Agustín Domingo Moratalla | 31 de mayo de 2019
La firma de este documento constata que las relaciones médico-paciente no están presididas por la confianza, sino por la sospecha.
En el ámbito clínico llamamos “consentimiento informado” al documento donde el paciente muestra su conformidad a una prueba o acto clínico después de haber sido informado previamente sobre los beneficios y riesgos de la misma. Aunque teórica y originariamente se trata de un diálogo o acto de comunicación entre paciente y profesional, desde un punto de vista práctico se ha transformado en la ratificación escrita del consentimiento plasmada en un papel con el objetivo de cubrir las espaldas del profesional.
Esta simplificación del consentimiento por la cual una herramienta para el diálogo y la buena práctica se transforma en una herramienta de la medicina defensiva ha sido calificada por el profesor Federico de Montalvo como “lado oscuro” del consentimiento informado.
La práctica profesional no está condicionada por las consecuencias ‘clínicas’, sino por las consecuencias ‘jurídicas’ de una decisión
Este profesor de Derecho en la Universidad Pontificia de Comillas ha realizado estas valoraciones en una entrevista recogida en las páginas del último número de Razón y Fe. Con ocasión de su reciente nombramiento como presidente del Comité de Bioética de España, este profesor señala que uno de los retos más importantes del comité se encuentra en este “lado oscuro” del consentimiento, porque supone la constatación de que las relaciones entre el médico y el paciente no están presididas por la confianza, sino por la sospecha.
Cuando el médico y el paciente no se sitúan en una relación de confianza, entonces se produce el triunfo de una medicina defensiva, donde la práctica profesional no está condicionada por las consecuencias «clínicas», sino por las consecuencias «jurídicas» de una decisión.
Como ejemplo de esta medicina defensiva que ha desplazado la confianza por la sospecha, reproduce el profesor Montalvo las declaraciones de un médico norteamericano con los siguientes términos: “Cada palabra que escribo en la historia clínica lo hago pensando sobre todo en qué uso hará de mis términos y expresiones un abogado demandante y cómo podré yo defender ante él y el juez mis decisiones terapéuticas”.
Junto a este trabajo de recuperar la confianza para el ámbito de relaciones entre el médico y el paciente, para introducir luz en la práctica del consentimiento, la entrevista muestra algunas de las prioridades que se marcan en el Comité de Bioética. Aunque no es pequeña la tarea de evitar una formación socio-sanitaria estrictamente reactiva para que los profesionales puedan defenderse e invitarlos para que se formen en clave constructiva y deliberativa, este profesor se atreve a indicar otros desafíos importantes para el comité.
Señala que la bioética está transformando radicalmente el derecho, y no solo porque los desafíos en la valoración de los animales o las especies biológicas están generando «nuevos» derechos, sino porque la biotecnología y la bioingeniería han ensanchado el mundo de los derechos a una cuarta (animales), quinta (inteligencia artificial) y sexta (transhumanos) generación de derechos. Por eso, señala que la formación en bioética no puede limitarse a profesionales de la biomedicina, sino a profesionales de la bioinformática y la bioingeniería.
Además de atender al medio ambiente, es necesario fortalecer los otros tres pilares de la salud: el entorno, los hábitos y la genética
Recuerda la importancia que tiene el vínculo entre el medio ambiente y la salud. Aquí lamenta que se haya protegido en exceso al medio ambiente sin atender a la protección del ser humano. Y plantea que, además de atender al medio ambiente, es necesario fortalecer los otros tres pilares de la salud: el entorno, los hábitos y la genética.
Interpelado sobre los temas más urgentes que tiene el comité encima de la mesa, fija su atención en las legislaciones sobre despenalización de la eutanasia y/o auxilio al suicidio. Afirma lo siguiente: “Espero que seamos capaces de ofrecer respuestas que no solo eviten un modelo de eutanasia institucionalizada… sino también que podamos proponer soluciones ético-legales en las que la compasión esté presente…” Unas respuestas donde las grandes dificultades éticas no están solo en la determinación de la “terminalidad” de un paciente, sino en la “cronicidad”.
La entrevista no se agota en esta breve crónica, porque plantea también la necesidad de incrementar la formación bioética de los ciudadanos y la necesidad de construir una ciudadanía global donde el nuevo derecho, espoleado por una bioética global, está llamado a ser “transnacional” y “transfronterizo”. Una ciudadanía enriquecida por las tradiciones religiosas, que pueden contribuir decisivamente a evitar posiciones relativistas o excesivamente antropocéntricas. Una ciudadanía que, además de entrenarse en la práctica del principio de responsabilidad, tiene que descubrir las posibilidades éticas del principio de precaución.