Chema Rubio | 06 de mayo de 2019
El escritor de moda repasa sus 10 años de éxitos y la realidad del público juvenil que devora sus libros.
Han tenido que pasar 17 años para entender qué le pasaba a Paco. Alguno menos para encontrármelo un día en la tele como un escritor que apuntaba maneras. Era ese chico andaluz tocado con una gorra y con un don que entrenaba a chavales en el barrio de Ventas y que no tenía muy claro qué hacer con su futuro. Eramos muchos periodistas y había poco trabajo. Solidario con el resto de entrenadores, entregado a la formación deportiva, de gesto amable para los padres que creían saber más que él de fútbol sala. No vi una mala palabra ni un mal gesto en seis años compartiendo polideportivo.
Pero un día los caminos se separaron. La velocidad a la que va todo no nos dejó ni despedirnos. El periodismo no le sonrió, pero la literatura lo protegió como a los grandes escritores. Han pasado 12 libros y millones de lectores para que Francisco de Paula Fernández (Sevilla, 7 de noviembre de 1978) empiece a llamarse escritor a sí mismo. Un notario de la adolescencia del siglo XXI, alguien que podría dar consejos a muchos ministros de educación para que los libros lleguen a los colegios, los colegios lleguen a los alumnos y los alumnos lleguen a sus padres.
Del Messenger de Paula al WhatsApp de Julia. 10 años, muchos premios y una humildad incalculable de la que da buena cuenta la editorial Planeta, cuidando a una de sus firmas estrella. Su Facebook es un libro de ruta de las aventuras de Blue Jeans. No hacía falta que me contara que es apreciado en Latinoamérica, pero sí hace falta explicar por qué la realidad que viven allí les lleva a que la lectura sea su delito más preciado.
Chema Rubio: Todo empezó en 2009 con Canciones para Paula. 10 años después, ¿qué le contaría a Paula sobre conocer el amor en Internet?
Blue Jeans: Paula conoció a Ángel por Messenger. Hoy es más fácil. Siempre recomiendo prudencia con esas cosas y asegurarse de que la persona con la que se habla es quien dice ser. Internet tiene cosas muy buenas, pero también muy peligrosas, como ocultarse detrás de un perfil falso. Son temas que he tratado en mis libros.
Chema Rubio: En Algo tan sencillo como estar contigo decide conectar con los adolescentes contando situaciones de adolescentes. Pero, ¿empieza a sentir la responsabilidad de sus destinos, de sus comentarios, sus decisiones… con ese gran público al otro lado de las páginas?
Blue Jeans: El primer libro lo escribí en Fotolog, lo que quería era lectores, que la gente se enganchara para intentar publicar en papel. Quería llamar la atención de las editoriales porque mi libro venía de ser rechazado. Ahora noto esa responsabilidad desde El club de los incomprendidos. El término incomprendido llegó a muchos lectores. El algún momento todos nos sentimos así, pero sobre todo cuando somos jóvenes. Eso caló y llevó a mucha gente a escribirme. Gente con trastornos alimentarios, que ha sufrido bullying, autolesiones, invisibilidad, complicadas relaciones hijos-padres… todo lo he contado en mis libros. Jóvenes y padres me han escrito y yo no podía eludir esa responsabilidad. Es verdad que los corazones se lo comían todo. Tienen que pedir ayuda en su entorno más cercano.
El puzle de cristal
Blue Jeans
Planeta
640 págs.
18,90€
Chema Rubio: La chica invisible sube el tono. Literatura juvenil pero adaptada a la intriga, al thriller, al misterio… ¿es lo que demandan los lectores o es su evolución como escritor?
Blue Jeans: Es una necesidad. Después de Algo tan sencillo tuve una reunión con Planeta y me preguntaron qué iba a ser lo siguiente después de nueve libros. Les dije que necesitábamos un cambio los lectores, la editorial y yo. A mí me gusta el misterio de siempre. Soy lector de Agatha Christie desde los 11 años y les propuse no salir del universo Blue Jeans, pero aplicando lo que yo leo. El tema era si yo iba a ser capaz de crear misterio. Un asesinato, llevarlo hasta el final, que todos parezcan sospechosos… Aunque sea un libro juvenil, los personajes sean adolescentes y estemos en el siglo XXI… ha sido muy divertido.
C.R.: El puzle de cristal parece el retrato de esos jóvenes superdotados o con altas capacidades, incomprendidos por el sistema educativo.
