Vidal Arranz | 09 de septiembre de 2020
La canción Let it be puede interpretarse como un fogonazo católico de Paul McCartney con una religiosidad tan evidente que provocó el enfado y sabotaje de John Lennon.
La historia del singularísimo origen de la canción Let it be es poco conocida y merece la pena recordarla este año que se cumple el 50º aniversario del lanzamiento del disco al que da nombre, el que clausuró oficialmente la carrera de los Beatles. Y el único, por cierto, que incluye lo que puede interpretarse como un fogonazo de inspiración católica, con la aparición estelar de un álter ego de la mismísima Virgen María. Algo excepcional en una carrera que exploró la espiritualidad a través de los estados mentales alterados proporcionados por las drogas, y que solo se abrió levemente a lo religioso por la vía exótica del hinduismo.
La canción que da título al álbum es ese chispazo y fue grabada en enero de 1969, en una época muy agitada y turbulenta de la historia del grupo pop rock más extraordinario y célebre de la historia, cuando las tensiones profesionales y económicas agriaban la convivencia de los antaño amigos íntimos. Paul McCartney recuerda que sufría una intensa desazón que le causaba noches enteras de insomnio. El grupo de sus sueños, que hasta pocos años antes había funcionado como un perfecto engranaje afectivo y profesional, se había desencajado y ya amenazaba ruptura, aunque esta todavía tardaría unos meses en desencadenarse. Los antaño inseparables adolescentes habían crecido, cada uno en una dirección distinta, y los conflictos eran cada vez más dolorosos y más difíciles de reparar. «La verdad es que estaba atravesando mi hora oscura y escribir la canción fue mi manera de exorcizar los fantasmas», recordó más tarde.
La inspiración le llegó a McCartney del modo más insospechado: «Una noche soñé con mi madre. Murió cuando yo tenía 14 años, así que hacía mucho tiempo que no había oído hablar de ella. Me dio un poco de fuerza. En mi hora más oscura, Mother Mary había venido a mí», según declaraciones recogidas por Steve Turner en su libro Beatles. Las letras completas. Su madre se le había aparecido para darle un mensaje: confía, todo irá bien, no te enredes en los problemas del ahora. Let it be, déjalo estar.
Aunque la Madre Mary que la canción cita es Mary McCartney, no han sido pocos los que la han visto como un trasunto de la Virgen María. El propio compositor debió intuir que aquella experiencia tenía un trasfondo religioso, pues dio a Let it be un tratamiento musical de himno de iglesia, que reforzó con el acompañamiento de un coro gospel. Paul explicó en muchas ocasiones que la dimensión religiosa que los demás percibían en la canción era ajena a su intención personal. Pero lo cierto es que, de algún modo, se había colado ahí. Incluso el mensaje de aceptación que la canción transmitía evocaba el episodio del «sí» de María al ángel Gabriel, citado por el evangelista Lucas. Nada podía haber menos contracultural en 1969, un año después del famoso Mayo francés, que un mensaje de aceptación y confianza en el porvenir que no estaba basado en el propio ego personal ni en la confianza en algún tipo de programa político o social.
Lennon no ocultó nunca su aversión por el mojigato catolicismo que oía en el temaIan MacDonald, The Beatles. Revolución en la mente
El cáustico John Lennon -que en esta época se comportó de forma enormemente desleal con su antiguo socio compositivo- vio clarísima esa dimensión religiosa y le revolvió. Y no dudó en «sabotear» la canción colocando justo delante de ella unos irónicos e irreverentes comentarios suyos, con voz de niño –«Ahora nos gustaría hacer que Hark el ángel se corriera»-, con los que sometía a escarnio nada menos que el tema titular del disco. Muchos años después, en 2000, Paul McCartney lograría su personal reparación de las tropelías y atropellos sufridos durante la producción de Let it be con la presentación de su versión naked (desnuda), en la que, entre otros cambios, desaparecían esas burlas, así como los arreglos contra su voluntad que el productor Phil Spector impuso a The long and winding road, otra canción que también alude a esas turbulencias de la vida.
El analista Ian MacDonald, autor de The Beatles. Revolución en la mente, explica que «Lennon no ocultó nunca su aversión por el mojigato catolicismo que oía en el tema». Un severo juicio que el propio MacDonald comparte en gran medida, a juzgar por su comentario musical de la pieza: «El cuadrado ritmo de gospel, las suspensiones religiosas y la monotonía armónica general, ofrecen una complaciente elevación del alma, más que una revelación». El diagnóstico es rotundo: estamos ante una canción que ha «alcanzado una popularidad desproporcionada a su peso artístico». Pero unos y otros testimonios, incluidos los de quienes proyectan sus propios prejuicios contra la canción, nos proporcionan una base suficiente para justificar que la lectura «católica» de Let it be está plenamente justificada.
