Javier Pérez Castells | 11 de diciembre de 2019
No ha aumentado el número de huracanes, pero sí parece haber un incremento en su potencia.
Entre los efectos del calentamiento climático a los que más se alude está el presunto aumento en el número y potencia de los huracanes. Las pérdidas humanas y materiales en zonas como el sur de Estados Unidos son enormes y las alarmas están encendidas. Resulta que esto también está en controversia y hay quien dice que las estadísticas están manipuladas y no existe un aumento real en el número de huracanes ni en su potencia.
Las tormentas tropicales y huracanes consiguen su energía del calor del océano. Es allí donde se acumula más del 90% del calor atrapado por el efecto invernadero. Si la temperatura del agua supera los 26oC en al menos 50 metros de profundidad, la cantidad de agua evaporada es tal que se empieza a formar una tormenta. Para que llegue a ser un huracán se debe dar una serie de requisitos adicionales, como vientos fríos en capas altas, humedad intensa y cercanía al ecuador. Esto último hace que la aceleración de Coriolis ayude a la rotación, que se debe originar en una zona de bajas presiones. Este cóctel es frecuente al final del verano en zonas subtropicales donde aparecen la mayoría de estos fenómenos, que se clasifican según su potencia en una escala de 1 a 5.
La pregunta es, pues, ¿qué parte de los desastres originados por los actuales huracanes es achacable al cambio climático? Para intentar responder, debemos desgranar el problema en varios aspectos que podrían aumentar los daños. Además del número total de ciclones, hay que estudiar la media de la potencia de los mismos y aspectos importantes como su velocidad y la cantidad de agua que descargan.
Entre los críticos con la alarma climática, se escucha con frecuencia que las estadísticas no muestran un aumento en el número de huracanes. Es complicado manejar datos antiguos y compararlos con los muy precisos y completos que tenemos ahora. Pero parece que en esto pueden tener razón. No es el número de huracanes lo que ha cambiado. Su fuerza parece que sí, aunque tampoco es del todo seguro. Hay un perceptible aumento en el número de huracanes de nivel 4 y 5. El problema es la alta variabilidad en el número de fenómenos de un año a otro y la corta extensión de las estadísticas fiables, como mucho hasta 1880.
Pero esta cuestión no termina aquí. Un trabajo reciente se fijaba en el movimiento de los huracanes. Resulta que se observa una tendencia a la disminución en la velocidad de avance de los huracanes y una mayor tendencia a detenerse. El estudio comprobaba que, cuando una de estas grandes tormentas se detiene, la cantidad de lluvia acumulada en la misma zona es mayor. Hay un descenso significativo de la velocidad media a partir de 1983 (alrededor de 3 km/hora menos) y una mayor tendencia a la detención, lo cual conlleva mayor cantidad de lluvia, que es uno de los motivos para agravar las consecuencias de estos fenómenos.
¿Por qué se produce esta disminución de la velocidad? Parece que los vientos que mueven las grandes tormentas y huracanes se sitúan en capas relativamente altas de la atmósfera y, por tanto, son vientos de largo alcance debidos a la diferencia de temperatura entre los polos y el trópico.
El calentamiento del planeta, que se percibe más en las zonas polares, hace que la diferencia de temperatura entre ambos lugares sea menor y, por tanto, el viento sea más lento. Esta es una explicación que no está totalmente contrastada, pero parece plausible. Es muy difícil de probar, porque la tecnología ha avanzado mucho y los datos que tenemos anteriores a los años 70 no son muy fiables.
Por lo que parece, no es que haya aumentado el número de huracanes, que es más o menos parecido a la primera mitad del siglo XX, pero sí parece haber un incremento en los que alcanzan el nivel cuatro y cinco y en la cantidad de lluvia que aportan, probablemente debido al descenso de la velocidad de movimiento.
Con el incontrovertible aumento de la temperatura de los océanos y un calentamiento que se percibe más en las zonas polares, parece que tenemos todo para una explicación aceptable de este incremento en la destrucción ocasionada por grandes tormentas y huracanes. Habrá quien diga que no hay una prueba totalmente fiable y científica del asunto pero, en fin, es verde y en botella.
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