Jorge Soley | 07 de abril de 2021
La cultura de la cancelación ha llamado a la puerta del Dr. Seuss. Los activistas woke han conseguido que la sombra de la sospecha caiga sobre un autor cuyos libros hacen las delicias de tantos niños.
Es probable que usted no sepa quién es el Dr. Seuss, pero si fuese norteamericano es casi seguro que su infancia habría transcurrido entre los libros de Theodor Seuss Geisel, quien goza de una enorme popularidad en los Estados Unidos incluso hoy en día, treinta años después de su muerte. Seguramente tendré más suerte si hago referencia a las películas inspiradas en la obra del Dr. Seuss: El Grinch, Horton, El Lórax o El Gato en el sombrero. Ya se sabe que en esto del colonialismo cultural el frente cinematográfico ha conseguido avances mucho más significativos que el literario.
El Dr. Seuss ha gozado de todos los reconocimientos y parabienes posibles. De hecho, podía presumir de un sólido historial izquierdista: durante el periodo de entreguerras, un joven Theodor Seuss (había nacido en 1904) fue el destacado caricaturista de PM, un tabloide neoyorquino de izquierdas repleto de compañeros de viaje del comunismo. Desde PM no dejaba de mofarse de todo lo que sonase a conservador, al tiempo que usaba su arte para presionar a favor de la intervención estadounidense en la Segunda Guerra Mundial. Luego llegaría el éxito como autor de literatura infantil, que lo llevó a lo más alto de su profesión a partir de las ventas millonarias de su álbum de 1956 The Cat in the Hat. En 2015, Barack Obama declaró que «la mayoría de lo que necesitas aprender lo puedes leer, de hecho, en los libros del Sr. Seuss».
El Dr. Seuss autor de libros infantiles no abandonó nunca su compromiso político y gustaba de introducir sus ideas en sus obras. El Lórax es un alegato ecologista contra la depredación industrial y los Sneetches ridiculizan la pretensión de que algún rasgo externo se use para discriminar, en una clara alusión al racismo. En Horton, con su reivindicación del valor de los seres con independencia de su tamaño (o incluso de que los podamos ver), muchos hemos visto un potente argumento en defensa de la vida de los no nacidos, aunque su autor no lo hubiera previsto. Pero si los libros del Dr. Seuss han hecho y hacen las delicias de tantos niños (y de muchos adultos que con la excusa de leérselos a los pequeños disfrutan como lo que nunca han dejado de ser) no es por las moralejas que encierran, sino por lo divertidos que son sus textos rimados, sus sorprendentes tramas y sus tronchantes y a menudo disparatadas ilustraciones.
Pero si el Dr. Seuss ha vuelto a las portadas de toda la prensa estadounidense no es por los méritos de su obra, sino porque la llamada cultura de la cancelación (una combinación de censura, muerte civil y damnatio memoriae) ha llamado a la puerta del Dr. Seuss.
En efecto, los censores woke parecen haber encontrado en seis de los libros del Dr. Seuss «representaciones de africanos y asiáticas que son ofensivas y erróneas». En algunos de los títulos no queda muy claro cuáles son exactamente, en otros, como en If I ran the Zoo, son banales (y, curiosamente, se pasa por alto una «representación ofensiva y errónea» de un ruso, pero parece que estos no cotizan como minoría victimizada). Poco importa: la editorial ya ha anunciado que dejará de publicar esas historias, son muchas las escuelas que han retirado los libros de sus bibliotecas después de conocer los resultados de dicha supuesta «investigación» e eBay ha limpiado su web de cualquier anuncio de estos libros malditos. Incluso en el Día de la Lectura (Read Across American Day), una fiesta nacional oficial que también se conoce como el Dr. Seuss Day, pues se celebra cada 2 de marzo, el día del nacimiento de Theodor Seuss, el presidente Joe Biden ha pasado de puntillas sobre el ídolo caído y no ha hecho ni una sola mención al, hasta hace unos pocos días, universalmente admirado autor.
La mayoría de lo que necesitas aprender lo puedes leer, de hecho, en los libros del Sr. SeussBarack Obama, expresidente de Estados Unidos
Creo que hay bastante más en juego y que lo ocurrido al Dr. Seuss nos revela lo que busca la dinámica de la cancelación. Con sus inverosímiles acusaciones, los activistas woke han conseguido que la sombra de la sospecha haya caído sobre el Dr. Seuss. Ahora han «detectado» problemas en algunas de sus obras, pero mañana pueden perfectamente aparecer en otras: su obra será cada vez menos socialmente aceptable. Pero no se trata solo de los libros del Dr. Seuss, sino de todo el canon literario, toda nuestra cultura, todo lo que hasta ahora hemos valorado como valioso, lo que queda sujeto a la sombra de una sospecha que, poco a poco, se va materializando en cancelaciones crecientes.
Se trata también de que esa sospecha caiga sobre toda la sociedad y sobre toda nuestra historia, que quedan así deslegitimadas. Por no hablar de nosotros mismos: yo crecí leyendo los libros del Dr. Seuss, incluso me siguen gustando… ¡Y no me di cuenta de que era racista! La conclusión es que esa sospecha cae sobre mí mismo: ya no puedo confiar en lo que veo y pienso, y mucho menos en lo que ven y piensan mis amigos y familiares. Solo puedo confiar en los gurús woke que van desvelando a los autores que, como el Dr. Seuss, habían pasado inadvertidos hasta ahora, pero que van siendo progresivamente desenmascarados.
Va tomando forma así un ambiente tóxico, de sospecha y desconfianza, en el que cualquiera, incluso aquel con apariencia más inocente, como el mismo Dr. Seuss, puede ser un peligroso racista, homófobo, tránsfobo o cualquier otro rasgo merecedor de la muerte civil. Y hace mucho que se sabe que las personas que ya no son capaces de confiar los unos en los otros (¡ni siquiera en sí mismos!) forman un pueblo atemorizado y dócil, dispuesto a amoldarse a lo que dictan los poderes que manejan esta cultura de la cancelación.
No es el Dr. Seuss, somos nosotros y nuestra forma de vida.
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