Javier Pérez Castells | 16 de julio de 2019
Llegar a la Luna tuvo un coste altísimo para Estados Unidos. 50 años después del Apolo 11 se siguen recogiendo los frutos científicos de aquella misión.
Para mandar el Apolo 11 a poner dos hombres en la Luna trabajaron para la NASA cerca de 400.000 personas y se gastaron unos 20.000 millones de dólares de entonces. ¿Se justificó tal esfuerzo en vista de los resultados?
Es poco frecuente que aparezcan satélites rocosos en planetas tan interiores como la Tierra. En el sistema solar, tan solo Marte tiene un par de pedruscos orbitándolo que ni siquiera son esféricos. El resto de los satélites están en los grandes planetas gaseosos del exterior. Pero lo más sorprendente es el enorme tamaño de la Luna, que cuenta con un cuarto del radio de la Tierra.
Elegimos ir a la Luna en esta década no porque sea fácil, sino porque es difícil. Porque esta meta servirá para organizar y probar lo mejor de nuestras energías y habilidadesJohn F. Kennedy, discurso en Rice University en 1962
La Luna causa al menos tres fenómenos sin los cuales la vida compleja sería imposible en la Tierra. La estabilización del eje de rotación del planeta Tierra es casi más importante que las mareas. Porque imagínense lo que pasaría si la situación de los polos pasara a estar en el ecuador al cabo de un tiempo. Se sabe que Marte ha sufrido fluctuaciones de más de 45o en su eje de rotación. La Luna nos ha dado estabilidad climática, sin la cual la vida compleja (más allá de microorganismos) tan solo sería posible, como mucho, en el mar. Y las mareas, que permiten la riqueza de la vida costera y fueron claves en el tránsito de la vida marina a la terrestre.
Finalmente, la Luna retarda la velocidad de rotación de la Tierra para que el día tenga la duración que conocemos. No siempre fue así. Hace 400 millones de años, el año terrestre tenía 400 días porque la Luna estaba más cerca, con lo que las mareas tenían 1.000 metros de altura en lugar de los 4 o 5 metros actuales.
Pero, ¿cómo apareció nuestro satélite? La teoría es que cuando la Tierra se estaba formando y Júpiter no existía se produjo una colisión con un asteroide del tamaño de Marte. El impacto provocó que el objeto se dejara unidos a la Tierra dos tercios de su masa, lanzando al espacio el otro tercio, que quedó atrapado orbitando alrededor de la Tierra. Y, gracias a ese afortunado trompazo cósmico, además de por otras muchas razones, estamos nosotros aquí. ¿No se merecía que la explorásemos?
Para mucha gente la misión del Apolo 11 y las demás del programa Apolo fueron el triunfo de una carrera por llegar a la Luna antes que los rusos, pero nos hicieron ver que era un lugar muy poco interesante. Prueba clara es que desde 1972 no habido otro humano sobre la Luna. Tan solo 12 hombres la han pisado en seis visitas a distintas zonas situadas en torno al ecuador de la cara visible de la Luna. Por cierto, para los conspiranoicos: a través de fotos del satélite aún se pueden ver restos de alguna de las banderas americanas que clavaron, esas que dicen que ondeaban al viento (no la del Apolo 11, que parece se destruyó en el despegue de regreso).
Hubo por lo menos tres tipos de frutos de aquella desenfrenada aventura. En primer lugar, el hecho simbólico e histórico, nada desdeñable. Por una vez, un esfuerzo competitivo que se tradujo en un gran desarrollo tecnológico no estaba originado por una guerra. Bueno, en cierto modo era guerra, pero fría. Cuando la humanidad se presiona y se rompe la cabeza, colectivamente los frutos son espectaculares.
En segundo lugar, los desarrollos técnicos en comunicaciones, informática, ciencia de materiales, etc. todavía influyen en nuestra vida. Me encanta la escena de Apolo 13 en la que tienen que ingeniárselas para hacer a contrarreloj un filtro de dióxido de carbono con los materiales que había en la nave.
Pero también hubo importantes frutos de la investigación científica llevada a cabo allí, que han estado un poco ensombrecidos ante la avalancha de aspectos emocionales y de ardor patriótico asociados al evento. La propia NASA defiende el esfuerzo como la oportunidad de Estados Unidos de sacar músculo económico y tecnológico de cara al mundo entero y no solo frente a la URSS, puesto que se demostró definitivamente la primacía de Estados Unidos en la cuestión técnica y científica.
Poner el foco en la cuestión de ganar la carrera espacial hizo que los programas espaciales dependieran mucho del interés mediático y, conseguido el objetivo, este decayó después del Apolo 11 haciendo que se abandonaran bruscamente. También se detuvo el programa de transbordadores espaciales años después, lo que ha llevado a la paradójica e irónica situación que obliga a Estados Unidos a pagar a Rusia el transporte de sus astronautas a la Estación Espacial Internacional.
Científicamente, además de las fotografías de la Tierra y la Luna y la exploración en sí, lo más importante fue el estudio de materiales lunares. Los astronautas del Apolo 11 y los siguientes trajeron unos 400 kilos de rocas lunares en total. Incluían material con una gran cantidad de vidrio natural, formado cuando los meteoritos golpeaban la Luna. Un vidrio formado hace más de 4 mil millones de años y preservado gracias a la falta de agua y atmósfera en la Luna. Son reliquias del inicio de nuestro sistema solar que permiten su estudio.
La comparación entre la composición de las rocas lunares y terrestres se convirtió en una confirmación de la teoría de que la Luna se formó a partir de escombros expulsados de la Tierra tras una colisión ocurrida hace unos 4.500 millones de años. Se pudo afianzar la teoría de la formación de la Luna aludida antes. Los vuelos lunares del Apolo terminaron en 1972, pero la NASA recibe todavía solicitudes de muestras para investigación, que se calcula han conducido a más de 2.500 artículos científicos.
Se quiere volver para establecer una base como una primera etapa de cara al viaje a Marte y un lugar para poder repostar las naves que vayan allá. Las misiones Apolo exploraron tan solo zonas con lava y muy superficiales. Hay que volver, será otro hito apasionante para la humanidad establecer una base semipermanente allí arriba, y esta vez no me lo pierdo, en el 69 andaba yo con chupete.
¿Dónde estabas cuando el hombre pisó la Luna? Un diálogo ficticio que recorre otros grandes momentos de la exploración espacial.