Tomás Chivato | 25 de febrero de 2020
Curar y cuidar han de ser las dos caras de la misma moneda científica y humana de los buenos médicos que, además, sean médicos buenos.
Hace un par de semanas, se ha discutido y aprobado en el Congreso de los Diputados el inicio de la tramitación de la denominada ‘Ley de la eutanasia’, que asegura o regula el derecho a una “muerte digna”. Se ha producido un debate en la sociedad española. No es un tema de debate cualquiera ni nuevo, sin duda es una cuestión trascendente.
En primer lugar, sería más apropiado y necesario hablar de vida digna y no de muerte digna. La dignidad es algo intrínseco a todo ser humano y la percepción que las personas enfermas tienen de su dignidad depende, en gran medida, de cómo son tratadas. Recordemos el artículo 15 de la sección primera de nuestra Constitución: “Todos tienen derecho a la vida y a la integridad física y moral, sin que en ningún caso puedan ser sometidos a tortura ni a penas o tratos inhumanos o degradantes”.
No es un debate nuevo, ya que desde los tiempos de Hipócrates (450 a.C.) la misión de los médicos ha sido defender y cuidar la vida desde su origen hasta su final, tal y como refleja el juramento hipocrático: “Aplicaré mis tratamientos para beneficio de los enfermos, según mi capacidad y buen juicio, y me abstendré de hacerles daño o injusticia. A nadie, aunque me lo pidiera, daré un veneno ni a nadie le sugeriré que lo tome. Del mismo modo, nunca proporcionaré a mujer alguna un pesario abortivo”.
Los códigos deontológicos y los principios de ética médica son muy claros. La Asociación Médica Mundial ha reiterado su firme oposición al suicidio con ayuda médica y a la eutanasia, ya que “constituye una práctica de la medicina contraria a la ética”.
Un peligro evidente es el de la ‘pendiente deslizable’ observado en Holanda. Primero, se despenalizó la eutanasia para tratar enfermedades incurables; posteriormente, se autorizó el empleo de la eutanasia en caso de enfermedades crónicas con dolor intratable, evolucionó a pacientes con enfermedades mentales y, recientemente, se está contemplando la autorización en personas sanas mayores de 70 años que lo soliciten, aunque no se cumpla ninguno de los requisitos contemplados anteriormente.
A pesar de la legislación holandesa vigente desde 2001, ya hay médicos que apoyaron la legalización y ahora se arrepienten y nos advierten. El profesor Theo Boer (Universidad de Utrecht) describe la eutanasia como el «homicidio de una persona», habla de una Holanda «en la que la caridad ha desaparecido» y de una «ley que tiene efectos sobre toda la sociedad», explicando por qué sus adversarios tenían razón «cuando decían que Holanda se podría encontrar en un peligroso plano inclinado».
El sustantivo ‘persona’ siempre está antes del adjetivo ‘enferma’Papa Francisco
Un riesgo evidente es la mercantilización de la muerte, convirtiéndose en “producto de consumo”. En Holanda ya puede solicitarse la realización domiciliaria de dicho “tratamiento”.
El papa Francisco acaba de remitir a los profesionales un mensaje en la XVIII Jornada Mundial del Enfermo: “Queridos agentes sanitarios: cada intervención de diagnóstico, preventiva, terapéutica, de investigación, cada tratamiento o rehabilitación se dirige a la persona enferma, donde el sustantivo ‘persona’ siempre está antes del adjetivo ‘enferma’. Por lo tanto, que vuestra acción tenga constantemente presente la dignidad y la vida de la persona, sin ceder a actos que lleven a la eutanasia, al suicidio asistido o a poner fin a la vida, ni siquiera cuando el estado la enfermedad sea irreversible”.
La experiencia clínica demuestra suficientemente que para las situaciones de sufrimiento insoportable la solución no es la eutanasia, sino la atención adecuada, humana y profesional, y a este fin se dirigen los cuidados paliativos. El problema es que, según el Atlas de Cuidados Paliativos en Europa, en España estamos en la cola de recursos humanos y profesionales de Europa en lo que a medicina paliativa se refiere.
Una situación social creciente es la de la soledad de las personas mayores con enfermedades crónicas que, además, son residentes en ciudades despersonalizadas. A alguien se le podría ocurrir que su vida no es digna de ser vivida.
Los médicos a veces curan, muchas veces alivian y siempre han de consolar y ahora también acompañar. Curar y cuidar han de ser las dos caras de la misma moneda científica y humana de los buenos médicos que, además, sean médicos buenos. Se está produciendo un movimiento de rehumanización de la relación médico-paciente que nos permite ser optimistas.
En el futuro nos juzgarán las generaciones venideras. Recordemos este texto atribuido a Martin Niemöller, relativo a lo ocurrido en la Alemania nazi del siglo pasado: «Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista, luego vinieron a por los judíos y no dije nada porque yo no era judío, luego vinieron a por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista, luego vinieron a por los católicos y no dije nada porque yo era protestante, luego vinieron a por mí pero, para entonces, ya no quedaba nadie que dijera nada».
La muerte provocada de María José Carrrasco evidencia que la eutanasia no se debe legitimar.