José Ignacio Wert Moreno | 16 de julio de 2019
Desde «First Man» a «Figuras ocultas». Una selección de películas que, entre la ficción y los hechos reales, sirven para repasar los grandes momentos de la exploración espacial.
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La carrera espacial, la llegada del hombre a la Luna y, en general, todo lo relacionado con el espacio ha servido a los cineastas como fuente de inspiración. Repasamos algunos títulos que ejemplifican esta relación entre el cine y los viajes espaciales.
Los fans de la aventura espacial tienen un fetiche en esta serie impulsada por Tom Hanks para HBO en 1998. Doce capítulos sobre las misiones Apolo de las décadas de los 60 y 70. Ganó el Globo de Oro a la mejor miniserie. Un producto que en España vimos por el extinto Canal+. La plataforma de streaming con la que actualmente opera HBO estrena ahora, con motivo de la conmemoración, una versión con los efectos especiales rehechos con las tecnologías de hoy día.
Al principio de la temporada cinematográfica que ahora acaba, llegó a las carteleras este biopic de Neil Armstrong, el primer hombre en poner un pie sobre la Luna hace ahora cincuenta años. Viniendo de La La Land (2016), no puede decirse que lo nuevo de su director hiciera demasiado ruido. ¿Es que acaso hemos olvidado la gesta que supuso? ¿O hemos comprado las teorías conspirativas que apuntan a que todo fue un montaje filmado por Stanley Kubrick? La crítica mantuvo un perfil bajo y el público no terminó de dar el (¿pequeño?) paso que separa su domicilio de la sala de cine.
La misión del Apolo 11 fue la culminación de un largo proceso. Antes que Armstrong, Aldrin y Collins pisaran la luna, eso que se llamó “carrera espacial” conoció diversos hitos. Entre que Chuck Yeager rompió la barrera del sonido (1947) y el primer programa espacial de la NASA transcurrieron quince apasionantes años que Tom Wolfe relató en Lo que hay que tener (maravillosa traducción al castellano de The right stuff). El retrato, nada complaciente, de ese grupo de hombres fue llevado al cine con alguna concesión pero bastante fidelidad al espíritu. Un filme vibrante con un magnífico reparto que sabe aprovechar el carácter poliédrico de sus personajes. Fantástica música de Bill Conti.
No siempre los planes salen bien. Hollywood saldó cuentas con los fracasos de la carrera espacial con este filme que detallaba la fallida misión que perseguía volver a pisar suelo lunar en la primavera de 1970. La explosión de un tanque de oxígeno obligó a monitorizar desde la Tierra el regreso de los tres astronautas. Ron Howard aprovechó los elementos encima de la mesa para realizar un producto apañado, muy en la línea de eso que se ha dado en llamar “americanada”. La frase “Houston, tenemos un problema” pasó a formar parte del habla popular. ¿Habría sido así si no se hubiera modificado respecto al “Houston, we’ve had a problem here” (“Houston, aquí hemos tenido un problema”) que realmente pronunció Jack Swigert y que Jim Lovell se limitó a repetir acto seguido?
El fracaso del Apolo 13 se saldó con sus tres tripulantes sanos y salvos en casa. No pudo decirse lo mismo del Challenger, una tragedia que traumatizó al mundo a principios de 1986. En esas fechas tenía previsto su estreno este filme dedicado al público infantil, cuyo conflicto se desataba por un fallo técnico muy parecido. Su aterrizaje en las carteleras hubo de posponerse al verano. Pero ni aun así resultó oportuno. La premisa era irresistible: un campamento de verano en la NASA. Un fallo en un simulador obliga a los chavales participantes, vigilados por una astronauta, a salir realmente al espacio exterior para desde ahí regresar sin contacto por radio y con el oxígeno justo. Fascinante a los seis años de edad, pierde bastante cuando se revisa ya adulto. Hay que ser muy fan de John Williams para saber que trabajó en esta película. Su música es, de largo, lo mejor.
John Glenn volvió al espacio en 1998, con 77 años. Pocos mejores que él para testar el efecto de este tipo de viajes en los ancianos. Dos años después, llegó a los cines esta joya oculta en la filmografía de Clint Eastwood. La excusa era la avería de un satélite cuyo sistema de navegación había sido diseñado por el ya anciano protagonista (el propio Eastwood). Este acepta ir al espacio siempre que sea con sus compañeros con los que estuvo a punto de hacerlo, antes de ser sustituidos por monos, 42 años atrás. Una auténtica delicia que supera su rocambolesco planteamiento a base de épica sobre las deudas con el pasado. Termina con el Fly me to the moon en voz de Frank Sinatra. What else?
Precisamente para poner en órbita a John Glenn fueron imprescindibles los cálculos matemáticos de tres mujeres afroamericanas cuya gesta no fue conocida por el gran público hasta que Hollywood se la sirvió en bandeja en 2016. Una de esas películas que mira sucesos del pasado con ojos del presente. Pero eso no era ni de lejos lo peor. Esquematismo y épica de saldo para un filme salvado por sus actrices. Esas sí son épicas.
La idea del guilty pleasure se eleva a la máxima potencia con este entrañable dislate de la factoría Masó. Unos vecinos del pueblo de Minglanillas se proponen poner en órbita al más intrépido de sus vecinos. Para ello, nada mejor que fundar la SANA y hacer, a escondidas, un puente de comunicación con la base de la NASA en Fresnedillas (Madrid). Memorable José Luis López Vázquez como “mad doctor” y uno de los últimos éxitos de Tony Leblanc, cuyo perfil blanco decaía frente al más atrevido “landismo”. No sabemos si decir que no aterriza precisamente en la Luna puede considerarse spoiler…
Grandes actores como John Wayne, Clint Eastwood o Tom Hanks se han puesto en la piel de los soldados que llegaron a las playas francesas el Día D.