Juan Orellana | 04 de junio de 2021
Cuando los mandamases aceptaron con docilidad la ideología de género, Disney no dudó en incluir en sus producciones los nuevos «valores», siempre fiel a los dictados de la mentalidad dominante en cada momento.
Desde que la compañía creada por el legendario Walt Disney se convirtió en el referente de la animación y del cine familiar a mediados del siglo pasado, se erigió también como paladín de ciertos valores de la clase media americana. A pesar de lo truculentas de algunas de sus historias, siempre se transmitía el amor a la familia, se elogiaba la limpieza de corazón y se castigaba el egoísmo y el odio. Los padres sabían que podían confiar ciegamente en Disney a la hora de llevar a sus hijos al cine, y que la marca del ratón Mickey garantizaba unos valores educativos.
Ese modelo se trasplantó a las películas de imagen real que Disney comenzó a producir. Películas a menudo protagonizadas por adolescentes y en las que se hablaba de amistad, compañerismo y espíritu de sacrificio. Los tiempos cambiaron, y los valores que se trataban de inculcar desde arriba también. El tipo de moralismo propuesto se modificó, y el celo que Disney seguía manteniendo por su imagen «familiar» se vio afectado por los escándalos de la vida pública y privada de algunos de sus iconos adolescentes del Disney Channel, como Vanessa Hudgens o Miley Cyrus.
Cuando los mandamases aceptaron con docilidad la ideología de género, Disney -que ya se había hecho con un imperio: Pixar, Fox, Marvel, Star Wars…- no dudó en incluir en sus producciones los nuevos «valores», siempre fiel a los dictados de la mentalidad dominante en cada momento.
Este brevísimo recordatorio histórico es necesario para entender las características de Cruella, la última superproducción de Disney. Algunos espectadores se sorprenden de que el contenido de la trama no sea apto para los más pequeños, pero es porque siguen teniendo una idea antigua de Disney. Y, al margen del argumento, en los nuevos tiempos no es de extrañar que uno de los personajes que ayudan a la protagonista pertenezca a la minoría LGTB o que la famosa Anita, dueña de los dálmatas, sea negra. Son los nuevos criterios para la concesión del Óscar, criterios en cuya elaboración habrán estado los directivos de Disney. No debemos engañarnos respecto a Disney y las empresas que lleva dentro, incluida Pixar: son fieles a los dictados del Poder, como Hollywood entero.
Disney recupera sus clásicos para devolverlos a la gran pantalla en un nuevo formato. Un éxito seguro gracias a los recuerdos de toda una generación.
El gran espectáculo del telón y la pantalla grande han dejado paso a experiencias mucho más discretas, domésticas, a menudo intermitentes, y desde luego nada solemnes. Y los premios también se han visto contaminados de cierta irrelevancia.