José Luis Velayos | 15 de agosto de 2019
En la violación en grupo se produce un desequilibrio entre el aspecto emocional y el racional. Más que de solución, hay que hablar de prevención.
La violación está relacionada con una afectación de la corteza prefrontal.
La víctima queda marcada para toda su vida.
Se habla mucho de las violaciones en grupo. Seguramente siempre existieron. Pero, ¿por qué en estos días se habla tanto de este tema? ¿Es un tema recurrente? ¿Se trata de algo pasajero? ¿Por qué el hablar de determinadas cuestiones se pone de moda? Tanta información, y tan exhaustiva, ¿tiene alguna finalidad?
Las manadas están formadas por animales irracionales, animales de la misma especie que van juntos, o que se desplazan juntos. Esa es la definición. Y suele hablarse más frecuentemente de manadas en el caso de los cerdos. Es lógico que se denominen ‘manadas’ a los que violan en grupo. Su actuación es grupal, instintiva, irracional o, en todo caso, ejerciendo la razón de forma perversa, pero una razón que es individual, pues el grupo no piensa; el que piensa es el individuo.
¿Qué estructuras neurales se ponen en marcha en las violaciones en grupo? La violación tiene relación con determinadas estructuras neurales, como es el hipotálamo, la amígdala cerebral, la corteza prefrontal, tomando en consideración el asunto de forma personal, individual, como queda dicho.
La corteza prefrontal, del lóbulo frontal, está muy desarrollada en la especie humana, y está muy vinculada a la toma de decisiones y a la planificación de la conducta y previsión del futuro. Su volumen y conectividad son predominantes en el humano, en comparación con otras especies. Es una de las características del ser humano. La libertad, el autodominio, la inhibición de las conductas inapropiadas, la urbanidad, están en relación con esta corteza.
Los sujetos que padecen una lesión de esta zona se hacen desinhibidos, maleducados, groseros, aunque el cociente intelectual no se vea afectado. Precisamente en la vejez, en el Alzheimer, en el alcoholismo crónico, en la drogadicción, hay una afectación de tal zona del lóbulo frontal. En estas afecciones, por un lado camina lo emocional y por otro lo racional. Lo normal es que los dos aspectos estén integrados de forma equilibrada. Y en la violación hay un desequilibrio de tales asuntos.
La manada ejerce la razón de forma perversa, pero una razón que es individual, pues el grupo no piensa
Se puede decir que en las violaciones se desencadena una alteración de los mecanismos funcionales de la corteza prefrontal. Y en la violación en grupo se producen tales modificaciones en cada uno de los que perpetran el acto; en algunos de ellos, hay imitación, querer quedar bien, gran cobardía, mimetismo, poniéndose en marcha mecanismos neuronales de la corteza prefrontal de forma inusual, malsana, “desmadrada”, desordenada.
Por otra parte, la violación en “manada” tiene relación con estímulos previos, sobre todo visuales y auditivos, además del desbocamiento de la imaginación, la inundación hormonal del organismo, la pereza, el aburrimiento, el acomplejarse si no se imita la actuación de otros, la droga, el alcohol, etc., etc.
Es significativo el hecho de que adolescentes que caen en la drogadicción tienen un rendimiento académico deficiente. Y hay que destacar que la víctima queda marcada para toda su vida. En el caso de que haya un embarazo como consecuencia del abuso sexual, la víctima tendrá que sufrir en algunos casos la presión por parte de personas que le aconsejen el aborto, incluso por parte de sus propios familiares. El sufrimiento es grande.
La formación es una de las claves de la prevención
Como es lógico, se encadena una compleja serie de situaciones, daños, sinsabores, de los que no se suele hablar. Más que de solución, hay que hablar de prevención: templanza, humildad, solidaridad, caridad, oración, sacrificar el propio yo, saber decir que no, trabajo intenso, diálogo, compasión, y un largo etcétera. La formación es una de las claves. La familia, los educadores en general, tienen grandes responsabilidades.