Armando Zerolo | 13 de abril de 2021
Al estudio de arquitectura Lacaton&Vassal les han dado un premio por dar más importancia a la vida que a las formas, por entender que la estética y la ética son inseparables, y por comprender que la política, como la vida misma, consiste en usar el poder como servicio.
Sugiero la institución de un premio, del premio mejor dotado económicamente y el más importante que se haya concebido nunca, un premio de fama mundial: el premio por no hacer nada. Un premio a la persona, o grupo de personas, que mejor no hayan hecho algo. Un premio a aquel, o aquellos, que habiendo tenido el poder de hacer algo, entendieron que lo mejor era no estropear lo que ya había.
La idea me la ha sugerido el premio Pritzker de 2021. Según tengo entendido es el Nobel de la arquitectura, y creo que es el reconocimiento más prestigioso que se puede otorgar en este ámbito. Este año se lo han concedido a Lacaton&Vassal, un estudio del que no voy a decir nada porque no entiendo ni una palabra de estos temas, y uno debe saber detenerse ante lo que desconoce. Al abismo de la propia ignorancia uno no se asoma en público.
Resulta que uno de los proyectos del estudio premiado, según noticia del diario El Pais, de 16 de marzo, es el de remodelación de la plaza León Aucoc, de Burdeos. El municipio encargó al estudio una remodelación de la plaza en el marco de un proyecto más ambicioso de embellecimiento del conjunto de la ciudad. Tras visitar el sitio y ver el terreno de juego de petanca, hablar con las personas que estaban sentadas en los bancos, y ver los tilos consolidados en el perímetro del parque, con su sombra fresca en verano, y su olorosa flor de primavera, emitieron un informe, en lugar de preparar un proyecto. En el mismo decían que una remodelación era innecesaria, y que en su lugar sugerían simplemente reemplazar la grava vieja, limpiar más a menudo, y podar bien los hermosos tilos.
Las autoridades, desconcertadas, en un primer momento rechazaron la propuesta, no solo porque les descuadraba su proyecto de reforma integral de la ciudad, sino porque entendían que la arquitectura, primordialmente, tiene una función estética. El argumento del matrimonio Lacaton y Vassal, por el contrario, subrayaba que el proyecto de embellecimiento era innecesario porque aquella plaza ya estaba llena de vida, de encanto, y de calor humano. La arquitectura, como toda ciencia humana y como todo arte, debe supeditarse a la vida, y por ello el método original debe ser observar, mirar y respetar el objeto estudiado.
Un premio por no hacer nada. Les han dado un premio por dejar la plaza como estaba. Les han dado un premio por dar más importancia a la vida que a las formas, por entender que la estética y la ética son inseparables, y por comprender que la política, como la vida misma, consiste en usar el poder como servicio.
No hacer nada es hacer mucho porque, en primer lugar, significa reconocer que el poder no está al servicio de uno mismo, sino de un fin superior y, en segundo lugar, porque hay que tener mucha fuerza para no usarla cuando se podría. Hay que tener un gran poder para no ejercerlo. Hace tiempo me contaba un amigo lo difícil que le había resultado jubilarse. Era fundador y director de obras de mucho éxito que ofrecían un servicio de valor a muchas personas. Solo él sabía la sangre, el sudor y las lágrimas que había necesitado para ponerlas en marcha, para crearlas de la nada y sostenerlas en el tiempo.
Daría el premio ‘Plaza de Burdeos’ al primer ministro que no hiciese una ley de educación igual a la anterior, al tertuliano que diese la razón al otro, y a los padres que de vez en cuando dejasen levantarse solo al niño
En la sobremesa, que es ese momento donde suceden las cosas, con un limoncello en la mano, me dijo: «para retirarse de una obra hace falta igual o mayor fuerza que para crearla». ¡Cuántas obras hemos visto morir en manos de su creador por no saber retirarse a tiempo! ¡Cuántas almas sometidas por una posesión prometeica! La potencia estética de Saturno reside en la síntesis de un poder que nos es muy familiar: el de los padres devorando a los hijos. El poder que aferra, y apretando para que no se escape el ser querido, lo estrangula.
¿Quién podría, honestamente, hacer como Lacaton y Vassal? ¿Quién podría, teniendo todo el poder en sus manos, renunciar al mismo? ¿Quién puede doblegar con su poder al poder? El poder de no hacer nada lo tienen pocos. La magnanimidad es propia de almas grandes, porque perdonar, cuando se tiene el derecho de castigar, solo lo puede hacer el que puede.
Cuántas veces elogiamos al legislador por haber redactado tantas propuestas de ley, otras tantas no de ley, no sé cuántas enmiendas, e innumerables iniciativas legislativas. ¡Qué contento se va el ministro de turno habiendo sacado a tiempo la ley con su nombre, justo antes de que el siguiente haga la suya! Yo daría el premio «Plaza de Burdeos» al primer ministro que no hiciese una ley de educación igual a la anterior, al jefe que supiese no meterle mano al trabajo bien hecho de su empleado, al académico que no volviese a escribir lo que ya está dicho, al tertuliano que diese la razón al adversario, y a los padres que de vez en cuando dejasen levantarse solo al niño.
La vida, como el agua, fluye, y cuanto más tratamos de aferrarla, menos espacio le dejamos o, lo que es lo mismo, el poder de la vida no está en nuestras manos.
La veracidad nace del amor a la verdad, porque no se practica solo desde el imperativo moral «tú debes», sino también porque es atractiva, porque es hermosa, porque es apetecible.
Escenario de la trágica muerte de Antonio Maura en 1925 y sede del Estado Mayor republicano durante la Guerra Civil española, constituye uno de los lugares emblemáticos del municipio de Torrelodones.