Pablo Casado Muriel | 13 de junio de 2019
La Biblioteca Nacional organiza «Dos españoles en la historia: el Cid y Ramón Menéndez Pidal» y muestra al público el manuscrito original del Cantar.
Decía Dámaso Alonso que los españoles “amamos el viejo manuscrito” que contiene el Cantar de mio Cid. Y Roque Pidal y Bernaldo de Quirós hablaba de “una veneración como si fuera imagen divina”. Lo ocurrido estos días en la Biblioteca Nacional les da la razón a ambos. Cientos de personas esperando para poder observar, durante apenas 15 minutos, el códice que narra las andanzas de Rodrigo Díaz de Vivar.
La historia reciente del Cantar esta ligada a la vida y los estudios de Ramón Menéndez Pidal. Es el 150 aniversario de su nacimiento el que propicia que la BNE exponga hasta el 18 de junio el manuscrito del siglo XIV que se conserva como el tesoro literario e histórico que es.
Quienes todavía estén a tiempo podrán acudir a ver el códice único que, si no fuese por esa “veneración” a la que hacíamos referencia al inicio, nos parecería un libro viejo y bastante vulgar. Sin embargo, el visitante sabe que se encuentra frente a uno de los textos fundacionales de la literatura española. Una obra conocida por todos y un héroe, el Cid, del que todavía hay mucho que aprender.
La ejemplaridad del Cid puede continuar animando nuestra conciencia colectivaRamón Menéndez Pidal
Si hoy el Cantar de mio Cid significa tanto para la literatura española y mundial es, en gran medida, gracias a la labor de Menéndez Pidal. Por eso mismo, el valor de la exposición Dos españoles en la historia no esta solo en poder observar el original del Poema, está también en rendir homenaje a la vida y al trabajo del filólogo gallego.
Una vez superado ese 18 de junio en el que el original del Mío Cid será sustituido por una edición facsímil, la muestra organizada por la Biblioteca Nacional (gratuita y que podrá verse hasta el 22 de septiembre) debería seguir siendo de visita obligada para todos aquellos que estén interesados por el origen mismo de nuestra literatura, por la pervivencia del romancero en los pueblos de España y por la evolución de una imagen heroica como la del Campeador a través de los siglos. De todo ello, y mucho más, se ocupó Ramón Menéndez Pidal.
Notas manuscritas del propio filólogo, imágenes de sus viajes por el país y curiosos descubrimientos como los cien versos conservados del Cantar de Roncesvalles gracias a que alguien los utilizó para hacerse una carpeta o la firma del propio Rodrigo Díaz, autentificada gracias a los estudios de Menéndez Pidal, que convierten al caballero castellano en el único héroe épico del que tenemos un autógrafo.
“Dios que buen vasallo, si hubiese buen señor”, se lamentaba aquel que recordaba las hazañas y el valor del Cid. Si el hombre “que en buena hora ciñó espada” no disfrutó del favor del rey si pudo contar con la inestimable ayuda de don Ramón Menéndez Pidal cuyos trabajos, sin duda, propiciaron el cumplimiento de aquel verso que dice que “a todos honra alcanza por el que en buena hora nació”.
Antonio Barnés explica en el pódcast Cultura y Debate el valor de los grandes clásicos y la importancia de la literatura en la sociedad actual.