José Ignacio Wert Moreno | 03 de septiembre de 2019
Cada temporada se compone de unos porcentajes, más o menos estables, de obras maestras, filmes interesantes, títulos para pasar el rato y bodrios absolutos, con todas las categorías intermedias que se quieran establecer.
Fotogramas lo ha llamado el último año “prodigioso” de la historia del cine. Ya saben: vivimos en la era de la hipérbole. El País ha ido más allá: es el mejor año de la historia de Hollywood. Esto es tan opinable que, en la actualidad, Notorious se encuentra preparando un libro en el que se sostiene lo mismo sobre 1939.
Lo que sí es indiscutible es que han pasado 20 años desde 1999. Tangos al margen, la cifra redonda marca el paso de un tiempo ya prudencial para hablar con algo de perspectiva. ¿Cabe hablar de añadas cinematográficas? Quizá, como en los vinos, haya cosechas mejores y peores. Pero cada temporada se compone de unos porcentajes, más o menos estables, de obras maestras, filmes interesantes, títulos para pasar el rato y bodrios absolutos, con todas las categorías intermedias que se quieran establecer.
De 1999 es American Beauty, pero también Unos peques geniales. Se estrenó Matrix, pero también Wing Commander. El cine de dos décadas atrás reverdeció laureles con La amenaza fantasma, pero también lo intentó con La Ira: Carrie 2. Por relativizar.
En otras palabras: es difícil no guardar un buen recuerdo de Man on the moon, El talento de Mr. Ripley, Al Límite –Bringing out the dead-, El Dilema –The Insider-, El club de la lucha, Eyes wide shut, El sexto sentido, La Momia, Mumford, Notting Hill, Magnolia o Toy Story 2. Y eso haciendo una selección personal, en la que algunos echarán unos títulos de menos y otros de más. Pero el año anterior habíamos visto Salvar al soldado Ryan y El show de Truman. Y al siguiente veríamos Traffic o Gladiator. ¿Ven lo que queremos decir?
Esta vena nostálgica ha tenido especial recorrido durante el verano. Sea por la producción en serie de versiones desanimadas de los clásicos de Disney, por las enésimas entregas de sagas más o menos superheroicas o por la acumulación de filmes europeos vendidos con el supuesto atractivo de éxitos masivos en sus respectivos mercados, lo cierto es que cierta cinefilia con eco en la opinión publicada ha lamentado la oferta de este verano respecto a la de veinte años atrás.
Aquel estío comenzó con el estreno de Matrix. A algunos ya nos pareció un bodrio en aquel momento. Cuando poco después la película sería proyectada en VHS en la asignatura de Filosofía, supimos que estábamos ante un fenómeno, por más que las secuelas no hicieran demasiado por perpetuar el mito. Que la nostalgia es negocio lo prueba la reciente noticia de la puesta en marcha de otra entrega más. Ya decía yo que volvía a ver las gafas por la calle.
También vimos La Momia, una agradable recreación del cine de aventuras clásico que, a la fuerza, recordaba un poco a la saga Indiana Jones. La comedia romántica estuvo magníficamente representada por Notting Hill, un título que no ha hecho más que crecer con el paso de los años (y de las décadas). Podemos aprovechar para romper una lanza por Wild Wild West. Aquí uno que se echó unas risas en su momento. Pero que tampoco está por la labor de revisarla con ojos de ahora.
Pero si algo estuvimos esperando los adolescentes de aquel verano era la llegada a las pantallas de La amenaza fantasma. Ahora lo suyo es decir que es una bazofia. Es difícil hacer recordar que en su momento gustó sin parecer uno de esos orates que anuncian la llegada de un meteorito que acabará con el planeta vestidos solo con unos carteles de “compro oro”. Menos mal que quedan algunos testimonios gráficos.
Si hasta aquí se sostiene un recuerdo más o menos romántico de lo que Hollywood nos deparó en el verano de 1999, conviene completar el panorama con otras películas estrenadas en aquellas semanas. Sí, también llegaron, además de alguna de las citadas más arriba: Supercop, Nunca me han besado, El Aguador, Tarzán y la ciudad perdida, Virus, Air Bud: El fichaje de la liga o El diablo metió la mano.
Lord Byron dijo que “el mejor profeta del futuro es el pasado”. Hacia 2039, los quinceañeros de hoy tendrán nostalgia por las películas actualmente en cartel. No sería en absoluto de extrañar que, sepa Dios a través de qué soportes, alguno escriba artículos glosando las excelencias del cine estrenado en el verano de 2019. Desde Érase una vez en Hollywood a las versiones carne y hueso de los mitos Disney, quién sabe si por entonces objetos de nuevas versiones, ahora otra vez en dibujos animados, que solivianten a la audiencia que creció con las que ahora execramos los que vimos las originales en nuestra niñez. Eso sí que es un ciclo sin fin.
Que usted y yo lo veamos.
Cuatro estrellas para «Quiero comerme tu páncreas», un filme que destaca el canto a la vida.
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