José Luis Velayos | 17 de marzo de 2021
La pandemia hace pensar que el hombre no es todopoderoso, que es frágil. Más que un castigo, la enfermedad probablemente es una prueba para el hombre del siglo XXI.
En febrero de 2020, la OMS describió y denominó la COVID-19 como síndrome respiratorio. A este respecto, en algunos casos, pocos, se ha observado pérdida del control involuntario de la respiración.
Tal síndrome está causado por coronavirus. Según los expertos, no hay un solo coronavirus, sino que hay varias cepas. Parece ser que la pandemia actual no es efecto de un solo coronavirus, sino que es causada por varios de ellos.
Con más o menos gravedad, se observan síntomas y signos tales como fatiga, tos (generalmente seca), cansancio, incluso fiebre, todos ellos típicos, aunque no exclusivos, de una viriasis. Y es característica la neumonía, junto con alteraciones en la coagulación de la sangre, coexistiendo con cefaleas (dolores de cabeza), anosmia (pérdida del olfato), ageusia (pérdida del gusto), afectación de la visión, astenia (cansancio muscular) y diarrea. Y también hay casos asintomáticos. Afecta tanto a niños y jóvenes como a adultos. Se han descrito casos de enfermos que han presentado un estado confusional e incluso convulsiones; y se han visto algunos casos que presentaban encefalitis (son conocidas las encefalitis víricas).
No es lo más importante la sintomatología, sea más o menos visible, sino la actitud frente al síndrome. Es claro que en algunos casos se produce la muerte del sujeto, cuestión inevitable; pero lo que es obvio es que la actitud derrotista, pesimista, no favorece un curso positivo de la enfermedad. Como en todo lo humano, la actitud del sujeto es esencial. El optimismo favorece la aparición de defensas. El ánimo positivo facilita la inmunidad del organismo.
Y a propósito de la pandemia, se quiere justificar el aborto, como solución terapéutica en algunos casos. Es bien sabido que el aborto no es curativo, pues lo que lo define es la muerte del ser humano gestado.
Se están ensayando múltiples productos que frenen el proceso o que curen realmente. La carrera por conseguir algo efectivo es vertiginosa. No se conoce con precisión la fisiopatología de la enfermedad, pero lo que sí es cierto es que los avances en su conocimiento van a un ritmo potente. Uno de los motivos es el movimiento económico que lleva consigo la pandemia. La consecución de vacunas puede constituir una fuente de ingresos ingente.
La pandemia hace pensar que el hombre no es todopoderoso, que es frágil. Más que un castigo, la enfermedad probablemente es una prueba para el hombre del siglo XXI, para que aprenda a ser humilde.
No creo que vayamos a salir mejores de todo esto porque sí, porque nos lo propongamos. Algo habrá que hacer, y no sé qué es. Solo sé que el mapa de nuestra sociedad es el cansancio, y de eso sí estoy seguro.
Parece razonable que se vacune solo a la población de más de 65 años y a la que tenga patologías de riesgo. Si la inmunización es efectiva, no habría ninguna razón para no recuperar totalmente la normalidad en un máximo de dos meses.