Iris Murdoch e Ian McEwan protagonizan las recomendaciones de libros de esta semana.
Iris Murdoch e Ian McEwan protagonizan las recomendaciones de libros de esta semana.
En 2019 tuvo lugar el centenario del nacimiento de la filósofa y escritora irlandesa Iris Murdoch y el 20° aniversario de su fallecimiento. Impedimenta, que se reparte con Lumen la publicación de su obra en español, celebró la doble efeméride a finales del año pasado con la edición maravillosa, exquisita –todo adjetivo laudatorio es tautología con esta editorial– de Monjas y soldados (1980), inédita hasta el momento en nuestro idioma.
Monjas y soldados
Iris Murdoch
Impedimenta
600 págs.
26,95€
Me hago cargo de que la recomendación llega algunos meses tarde, a año cambiado y sin efeméride en activo –más allá de los veinte años que cumple la novela este 2020–, pero con Murdoch ha de aplicarse la premisa del «más vale tarde que nunca». Figura dominante en la ficción en lengua inglesa del siglo XX, su amplísima producción novelística –un total de veintiséis títulos– gira en torno al tratamiento filosófico de las actitudes morales, la indagación exhaustiva en las pasiones humanas, y los modos y vivencias de la fe; los tres ejes son constantes en su obra, cohesionan su legado literario, y me sirven para resumirlo –valga la simplificación–.
En Monjas y soldados, que no deja de ser –valga otra vez la simplificación– una historia de líos amorosos entre “personas bien”, predomina el segundo eje (pasiones humanas); esto es, una exploración detallada y fascinante de la biografía de los personajes –realmente Murdoch logra encandilar al lector con largas, pero placenteras y agudas descripciones de más de una veintena de páginas–, y un retrato realista y minucioso de los procesos afectivos y conductas en los que deriva el amor erótico y romántico, o las locuras de un amor alimentado por los celos, el autoensalzamiento y la envidia que no terminamos de saber, como tampoco lo saben los personajes, si es real o una farsa; aunque todos, lector y personajes sospechan que, en el fondo, es una farsa.
La pertinencia o no de Dios y de la religión, aunque en segundo plano, también está presente. La reflexión en torno al tema procede de la posición sostenida por Murdoch, que es también en gran medida la de su tiempo: hay que creer en Dios y en Cristo a pesar de no creer, porque, ¿qué sería de nosotros sin el cristianismo?
¿Puede alguien que alguna vez lo haya tenido renunciar verdaderamente al concepto de Dios? El ansia de Dios, una vez arraigada, es quizá incurableIris Murdoch, Monjas y soldados, p. 80
Una resignación que reduce la religión a filosofía, a una necesidad útil, y que –creo atisbar– surge del choque entre la tradición cristiana protestante en la que Murdoch fue educada –presbiterianismo por parte de padre, anglicanismo por parte de madre– y un mundo en crisis de fe, dominado en su centro por la experiencia traumática de la Segunda Guerra Mundial y sus tremendas consecuencias para las convicciones humanas y la espiritualidad, cuya mayor aspiración fue –quizá es todavía– la nostalgia. Es Anne, una exmonja, quien abandera este drama en la novela, y es la palabra “Wittgenstein” –quien además fuera maestro de Murdoch– la que abre la novela…
Lo último de Ian McEwan me reconcilia con el británico tras el chasco de Máquinas como yo (2019), que, al margen de la interesante ucronía planteada –un Reino Unido derrotado en las Malvinas, un Alan Turing que no muere en 1954, la comercialización de humanoides en los setenta–, no cumplía con las exigencias de la temática; había reflexiones valiosas sobre la inteligencia artificial, pero pocas para tanta página.
La cucaracha
Ian McEwan
Anagrama
126 págs.
17,90€
La cucaracha es otra cosa. Escrita a modo de divertimento satírico, esta crítica gamberra y necesaria de la Inglaterra del brexit, del populismo y de nuestros «líderes» políticos –que velan tarde, mal y nunca por el bien común– tiene mucho de la mordacidad con que McEwan nos quita el sueño en sus relatos más cortos.
¿De verdad iba a suceder aquello? ¿Es que la madre de todos los parlamentos no podía hacer entrar en razón al país? (…) Era trágico. Era ridículo. Seguro que en griego había una palabra para describir aquello de querer obrar para perjudicarseIan McEwan, La cucaracha, p. 107
Hay referencias a Kafka, claro, por aquello del insecto, y paralelismos directos, por supuesto, entre los políticos de la ficción y la realidad y sus decisiones –ojo a la nota introductoria, qué mala leche tiene–. Es ingenioso en sus fórmulas, directo en sus juicios, fácil de leer y divertido, tristemente divertido.
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