Hilda García | 11 de abril de 2019
El lenguaje es el gran protagonista de «El cazador de estilemas», la última novela de Álex Grijelmo.
“No hay espejo que mejor refleje la imagen del hombre que sus palabras”, decía Luis Vives. Una reflexión de la que da fe (sin tilde) El cazador de estilemas, la última obra del periodista Álex Grijelmo.
El cazador de estilemas
Álex Grijelmo
Espasa
312
19.90€ | 12,99€
El libro, editado por Espasa, es mucho más que una sugerente novela de misterio. Se trata de una original propuesta que reivindica el valor del lenguaje, tan maltratado en la era digital.
Si es importante lo que decimos, también lo es cómo lo expresamos. A ello hace referencia el término ‘estilema’. Este vocablo, que no está recogido en el Diccionario de la Real Academia, alude a los rasgos lingüísticos propios de una persona, que son producto de su origen, educación y experiencia: “[…] son como las huellas dactilares escondidas en los escritos”.
El ‘cazador de estilemas’ es como se define a sí mismo el protagonista de la novela, Eulogio Pulido, un profesor de literatura y filología que ha perdido su empleo en la universidad pública. Estafado emocional y económicamente por su exnovia, decide salir de la ruina ofreciendo sus servicios como perito lingüístico al comisario Julio Contreras para resolver los casos de la policía: “Por eso la única for…ma de cobrar legalmente dinero negro es que me lo pague la policía”.
Apodado El Palabras, es un hombre de izquierdas, culto y atento. Docente vocacional, el planteamiento de sus clases tiene ecos de El club de los poetas muertos, de Peter Weir: “Convertía a los alumnos en los personajes de los grandes relatos. Disfrutaba con ellos, y mis estudiantes aprendían sin darse cuenta”.
…y por las palabras se llega al alma de una persona
El otro gran personaje, el comisario Contreras, suma dos personalidades en una. Por un lado, tiene lagunas culturales y actitudes vulgares, fruto de una educación deficiente. Y, por otro lado, es un hombre sagaz y con saber estar. El veterano policía decide dedicarse a las investigaciones privadas y, para ello, bordea la legalidad “por la parte de afuera”: “[…] consiste en utilizar los medios públicos para resolver problemas particulares. Una corrupción como una casa”.
A medida que avanza la trama, la relación entre Pulido y Contreras -que en un principio es de mutua desconfianza- se va afianzando. Actuando “fuera de la ley pero dentro de la justicia”, juntos logran desentrañar un par de casos complejos, además de resolver otros asuntos.
El caso principal de sus investigaciones es el relacionado con Esther Jiménez, el tercer personaje del libro. Esta joven aficionada a los caballos decide averiguar por qué su padre, el poderoso empresario Anastasio Jiménez, cambió el testamento, poco antes de fallecer, en favor de un directivo de su compañía. A sus “40 años de belleza e inteligencia”, es una dama elegante y sofisticada que ejerce una fascinación sobre Pulido y Contreras: “Una mujer con iniciativa provoca que los hombres desconfíen”.
Álex Grijelmo, creador de Fundéu (Fundación del Español Urgente), hace de la palabra el eje central de su obra: “[…] y por las palabras se llega al alma de una persona. A su historia, a su tierra, a su infancia. Las palabras son siempre el camino”, “[…] tengo la convicción de que la palabra por sí sola debe bastarse a la hora de exponer razones y argumentos”.
El cuidado de la escritura también ocupa un lugar destacado en la novela: “Las faltas de ortografía no van a ningún sitio, nadie ha muerto por una falta de ortografía”. El autor trata la cuestión con ironía y critica los errores lingüísticos de las series de televisión españolas.
El cazador de estilemas aborda asuntos tan actuales como la situación de nuestro país: “No sé, también es cierto que todo lo que pasa ahora en España hace creíble cualquier barbaridad”.
Los recortes en educación, el funcionariado o la corrupción sindical son otras materias de las que habla Álex Grijelmo. También abundan las referencias a la labor docente: “Si a los profesores les quitas lo de los castigos y lo de las notas, resulta que sirven para algo”o “Los profesores se pasan el día examinando y suspendiendo”.
A veces, incluso la verdad nos engaña
Especial interés tienen las reflexiones en torno a la verdad (“A veces, incluso la verdad nos engaña”) y los juicios sobre los demás: “Ya he aprendido que nunca tenemos la suficiente información como para juzgar a otro”.
El libro también advierte del peligro de las redes sociales: “Y no es que sean idiotas todos los que están en Twitter, sino que en Twitter están todos los idiotas”.
Son numerosas las referencias filosóficas y literarias. Autores como Ovidio, Vargas Llosa, Cervantes o Quevedo desfilan por la novela. También se cita a maestros de la retórica como Aristóteles o Cicerón. Y no faltan las menciones recurrentes a Agatha Christie, un tributo a la gran dama del misterio.
La estructura del volumen tiene un cierto aire cubista. Los tres personajes principales relatan los hechos a un joven periodista que escribe una novela y se alternan en el papel de narrador. Incluso una misma escena es contada por varios de ellos, cada uno desde su perspectiva.
Álex Grijelmo consigue enganchar de principio a fin. La lectura resulta muy amena, porque emplea un lenguaje ágil y preciso, además de ingeniosos juegos de palabras. Con descripciones escasas, el relato se basa en los diálogos entre los personajes. Cada uno de ellos tiene sus estilemas, como Esther, que es leísta, o Pulido, que repite siempre una frase que resulta ser decisiva en el desenlace.
El cazador cazado
En nuestra labor de cazadores de estilemas, hemos detectado algunos del propio autor. Por ejemplo, las tildes en el adverbio ‘solo’ o en los pronombres demostrativos, que la RAE suprimió en sus últimas modificaciones.
Prueben a encontrar estilemas con Álex Grijelmo, que firma una novela muy recomendable tanto para amantes de la literatura de misterio como de la lingüística y la corrección de estilo. Una atrayente propuesta que evidencia que una palabra vale más que mil imágenes.
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