B.J.: Julia es un personaje especial y diferente. Su ídolo es un jugador de ajedrez y hace el cubo de Rubik en un minuto, tiene memoria fotográfica… necesitaba un personaje así para lo que quería escribir. Sigo tratando temas sociales pero de otra manera. Los adultos, por primera vez, tienen protagonismo en mis historias. Los profesores, periodistas… los padres de Julia, una es forense y otro policía judicial. Me daba miedo que fuera demasiado irreal y algo infantil. Quería algo serio y que interesara a un adulto por ser creíble. En Italia la han denominado como novela crossover.
C.R.: Los jóvenes y los libros. Incomprendidos y hasta despreciados por otras generaciones que no ven en ellos lo que les gustaría. ¿Qué podemos esperar de esos jóvenes el día de mañana? ¿Hay valores en su vida de WhatsApp, Instagram y videojuegos?
B.J.: Todas las generaciones se quejan de la anterior. Mi abuelo se quejaba de que a mi padre le gustaban Los Beatles, mi padre se quejaba de la música que yo escuchaba y yo me quejo ahora de la música que escuchan los jóvenes. No nos damos cuenta de que hemos tenido 16 años y de que hemos sido adolescentes. La mayoría de estos chavales se mueven. Muchos son escritores con 22 años y no te creas que todos hablan de amores y desamores. Hablan de feminismo, de lo que piensan, de su identidad, de la matanza de Columbine, de la anorexia… Son libros comprometidos que lee público de 14 años. Yo quiero creer que existen valores y formas de pensar que te van a llevar a algo más. Sigo viendo que los chavales se sienten incomprendidos, invisibles, en las redes sociales cuentan cómo se sienten, muchos de ellos se sienten solos. Vivimos en un mundo que va muy deprisa y hay que ver cómo les afectará todo eso en unos años.
C.R.: ¿Es igual la realidad social de los jóvenes en España y en Sudamérica?
B.J.: Los chicos latinoamericanos se sienten identificados con mis personajes, pero tienen otra realidad. Ellos no tienen dinero para comprar libros. Si sus padres ganan 300 euros al mes y el libro te cuesta 20 euros por los impuestos que ponen allí… No defiendo que los chavales pirateen libros, pero te preguntan dónde conseguir el pdf, compran el libro en quioscos donde lo venden fotocopiado, calcado al original pero más barato. Tienen esa conciencia, piensan que no está mal lo que hacen. Lo que quieren es leer. Intento tratarlos igual que a los españoles. Que ellos no vean que por tener una hora diferente o por estar a 10.000 kilómetros los veo de una manera distinta. Todos los años hacemos giras allí y te tratan con mucho respeto y cariño. te dan todo. Cuando voy a Latinoamérica vivo como un cantante de rock. Te gritan, te abrazan, te traen regalos… son firmas de mucha gente. Los respeto y les tengo mucho cariño. Por ejemplo, en Venezuela no hay papel para publicar los libros. Se los descargan como pueden. Cuando yo me posicionó en España contra la piratería y la descarga de libros, ellos me dicen que qué pueden hacer, que si no hacen eso no pueden leer. Están en una situación limite.
C.R.: ¿De qué premio está más orgulloso por las razones para entregárselo?
B.J.: Los premios son los lectores. Es verdad que hay cuatro premios importantes. Me han dado el Premio Cervantes Chico, como reconocimiento al autor más importante juvenil e infantil por promocionar la lectura entre los jóvenes. El premio de la Feria del Libro de Sevilla. Mi tierra me da un premio. El premio Árbol de Vida por el apoyo al trasplante de órganos, ya que mi tío está trasplantado de hígado y de riñón. Es muy especial. Y luego tener un centro de jóvenes en mi pueblo (Carmona, Sevilla). Con menos de 10 años publicando libros tengo reconocimientos que jamás se me hubiera pasado por la cabeza tener. A veces no estoy tan seguro de que mi trayectoria merezca eso. No es modestia, es lo que pienso. Incluso la palabra escritor. Hasta que no escribí La chica invisible no la utilicé para mí. Mis editoras me dijeron que ya podía llamarme escritor. Es una palabra muy grande y aún cuando lo digo, me cuesta. La uso porque es verdad y me dedico a ello profesionalmente desde hace 10 años.
C.R.: Si, un día, un ministro de Educación le pidiera un consejo para mejorar nuestro sistema educativo, ¿qué le diría?
