Santiago Taus | 15 de septiembre de 2019
Después de ocho años en la dirección de la CNTC, Helena Pimenta se despide con una producción de «La vida es sueño» que confiere un carácter innovador y palpitante a la obra de Calderón.
Ya en la Edad Media el poeta alemán Walther von der Vogelweide se preguntaba “¿He soñado mi vida, o fue un sueño?”. Si los hombres estamos acuciados en lo íntimo de nuestra conciencia por un puñado de preguntas sobre la existencia, esta es sin duda una de ellas. Así lo demuestran las Meditaciones metafísicas de Descartes, un buen número de películas del cine contemporáneo y, por encima de todo, La vida es sueño. Los espectadores madrileños podrán adentrarse en esta incógnita vital de la mano de Segismundo desde el 13 de septiembre hasta el 20 de octubre, con el consuelo que solo los versos de Calderón de la Barca son capaces de procurar.
Como directora de esta producción, Helena Pimenta ha elegido rodearse del elenco de la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico para resucitar La vida es sueño. Lo ha hecho con “rigor, respeto y osadía”, reconoce la directora; quizás las tres máximas con que debería plantearse cualquier representación de teatro clásico. El rigor y el respeto al texto quedan avalados por el trabajo de Juan Mayorga como autor de esta versión. El recientemente nombrado académico de la RAE logra traer las palabras de Calderón al momento presente acrecentando, si es posible, la vitalidad que han mantenido durante cuatro siglos.
Tan famosa y llevada a escena tantas veces, esta producción hace que la obra parezca recién nacida de la pluma del autor
Respecto a la osadía con la que se ha abordado la obra, esta es embriagadora. La puesta en escena acapara toda la sala y no deja de sorprender ni un instante. La música en directo, la iluminación, los símbolos, fluyen a lo largo de toda la representación, confiriéndole un aire nuevo. Respecto a las interpretaciones, cabe destacar la fiereza que Irene Serrano ha conferido a su Rosaura y, quizás, criticar la desmedida afectación de Alejandro Pau (Segismundo) durante sus primeras intervenciones.
En una obra en que se tratan tantos temas, el énfasis ha recaído esta vez en el tema de la libertad. “Calderón no deja de hacernos preguntas acerca de la libertad, de la crueldad que rodea al ser humano, de la capacidad de este para sobrevivir a ella y para vencerse a sí mismo”, explica Pimenta.
Ya en la calle del Príncipe, a la salida de la representación, el público charla intercambiando sus entusiasmos particulares. La impresión es la de que hubiesen asistido a la primera representación de un texto perdido del maestro Calderón. Tan famosa y llevada a escena tantas veces, esta producción hace que la obra parezca recién nacida de la pluma del autor. “La puesta en escena es increíble, parece que la obra, el escenario y los actores te estén rodeando”, comenta una mujer en la puerta. Un hombre a su lado destaca la abrumadora expresividad de la coreografía, “especialmente en el momento de la batalla final”.
Esta producción es un hito que marca al mismo tiempo la despedida de Helena Pimenta y la bienvenida de Lluís Homar
Es un placer revisitar un clásico como si fuese la primera vez que lo has visto. La vida es sueño es posiblemente, junto al Quijote, el clásico de nuestras letras que con más vitalidad ha mantenido su vigencia hasta nuestros días. La fama de Segismundo es equiparable a la de Hamlet, lo mismo que su suerte, y su monólogo más conocido casi asomaba por los labios del público como si lo supiera de memoria, recitándolo en silencio: “¿Qué es la vida? Una ilusión, / una sombra una ficción, / y el mayor bien es pequeño: / que toda la vida es …”. Tantas veces leído, tantas veces representado y, con esta última producción, casi sonaba a nuevo.
Más allá de su dimensión literaria, de la puesta en escena y del enfoque con que se ha tratado el texto áureo, esta producción está llamada a ser un hito que marca al mismo tiempo la despedida de Helena Pimenta y la bienvenida de Lluís Homar.
Helena Pimenta se despide de la Compañía con este nuevo montaje de “La vida es sueño” interpretada por La Joven CNTC. En La foto, la directora, junto a Lluís Homar, Vicente Fuentes, asesor de verso de la Compañía y Juan Mayorga, autor de la versión . pic.twitter.com/VxNlj1usG5
— TEATRO CLASICO -CNTC (@TEATROCLASICO) September 11, 2019
Hace ocho años, Pimenta inauguraba su cargo como directora de la CNTC llevando a las tablas La vida es sueño y hoy vuelve a dirigir esta obra de Calderón, pero esta vez a modo de despedida. La misma obra, pero con matices distintos en su recepción. La primera palpitaba como un proyecto que empieza, cargado de ansias por darle una vuelta al teatro clásico. Esta última, como cierre de una trayectoria, revela algo de nostalgia, pero cuenta con la fuerza de quien sabe que ha hecho un trabajo sólido, que ha fortalecido y dignificado la compañía.
Durante estos años, Pimenta he devuelto la CNTC al Teatro de la Comedia, ha cosechado éxitos rotundos como el de El alcalde de Zalamea en 2015, y ha aumentado el prestigio y la trayectoria del grupo de la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico.
Cede el testigo de la dirección de la compañía a Lluís Homar, quien promete sorprender al público, remangado y dispuesto a ofrecer propuestas originales; sin miedo a romper con los convencionalismos. A lo largo de su carrera como director, no encontramos títulos de teatro clásico español y los nombres de Lope, Calderón o Tirso escandalizan por su ausencia. Sin embargo, sí que ha participado en la dirección de obras de Molière o Shakespeare con puestas en escena novedosas, lo que lo convierte en un candidato idóneo para enfocar a la CNTC en un rumbo de originalidad y calidad diferente. Ha anunciado su propósito de incluir dentro del repertorio obras de autores de otras lenguas oficiales del Estado como Ángel Guimerá y de buscar novedades para el repertorio entre títulos del siglo XIX o incluso del XX.
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