Esther Carrera | 25 de julio de 2019
El viajero se enfrenta a peligros biológicos tales como bacterias, virus y parásitos. Lo más aconsejable es prevenir antes que curar.
El período estival nos invita a viajar a lo largo y ancho del planeta, aprovechando el descanso vacacional o el buen tiempo que nos brinda el destino que vamos buscando. El viajero es consciente de la aventura que supone el viaje en sí mismo, pero muchas veces esa aventura puede verse empañada por algo tan básico e imprescindible como es nuestra alimentación. Así sucede principalmente cuando viajamos a países en vías de desarrollo cuyos estándares de seguridad alimentaria no son suficientes para evitar enfermedades de origen alimentario, o bien por el simple hecho de que nuestro cuerpo no esté acostumbrado a ciertas bacterias más comunes en otros países.
En este sentido, el viajero se enfrenta inconscientemente a peligros biológicos tales como bacterias, virus y parásitos a través del agua de bebida o de cualquier alimento mal manipulado, dando lugar, en la mayoría de los casos, a procesos digestivos más desagradables que graves. Esta realidad afecta cada vez más al considerable número de personas que viajan no solo por motivos de ocio, sino también por motivos laborales, misión humanitaria o emigrantes que viajan a sus países de origen.
Entre estos trastornos destaca, por su frecuencia de aparición, la popularmente conocida “diarrea del viajero”, también llamada en México “venganza de Moctezuma”, proceso digestivo asociado al agua y alimentos contaminados por diferentes agentes infecciosos, entre los que destacan E. coli, Campylobacter, Salmonella, Shigella y/o parásitos como Giardia intestinalis, entre otros, responsables de aproximadamente 50.000 casos diarios de este trastorno digestivo en todo el mundo.
Los síntomas suelen aparecer de forma súbita, con dolor abdominal y diarrea, y con menor frecuencia, fiebre
La causa más frecuente de esta diarrea es bacteriana, que representa entre el 60-85% de los casos; los parásitos representan el 10% y los virus un 5%. Los síntomas suelen aparecer de forma súbita, con dolor abdominal y diarrea, y con menor frecuencia, fiebre. La duración suele limitarse a 3-7 días y puede causar deshidratación. Salvo que el proceso curse con complicaciones, el tratamiento se basa en reposición de líquidos (hidratación) y reposo, siendo excepcional la muerte asociada a esta enfermedad.
Sea cual sea la causa que produce el malestar generado por cualquiera de los agentes antes mencionados, que sin lugar a dudas pueden arruinar nuestro ansiado tiempo vacacional, lo más recomendable es prevenir antes que curar, para lo cual es importante cumplir con una serie de recomendaciones durante el tiempo que dure nuestro viaje, tales como:
– Lavarse las manos con agua y jabón antes de comer, o en su defecto, utilizar desinfectante para manos.
– Beber solo agua embotellada.
– Evitar el hielo en las bebidas si no tenemos garantía de su origen.
– No consumir alimentos crudos o poco cocinados, sino consumir alimentos tratados térmicamente y en la medida de lo posible ingerirlos calientes, garantizando así la ausencia de microorganismos patógenos. A este respecto, merece la pena prestar atención a los servicios de restauración tipo bufet, dada la relevancia que adquiere el mantenimiento de las comidas preparadas a temperaturas correctas (≤4ºC o ≥65ºC) para evitar riesgos microbiológicos.
– Los alimentos envasados son seguros siempre y cuando se mantenga la integridad del envase.
– Evitar el consumo de ensaladas, frutas y verduras crudas. Es preferible comer fruta que lavemos y/o pelemos nosotros mismos.
– No consumir leche, queso o productos lácteos sin pasteurizar.
– No es aconsejable consumir alimentos procedentes de puestos ambulantes de comida, dadas las condiciones higiénicas en las que pueden manipularse.
– Lavarse los dientes con agua embotellada.
El cumplimiento de estas recomendaciones, fáciles de aplicar por cualquier viajero, puede reducir considerablemente el riesgo de enfermedad alimentaria y evitarnos una mala experiencia durante lo que se supone debe ser un tiempo de descanso y disfrute. ¡Felices vacaciones!