Jorge Aznal | 17 de septiembre de 2019
Esta serie policial de TVE, que se desarrolla en los bajos fondos de Málaga, puede venirse abajo por obligar al espectador a trasnochar demasiado.
Entiendo perfectamente a quien se haya rendido con Malaka, la serie que emite TVE los lunes por la noche, a las primeras de cambio. Imagino que no habrán sido pocos. Por un lado, el drama criminal tiene un comienzo áspero y pausado en exceso y un tono oscuro que difícilmente animan a continuar con su visionado. Por otro, La 1 programó dos capítulos seguidos. Grave error.
El prime time no puede alargarse hasta tan tarde. Si no me parece adecuado que Antena 3 ofrezca doble ración de Pequeñas coincidencias, la serie de Javier Veiga y Marta Hazas, bastante menos me parece que TVE haga lo mismo con una serie que dura más y es notablemente menos ligera para el espectador. Ya sabemos que a los responsables de la programación de las cadenas generalistas les importamos muy poco como personas. No velan -valga la expresión- por nuestras horas de sueño. Pero es que el daño se lo hacen también las cadenas a sí mismas programando dos capítulos que empiezan pasadas las 22:30 horas.
Emitir dos episodios seguidos, al menos en su estreno, va camino de convertirse en tendencia. Ya lo es desde hace algún tiempo que una serie española siga una línea ascendente y no descendente en la gráfica del interés.
Antes más que ahora, tanto en la ficción española como en la extranjera, las productoras apostaban por impactantes capítulos de estreno para enganchar a los espectadores. Después, raramente conseguían mantener ese interés hasta su desenlace. Ni siquiera hasta la mitad de su desarrollo. Ahora, en cambio, las series van de menos a más. Me pasó con Hierro, de la que estuve a punto de apearme después del primer episodio; me ha ocurrido también, aunque el tono sea distinto, con Pequeñas coincidencias; y me ha vuelto a suceder lo mismo con Malaka. La primera entrega me dice poco; la segunda me dice algo más.
Puestos a elegir, imagino que la mayoría de nosotros preferimos que el interés de una serie vaya de menos a más. El riesgo, agravado por la abismal oferta de series en las plataformas, es que el espectador se marche antes de tiempo. Sobre todo si ese tiempo se prolonga hasta la madrugada en el primer día de la semana, como es el caso de Malaka.
La serie, por novedosa que parezca, tampoco ofrece nada que no hayamos podido ver ya: una pareja de policías (Salva Reina y Maggie Civantos) que solo parece tener en común su rechazo mutuo debe investigar la desaparición de la hija de un empresario de Málaga. Tampoco es la primera vez que una producción, ya sea de cine o de televisión, opta por mostrar el lado más oscuro de una ciudad o de una provincia andaluza: la Almería de Mar de plástico y, sobre todo, la Sevilla previa a la Expo ’92 de Grupo 7 y las marismas del Guadalquivir de La isla mínima, dos excelentes películas de Alberto Rodríguez.
Sin embargo, es a esa mal avenida pareja de policías, especialmente al indómito Darío (Salva Reina), y a ese incómodo recorrido por la Málaga más arrinconada, olvidada y marginal, a los que se aferra Malaka. Paradójicamente, el centro de la historia lo conforma el extrarradio de una ciudad -en este caso, Málaga, como podría ser cualquier otra- en la que también habitan la droga y la exclusión social. No nos gustará como espectadores y muchísimo menos aún como personas, pero por desgracia ese ambiente es una dura realidad que está bien descrita por una ficción como Malaka.
También hay quien, en vez de rendirse con Malaka después del primer episodio, se rinde ante Malaka y ya la ve como una candidata para estar entre las mejores series de 2019. La serie no me disgusta, pero comprendo mejor a los primeros que a los segundos, al menos por el momento. Lo mismo me equivoco. Y no sería la primera vez en el caso de Malaka.
Antes de ver los dos primeros episodios, pensaba que Salva Reina (Allí abajo) estaba demasiado asociado a la comedia como para protagonizar un drama criminal como este, que parecía confeccionado a la medida de alguien como Antonio de la Torre. Y resulta que ese policía, que parece una mezcla del Dani Martín de Cuenta atrás con el Fernando Tejero de Aquí no hay quien viva, brilla con fuerza en medio de la oscuridad que le rodea. Aunque sea de día y esa oscuridad asuste tanto o más como la de la noche.
La calidad de las series o los valores que transmiten deben tenerse en cuenta de cara a su continuidad.
Un Woody Allen aburguesado demuestra todo su talento como actor de comedia en una serie de Amazon Prime que merece más reconocimiento.