«Cuando me encuentro en un estado de turbación, la Madre María viene a mí, y me dice palabras sabias: Déjalo estar». Así arranca el tema, con una apelación explícita a la aceptación, y a la suspensión temporal del juicio, pues lo que hoy parece oscuro quizás encuentre un sentido luminoso después. Esa es, en el fondo, la promesa fundamental: «Habrá una respuesta». Esa frase, que se repite, abre la canción a una cierta idea de la Providencia.
Puede ser iluminador hacer referencia aquí a la capital distinción que el filósofo católico Fabrice Hadjadj establece entre futuro y porvenir. El futuro es una visión de lo que vendrá sometida a nuestra planificación desde el presente; el porvenir es lo que nos llega y que habitualmente se complace en sorprendernos, desbaratando nuestras previsiones y nuestras expectativas. Quien confía en que «habrá una respuesta» se abre hacia un entendimiento del mañana que escapa a sus propias fuerzas y a su propio ego. En cierto modo hay una conexión, que Lennon no supo ver, entre esta actitud y aquella que llevó a George Harrison, desde su hinduismo, a escribir un tema como I me mine, en el mismo álbum, en el que muestra su hartazgo por el exceso de narcisismo en el que está inmerso, y que reduce la existencia a un mero juego de egos y de intereses particulares.
Pero las referencias de Let it be al mundo de la oración, incluso con evocaciones de la experiencia religiosa más íntima, son constantes en la canción. «En mi hora de oscuridad ella está ahí frente a mí». «Y cuando la noche está nublada, todavía hay una luz que brilla sobre mí». Incluso incluye una alusión a los desconsolados que habitan en el mundo, que no creo exagerado vincular con el riquísimo mundo de significaciones que abre el sermón de la montaña y su proclama de las bienaventuranzas.
Pero, por si el misterio de la «aparición mariana» en la que se basa Let it be no fuera suficiente de por sí, hay un dato más que refuerza su carácter enigmático. Lo menciona Philip Norman en su reciente biografía sobre Paul McCartney. Allí se nos revela que la madre de Paul era una mujer católica que renunció a educar a sus hijos en su propia fe a causa de su marido, al que Norman describe como oficialmente agnóstico, pero protestante en lo fundamental. Paul fue bautizado católico, como su hermano Mike, y recibieron una mínima formación en la religión de su madre de muy pequeños, pero enseguida fueron enviados a una escuela infantil anglicana próxima a la casa familiar. Años después, Paul se iniciaría en la música a través del coro de la iglesia protestante de St. Barnabas, en Mossley Hill, cerca de Penny Lane. Allí se familiarizó con los himnos anglicanos.
Cuando me encuentro en un estado de turbación, la Madre María viene a mí, y me dice palabras sabias: Déjalo estarLet it be
Este dato biográfico realza la aparición de esa Madre Mary que, en efecto, era para Paul una concretísima mujer de carne y hueso, de la que recordaba los constantes abrazos y besos que regaló a sus hijos en vida. Pero que también estaba ligada en su memoria a su trabajo generoso e infatigable como enfermera de maternidad. Lo cuenta Philip Norman en su biografía: «Paul siempre conservó una imagen de ella saliendo para ayudar a dar a luz a altas horas de una noche de invierno, en medio de una nevada, pedaleando en su bicicleta con una cesta donde llevaba sus instrumentos para el parto y, encima de estos, el brillo de una lamparita. Él sentía que ella tenía el aura casi de una santa, puesto que los agradecidos pacientes siempre dejaban obsequios en forma de flores o golosinas en el umbral del número 72 (de Western Avenue, la casa familiar en Liverpool) como si fueran ofrendas en un altar».
¿Podemos considerar a la Madre Mary de Let it be como un álter ego mariano, como una condensación de un conjunto de vivencias experimentadas más allá de la mera conciencia racional, en la que se entremezclan el catolicismo inicial de Paul con la propia percepción de santidad de una madre que encajaba en el arquetipo de feminidad que encarna la Virgen María? Parece más que razonable. Y aunque es evidente que este «fogonazo católico» no tuvo demasiada continuidad en la vida de Paul McCartney, que prefirió orientar sus inquietudes hacia el ecologismo y el animalismo, sí demuestra una gran verdad. Y es que la fuerza de los testimonios es a menudo mucho más poderosa que la fuerza de las palabras.
1 de junio de 1967. Se publica el esperado nuevo trabajo de The Beatles después de haber decidido que nunca más iban a tocar en directo. “Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band” llegaba con la intención de convertirse en un álbum diferente en todos los sentidos. El concepto de transformarse en una banda que ya no volvería los escenarios y cuyos discos serían únicamente un trabajo artístico para sus fans rompía con toda la estética y dinámica de la industria discográfica.
‘Eight days a week’ (título de una canción del cuarto LP de los Fab Four) se centra en los primeros años de Los Beatles, relatados en un orden cronológico, lineal, desde 1962 a 1967. Esto años se caracterizaron por un vertiginoso ritmo de giras, grabaciones, ruedas de prensa, actuaciones en TV, hoteles, autobuses, aviones, policía, coches protegidos, etc… (durante ocho días a la semana, por lo menos).