoras en la enfermedad con este tratamiento, pero sin conocerse las causas. El decidido apoyo del presidente Donald Trump a este tratamiento puede haber tenido relación con la decisión de fabricar el falso estudio. La política contamina todo y la comunidad científica no está muy contenta con la Administración americana actual.
Volviendo al asunto que nos ocupa, el escándalo que se ha despertado no me parece una mala noticia. Puede poner el foco en el problema que existe actualmente con la publicación de los trabajos científicos. Quizá podamos reflexionar y mejorar las cosas, porque en los últimos años el sistema de revisión por pares está estallando por sus costuras.
Podemos citar los siguientes problemas:
El principal. La prisa. Actualmente, se considera uno de los mejores indicios de calidad en una revista el tardar poco tiempo en evaluar los trabajos. Las revistas atraen a los científicos con el reclamo de ver sus trabajos publicados en poco tiempo. Antiguamente, un estudio complejo podía tardar en revisarse y editarse hasta un año, dando varias semanas a los revisores para hacer su evaluación. Hoy se piden los informes en pocos días y se completa todo el proceso en menos de un mes.
Sobrecarga de trabajo en las editoriales, con la recepción de numerosos trabajos que hay que distribuir entre revisores adecuados y la necesidad de tomar decisiones con rapidez. A veces recibimos trabajos claramente ajenos a nuestra área de conocimiento.
El trabajo del revisor, no remunerado, y que requiere mucho tiempo. No es fácil negarse a revisar un trabajo de una gran revista y no siempre se dispone de tiempo. En ocasiones, la revisión se hace muy por encima, cuando no delegándola en colaboradores júnior.
Aparición de revistas de acceso abierto en las que se paga por publicar. El pago por publicar presiona a favor de la publicación y de la manga ancha a la hora de revisar los trabajos. El mercado es grande, el número de revistas inmenso, hay que sobrevivir y para ello hay que publicar trabajos. Las revistas en abierto gozan de mala fama, en la mayoría de los casos justificada. Pero la sociedad en general distingue mal y todo parece tener el sello científico que da acceso a la confianza ilimitada del público.
A raíz de los casos que hemos relatado, se introducirán nuevos controles. No es fácil detectar un trabajo enteramente fabricado, un revisor no está preparado para ello. Las editoriales tiene que establecer filtros previos. Pero todo el sistema debería ser repensado. Hay que sacar lo mejor de las situaciones difíciles y el coronavirus podría servir para dar una vuelta a un sistema que ha funcionado mucho tiempo, pero que podría reformarse para lograr formas más seguras y justas de hacer salir a la luz el trabajo del científico.
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