B.J.: Qué difícil. Yo puedo conocer a los jóvenes. No me gusta generalizar, pero a veces voy a institutos y veo lo que pasa. El único consejo que podría dar es que si quieren hacer lectores tienen que intentar dar a los chicos libros que ellos comprendan. La literatura clásica está bien y la tienen que conocer. Tienen que saber quién es Cervantes, quién escribió La Celestina, qué representa El Lazarillo de Tormes… pero con 12, 13 o 14 años es difícil crear un lector a partir de esos títulos. No los entienden. Y luego tienen que presentar un trabajo que se acaban descargando de Internet. Si quieres crear lectores, los tienes que educar en leer. Hay que mezclar el clásico con lo actual. Darles libros de Laura Gallego, Carlos Ruíz Zafón, que tiene libros juveniles muy buenos, de Javier Ruesca, de Andrea Rauli, Bea Esteban, Iria y Selene, Andrea Izquierdo, Carlos García Miranda… hay muchos autores buenos. Gente joven que escribe para gente joven. Que no salen en los medios de comunicación. Si leen libros de ellos, se aficionarán a leer. Libros de hoy para chavales de hoy. Una profe de Alicante me contaba que el primer trimestre habían leído La Celestina y en el segundo La Gitanilla y en el tercero habían votado leer La Chica invisible. No digo que tengan leer mis libros, pero sí literatura actual.
C.R.: ¿Y si le pidiera ese consejo un padre? ¿Qué hay roto en el canal padres-hijos?
B.J.: Lo que ha faltado siempre, la comunicación. Para escribir mis libros escucho lo que ellos escuchan, leo lo que ellos leen, estoy al tanto de temas que les interesan y si no comprendo algo pregunto. Es fácil decirlo cuando no eres padre y te dedicas a escribir. Con que los padres vieran las redes sociales se darían cuenta de lo que piensan sus hijos. Tengo una norma por la que, a la gente que viene a mis firmas y me pide que les siga en Twitter, le sigo y son más de 13.000. De vez en cuando leo sus timelines y veo lo que piensan. Gente que dice que se quiere morir, que quiere desaparecer, que no se siente bien, que ha discutido con su padre y dice que ojalá su padre le leyera y viera lo que escribe… si unos padres leen eso hablarían inmediatamente con su hijo. Los padres tienen su vidas también, pero si hubiera comunicación… Todos hemos tenido nuestros momentos malos de adolescentes, pero yo nunca pensé que me quería morir. Esto viene todo de casa y si en casa no hay ayuda hay que buscar ayuda fuera.
C.R.: Cuál ha sido el momento más humano que le han dejado estos 10 años de escritor?
B.J.: Cuando los chicos ya no te cuentan sus problemas por Internet, cuando te los cuentan mirándote a los ojos. Cuando viene una chica con el brazo vendado porque desde que se ha leído mi libro ya no se hace cortes, o cuando viene otra y te dice que hay una planta psiquiátrica de un hospital leyendo mis libros y gracias a eso lo llevan mejor. Ahí te das cuenta de que lo que escribes, llega. Todo lo que sea ayudar lo hago con gusto, me humaniza… me he implicado en algún proyecto con los chicos con problemas de espina bífida, con los trasplantes… Yo no soy famoso, lo son mis libros. Puedo pasear por la calle que sin mi gorra de Blue Jeans no me conoce nadie.
C.R.: Y si no, ¿hubiese sido escritor?
B.J.: Estaba muy perdido. Tuve suerte de que acerté con lo de empezar a escribir Canciones para Paula en Fotolog. Se me iluminó la lucecita, porque no sabía muy bien qué iba a ser de mí. No es que no encontrara trabajo como periodista, era un bloqueo total. No lo buscaba, ni sabía cómo moverme, ni sabía cómo salir de aquel piso de 20 metros cuadrados en Argüelles. Entrenar a los chavales por la tarde me daba un poco de vida, pero luego hablaba con mis padres y todo era triste y apático. Tenía preocupada a mi familia, no iba a cenas de Navidad… afortunadamente, esto fue para arriba y me he encontrado a mí mismo. Por suerte, sigo teniendo los mismos valores que me inculcaron, pero he ganado seguridad, he encontrado el camino en la vida… si esto se me acabara, tendría soluciones para moverme, soy menos introvertido. Mi padre me dice que me tocaron con una varita.
C.R.: ¿Qué le gustaría que le pasara a Julia en la tercera entrega de La chica invisible?
B.J.: Lo tengo claro. Estoy escribiendo ya la tercera parte. Tengo poco tiempo entre giras y mudanzas. Tengo que buscar un nuevo sitio, porque ya no puedo venir cada día a Callao, igual escribo en casa…. Julia se va a hacer un poco más mayor y va a seguir resolviendo crímenes, como la señorita Fletcher o Hércules Poirot. Quiero que crezca y el final del segundo libro descubre un nuevo lado de Julia, que desarrollaré en la tercera parte. Tengo el tema en la cabeza y es bastante polémico.
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